editorial

Las mujeres, las peores enemigas entre sí

Revista Fucsia.com, 18/2/2009

La sociedad en general, y las mujeres en particular, tenemos la tendencia a criticar a nuestras congéneres con más dureza de lo que lo hacemos con los hombres.

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Pruebas al canto: hace menos de un mes, la ministra de Justicia francesa, Rachida Dati, dio a luz, por cesárea, a su bebé, Zohra. A los cinco días estaba de vuelta en su oficina del Ministerio, flaca, muy elegante y bonita. Esto fue demasiado para muchas mujeres que sucumben a la envidia que les produce una mujer bella, que tiene una hija a los 43 años, que cuenta con ayuda para cuidar a la bebé y que, por lo mismo, puede dormir tranquilamente. Fuera de eso, es brillante, exitosa en su trabajo y poderosa. Sencillamente, no les parece justo que una sola lo tenga todo. Y eso no habla muy bien de nosotras.

Algunas mujeres sostienen que la Dati debe ser un modelo para las demás y que, por lo tanto, tiene obligaciones, pues es una figura pública. Piensan que el hecho de que no se haya tomado su licencia de maternidad, una de las conquistas de las feministas, pone en peligro ese derecho adquirido con tanto esfuerzo. La consideran, por esta razón, una traidora a la causa.

Las conservadoras, por su parte, piensan que el hecho de dejar a una bebé de cinco días de nacida a cargo de otras personas interrumpe el proceso de apego y que este es un crimen contra la infancia. Consideran que con este comportamiento Rachida Dati está sugiriendo que el trabajo no puede esperar y que las mujeres no necesitamos tiempo para reponernos de dar a luz, más aun en su caso, en que tuvo la niña por cesárea. Además, están indignadas porque Dati no ha querido revelar el nombre del padre.
Rachida, una mujer muy inteligente y discreta, no ha querido permitir, simplemente, que su vida privada se vuelva propiedad del público y prefiere que le caigan rayos y centellas debido a su proceder no convencional.

Y yo me pregunto si la esencia del feminismo no es el derecho a ejercer opciones. ¿Por qué ese autoritarismo?, ¿por qué tenemos que ser un rebaño de ovejas que sigue sin chistar lo que algunas consideran que debe ser lo correcto? No se entiende que, por el hecho de haber conseguido unos derechos para la mayoría de las mujeres, estos se tengan que ejercer a la fuerza. El feminismo debería ser también, y por sobre cualquier consideración, la libertad de escoger las opciones que a cada una le convengan en su momento y circunstancia.

La liberación femenina no puede ser una obligación que le impida a las mujeres opinar y elegir según sus valores. El hecho de que Rachida Dati sea hija de inmigrantes argelinos y marroquíes hace más visible su caso. Ella decidió, en contra de la corriente, ser madre soltera, ocultar el nombre del padre para no exponerlo a él al escándalo público y al mismo tiempo proteger la privacidad de su hija. Y eso la hace, ante mis ojos, un mujer con coraje.

Pero nadie puede pensar que tiene la autoridad de criticar sus decisiones, de leer entre líneas su mala fe y negarse a aceptar su posición honesta y valiente. Puede ser que Rachida decidió, por cuenta de la recesión, regresar más pronto de lo debido al trabajo, pues para nadie es un misterio que las mujeres en época de la maternidad y la crianza estamos sujetas a perder el trabajo en cualquier momento.

Puede ser, igualmente, que su sentido de la responsabilidad la hiciera pensar que no se podía dar el lujo de faltar al trabajo. Ella tiene fuertes lazos con su grupo familiar y no sería extraño que la estén ayudando en estas circunstancias con el cuidado y la crianza de Zohra. La gobernadora de Alaska, Sara Palin, hizo lo mismo y nadie la criticó. No sólo regresó al trabajo a los tres días de haber tenido un hijo, sino que lo dejó al cuidado de una enfermera sabiendo que su bebé sufría de síndrome de Down, y continuó con los deberes que le exigía su cargo.

De todas maneras, así yo no hubiera hecho lo mismo, defiendo el derecho a escoger libremente. Yo pienso que si uno decide traer hijos a este mundo, debe estar dispuesto a sacrificar muchas cosas, y que ellos merecen ser la prioridad en la vida, pues nadie pidió venir al mundo a la fuerza. Eso no quiere decir que no respete infinitamente a una mujer como Rachida porque decidió otra cosa. A las mujeres nos falta mucha tolerancia de las unas para con las otras y, sobre todo, nos sobra envidia, que, como sabemos, es mala consejera.

Lila Ochoa
Directora Revista FUCSIA