El divorcio

El divorcio & los niños

, 18/12/2011

Lo que no debes hacer, unido a cinco recomendaciones, para que la separación afecte lo menos posible a tus hijos.

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La palabra “divorcio” y la expresión “bueno” no parecen destinadas a compartir una misma frase. En Colombia cerca de 50 por ciento de los matrimonios se disuelve y en medio del caos familiar y de las recriminaciones mutuas que genera una separación, están los hijos. “La baja tolerancia entre las parejas ha aumentado el número de divorcios, estamos viviendo una época de gratificación inmediata, de pasarla rico, y las personas sienten un deseo de vivir sin compromisos y mantenerse en una eterna adolescencia”, explica Annie Rehbein de Acevedo, especialista en sicología infantil y autora del libro Separación sana, hijos estables.

En estas circunstancias lo primero que hay que tener claro es que todos los divorcios afectan a los niños. El mensaje para ellos es que el amor está en ‘jaque’: “si papá y mamá dejaron de amarse, también me van a dejar de querer a mí”, es un pensamiento que les genera angustia. Después de los 5 años, cuando los niños son más conscientes de las situaciones, los efectos son más duros. “Mami, yo solo quiero una casita y tener todos mis juguetes en un mismo sitio”, recuerda la experta las palabras de una niña a la que sus padres trataron de venderle la idea de que iba a ser muy feliz con dos casas para jugar. Para la sicóloga Nelly Rojas, especialista en atención a parejas, el fuerte impacto emocional se debe a que “se compromete la cotidianidad. La ruptura del equipo conlleva muchas pérdidas”. Por su parte, los adolescentes también sienten minada su seguridad en la etapa en que más buscan algo de qué aferrarse.

Un divorcio mal llevado suele costarle un año escolar a los niños, pues están más preocupados por asuntos diferentes a sus tareas. También se sienten culpables de la ruptura. Hasta alrededor de los 12 años los pequeños se creen el centro del universo, tan importantes como para tener el poder de acabar o arreglar el matrimonio.

Por si esto fuera poco, su autoestima se va al piso, más cuando los papás entran en una guerra de ofensas del uno hacia el otro frente a ellos. Algunos padres utilizan a los niños diciéndoles palabras negativas de su excónyuge, para descargar su rabia y manipular a su favor. “Es mucho mejor para la salud mental de ellos un ‘buen divorcio’ que una pésima relación de pareja. Lo que pasa es que si la relación de pareja se ha basado en el mal manejo del conflicto, la agresividad o el desamor, en el momento de separarse esas situaciones salen a relucir con mayor ímpetu y cada miembro de la pareja saca lo ‘peor’ de sí mismo, y en esas situaciones de dolor quienes sufren las secuelas son los hijos”, explica la siquiatra Ana Millán. La ecuación es sencilla: “si papá es malo y yo soy hijo de mi papá, yo también soy malo”. En consecuencia, también pueden percibirse como traidores, pues “si quiero a mi papá, no soy leal con mi mamá”. En el futuro, las secuelas de una separación que no se manejó bien pueden afectar la manera como los hijos se relacionen con sus parejas. La responsabilidad de los padres es, entonces, tratar de minimizar los efectos negativos de su separación. Los expertos aconsejan tener en cuenta las siguientes reglas:

1. Trabajar en equipo. Pese a los conflictos, los padres deben entender que aunque se haya acabado su unión conyugal, siguen siendo una pareja de padres y deben trabajar como un frente unido. Para empezar, deben ponerse de acuerdo sobre cómo van a hablarles juntos a sus hijos de la situación: si los niños tienen una diferencia de edad considerable es recomendable hablarles de distinta manera a cada uno. Una vez superada esta etapa es necesario que se mantengan como equipo: por ejemplo, si el niño está leyendo un libro con el papá sería muy provechoso que lo continuara con su mamá.

2. No revelar la intimidad. No usar a los hijos como confidentes, confesores ni mensajeros. Nunca se debe criticar a la expareja delante de los hijos. Es vital para su equilibrio emocional que el niño confíe en sus padres y que pese a los problemas de pareja tenga una imagen positiva de papá y mamá.

3. ‘Desculpabilizar’ al niño. Es necesario aclararles que no es su responsabilidad lo que está sucediendo entre adultos. Nunca se les debe preguntar a quién quieren más. Si alguna vez un niño manifiesta que no desea salir con alguno de sus padres, éste no debe sentirse mal ni debe hacer sentir mal a su hijo. Debe permitirle, al principio, quedarse donde quiere porque es difícil cambiar de un padre a otro.

4. Reglas consistentes. Los padres no pueden desautorizarse entre sí porque entonces los hijos sacarán ventaja de la situación para conseguir lo que quieran. Muchas veces los niños prefieren la atención negativa a no tener atención. Los padres también deben cumplir con sus acuerdos. Si alguno quedó de recoger al niño a determinada hora debe hacerlo, pues de lo contrario el pequeño perderá la confianza. Para los niños menores de 6 años son mejores salidas cortas, pero más frecuentes porque ver a papá cada dos semanas les parecerá una eternidad.

5. Hablar claro. Hablar con la verdad, no dar falsas esperanzas de reconciliación. Son saludables mensajes como “hicimos todo lo posible para resolver nuestras diferencias, pero pensamos que la separación es lo mejor para todos. Ustedes siempre serán lo más importante para nosotros”. Es fundamental abrir un espacio en el que se puedan expresar las emociones y reafirmar constantemente el afecto.

Los padres deben permitirle al niño pasar por varias etapas y ayudarlo en cada una de ellas: negación, rabia, depresión, aceptación. “El proceso del duelo dura entre uno y dos años. Más tiempo, es indicador de un problema más profundo y se debe buscar ayuda profesional”, aconseja Annie de Acevedo. Lo cierto es que, por más efectos que genere, los padres deben tratar de llevar a cabo el ‘mejor’ divorcio posible para que éste no deje cicatrices indelebles en sus hijos.