opinión

Dime cómo duermes y te diré quién eres

Samuel Giraldo, 18/11/2010

Sabio proverbio popular el que advirtió: “se puede dormir en cualquier lugar, pero no se puede amanecer en cualquier parte”, y vamos más allá. Uno puede acostarse con quien sea, pero para amanecer con alguien se requiere más que atracción y amor.

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Por Samuel Giraldo
 
De niños muchos durmieron con una muñeco de peluche, una manta, una cobija, una almohada, un tetero, etc. Accesorios que, a como diera lugar, brindaban seguridad en las noches oscuras, frías, calientes o llenas de insectos. O, peor aun, en esas llenas de monstruos y fantasmas que, aunque inexistentes, para sus mentes eran reales.
Cuando crecemos se van cogiendo nuevas mañas, como dormir al lado derecho o izquierdo de la cama, llevar un vaso de agua a la mesa de noche, ponerse un aparato para evitar el bruxismo o el ronquido, meterse una almohada entre las piernas, dejar el televisor encendido, poner música celta, bajar las persianas o dejarlas abiertas, no cerrar la puerta, sacar las flores, y hasta dormir con un perro. Pero cuando se comparte la cama con una pareja, ese simple hecho determina cómo se amanece y cuál será el genio del otro día.

La pijama es un determinante del genio mañanero. Hay hombres y mujeres que sufren de frío y se arropan hasta las orejas para conciliar el sueño, pero, ¡oh, problema!, pues nada más poco sensual que una pijama de algodón que hace perder el contacto con la piel del otro. Ni hablar de quienes usan ropa vieja que no está diseñada para dormir o camisetas de propaganda de esas que el penetrante olor de la tinta no se va ni en la cuadragésima lavada. Los calentanos duermen plácidamente en ropa interior, que es un verdadero Viagra natural que recompone cualquier relación por deteriorada que esté.

Confieso que he dormido con personas con las cuales resultaría más fácil descansar con una bicicleta entre las cobijas. Sus uñas rayan las piernas, sus piernas depiladas soban como cepillos afilados, sus patadas exasperan y, lo peor de todo, esas comidas nocturnas actúan como verdaderas armas químicas que sobrepasan el despertador.
Con ellas nunca hubo “arruche”, nunca hubo abrazo del oso, ni cucharita, ni mucho menos química de Morfeo. Puede ser la persona más bella y más sensual sobre la faz de la Tierra, pero, si no tiene buen dormir acompañado, no hay nada que hacer. A mí me gusta la pareja que hable sin parar, que sea un radio de medianoche, que cuente historias con final gracioso, que arme mil cuentos de su jornada diaria, pero que, sobre todo, con la que se sienta que se está acompañado.

Dormir solo es una derrota al ser humano. Nada más triste que una cama doble con una sola persona, es un cuadro de perdedores. Cualquiera que sea el escenario, dos personas pegadas tratando de ser un solo cuerpo, es lo más bello del universo. Allí se reconcilia el mundo, por eso, en dormir feliz con su media naranja está la solución a casi todos los problemas.