clichés

Estereotipos y clichés

Odette Chahín, 9/8/2011

Tal vez algún día nos haga falta el pan en la mesa, pero jamás nos harán falta los clichés…

- Foto:

Por Odette Chahín
 
Cuando estaba estudiando en Nueva York, más de una vez se me acercaron mis compañeros de clase, e incluso mi profesor, a preguntarme si les podía conseguir cocaína. ¿Cómo se atrevían a pedirme eso a mí, si yo era solamente una Hello Kitty andante, y lo único que podía traficar eran sonrisas y dulces? Desafortunadamente, en el exterior apenas uno dice que es de Colombia piensan que uno es drogadicto, dealer, mula o Shakira, ellos no conocen nada más.

Los humanos somos flojos para muchas cosas, pero no para elaborar juicios a priori acerca de todo y de todos. Cuando vemos a una rubia, asumimos por descontado que es hueca y bruta. Si una mujer usa escote enseguida la tildan de fácil, o peor, de ‘putain’, y cuando vemos a un tipo de cabeza rapada, lleno de tatuajes, caminando cerca, nuestro instinto es agarrar la cartera y echarnos la bendición, pensando que es un atracador, cuando hay más atracadores de saco y corbata. Nos limitamos a ver lo obvio y no a ver más allá. Los estereotipos nacen de la ignorancia y de caricaturas mal recortadas que nos presentan los medios masivos, y tienen la característica de propagarse más rápido que un virus.

No hay nada que dé más rabia (y de la perruna), que otros piensen que uno es algo que no es. La gente siempre va a tener una idea de uno y, en estos casos, uno puede reforzar más el estereotipo o demostrar lo equivocados que están. Como soy oriunda de Barranquilla, apenas llegué a trabajar a la capital mis compañeros esperaban que yo fuera una provinciana bebedora y escandalosa que lo único que quería era carnaval y ¡güepa je! Pero no pudieron estar más equivocados, yo era de poca rumba y mucho trabajo, y hasta me decían que era una costeña ‘chimba’. Sin querer queriendo, me convertí en embajadora de mi región y les cambié a mis amigos rolos la pésima noción que tenían de los costeños. Cada vez que escucho comentarios como “Fulanita habló muy bien, habló como hombre,” o “Zutanito llora tanto, que parece una mujer”, sufro una tormenta de bilis, sin mencionar que se me encrespan las pestañas de la histeria. No hay nada más cliché que pensar que ciertos atributos son exclusivos de un género. Harold Evans lo tenía muy claro cuando decía: “Intentar obtener una verdad significa rechazar todos los estereotipos y clichés”, y eso es lo que debemos hacer, desaprender todo lo que hemos aprendido cuando intentamos conocer a alguien.

Los estereotipos juegan con nuestras cabezas. Tengo un amigo churrísimo al que le encanta bailar, come ensaladas, usa ropa apretada y se le nota que va al gimnasio, pero no es gay. Todo el mundo me pregunta por él porque le quieren presentar a sus amigos, pero él me pide que le presente amigas. El estereotipo se alimenta de suposiciones porque a nuestra mente le encanta etiquetar y agrupar cosas que nos parecen similares, pero que son bastante distintas si se las mira de cerca. Moraleja: no todo lo que brilla es oro… también puede ser escarcha, una bola de disco o los zapatos de Lady Gaga. Sucede también al revés, tengo un amigo divino, grande, pelo en pecho, muy masculino, al que todas mis amigas le quieren echar mano, pero apenas les digo que lo suyo no son las mujeres, me dicen “¡Ay, pero él no parece gay!”. Y claro, a muchas les sucede que si un tipo no está coreando canciones de Madonna ni está sosteniendo un secador de pelo en la mano no es gay, porque sólo conocen estereotipos gays, no personas gays.

¿A cuántas personas increíbles hemos dejado de conocer porque se nos interponía un estereotipo? O, ¿cuántas personas no se atreven a hablarnos porque tienen una imagen errada de uno? Hoy les propongo convertirse en asesinos en serie de todos los estereotipos y clichés que nos joden la cabeza, matarlos uno a uno, para liberarnos de esos inútiles prejuicios. Dejémonos sorprender antes de pensar que ya lo sabemos todo, y, sobre todo, aprendamos a ver menos con los ojos y más con nuestros corazones para conocer verdaderamente a las personas que tenemos cerca.