columna

Instrucciones para llorar

, 18/10/2011

Llorar es algo tan natural como estornudar, pero hay mucha gente que se incomoda cuando ve esas minúsculas gotitas correr por las mejillas de otra persona. Es mejor una buena llorada que una pena atrancada.

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Hace poco me comí la ensalada más salada de mi vida, y no precisamente porque al chef se le hubiera ido la mano en la sal, sino porque lloré tan largo rato encima de sus lechugas, calamares y camarones, que el vinagre balsámico estaba de más. Lloré tanto, que ya no me quedaba ni un milímetro de servilleta para seguir limpiándome la nariz. Todo el mundo en el restaurante me miraba como si hubieran visto al mismísimo fantasma de Michael Jackson; me provocaba decirles a los curiosos, “¡qué! ¿acaso nunca antes habían visto a alguien llorar?”. Hasta escuché a una niñita decir, “Mami, ¿ella está llorando porque tampoco le gustan las ensaladas, como a mí?”. ¡Ay!, la inocencia…

Llegamos a este mundo llorando y también nos despedimos llorando. Llorar es algo tan natural como estornudar, pero hay mucha gente que se incomoda cuando ve esas minúsculas gotitas correr por las mejillas de otra persona. La mayoría de mamíferos terrestres tienen un sistema de lacrimación para mantener sus ojos húmedos, pero los humanos somos los únicos que derramamos lágrimas emotivas.

Lloramos cuando estamos felices, cuando estamos tristes; lloramos de emoción, de impotencia; lloramos cuando ganamos y también cuando perdemos. Con razón tres cuartas partes del mundo son agua que tal vez haya surgido de la acumulación de todas las lágrimas derramadas en la historia.

Cortázar escribió alguna vez unas ‘instrucciones para llorar’ que parecen escritas para que todos los extraterrestres y machos entiendan un concepto tan complejo para ellos. En uno de sus apartes explica: “El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente”. En Latinoamérica muy pocos hombres se permiten llorar, ni siquiera picando cebolla, muchos piensan que si lloran se les va a caer el pipí, tienen miedo de perder su ‘masculinidad’, pero no existe un motivo más apremiante para soltarse a llorar que el de no poder llorar.

Está comprobado que refrenar el llanto es tan malo como aguantarse las ganas de ir al baño, no hay que privarnos de esa necesidad. Cuando lloramos liberamos adrenalina, una hormona que generamos en situaciones de estrés, y noradrenalina, otra que actúa como neurotransmisor y que tiene un efecto contrario al de la adrenalina, así que cuando chillamos, eliminamos estas hormonas, lo que nos produce una sensación de paz y desahogo, es por eso que después de una buena llorada tanto los bebés como los adultos quedamos profundamente dormidos.

Una vez me tocó llenar un cuestionario previo a una consulta con un siquiatra, que decía: ¿Llora varias veces al día, sin poder parar? ¿Ha pensado en el suicidio? ¿Escucha voces que le hablan? Solamente respondí “sí” a la primera pregunta, pero me temía que fuera el inicio de escuchar voces, porque yo lloraba hasta para despedir un avión de carga. Pero en realidad no hay nada malo en llorar, a menos que esto le impida a usted desarrollar normalmente sus otras actividades como tenista profesional, traductora simultánea u operadora de Call Center. Las mujeres lloramos en promedio entre 30 y 64 veces al año (al menos 5 veces cada mes) mientras que los hombres lloran un promedio de entre 6 y 17 veces durante el mismo periodo.

No se sienta mal nunca, jamás, por llorar frente a un hermoso atardecer, conmoverse viendo un comercial de pañales o ser sensible al canto de las ballenas. Definitivamente, las penas sin lágrimas se desangran internamente, el llanto tiene un gran poder curativo, como lo dijo mejor Lemony Snicket, “A menos que hayas sido muy, muy afortunado, sin lugar a dudas has vivido eventos en tu vida que te han hecho llorar. Así que, a menos que hayas sido muy, muy afortunado, sabes que una buena y larga sesión de llanto con frecuencia te puede hacer sentir mejor, a pesar de que las circunstancias no hayan cambiado ni un poquito”.