entrevista

Lina De lo público a lo privado

Revista Fucsia, 15/9/2008

“Lina es muy particular, ajena a los oropeles del poder. Le gusta vivir con bajo perfil. Es pieza fundamental para mí....

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Revista Fucsia
 
...Ha sido muy discreta públicamente, pero muy participativa y decisiva en la vida familiar. Eso produce un gran apego”. Álvaro Uribe.
 
Lo que no dijo el Presidente es que esta mujer, delgada, casi etérea, que no parece matar una mosca y que se expresa suave y pausadamente con el más antioqueño de los acentos, está hecha de acero. Graduada en Filosofía y Letras, tiene no sólo ideas propias y una mente organizada y metódica, sino la lucidez suficiente para abordar analíticamente hechos y situaciones.

Que hubiera sido elegida masivamente como ‘Mujer del Año’ significaba no sólo carátula, sino entrevista, así que me puse a leer lo poco que sobre ella se ha escrito. Entre líneas me hizo guiños el dato de que a pesar de leer poca prensa, no se pierde el horóscopo diario. Un detalle más bien insólito para una filósofa, amante de la literatura y lectora profunda de Spinoza, de Wittgenstein, de Saramago, de Vita Sackville-West, de Fernando González y de literatura medieval. Para un investigador cualquier pista (frívola o no) sirve, de modo que averigüé que su signo es Escorpión, lo que quiere decir que “es un ser regido por el intelecto y las emociones. Inteligente, con una honda vena filosófica que la lleva a indagar en los misterios de la existencia y a acercarse mucho a las respuestas. Tiene una reserva inmensa de perseverancia y decisión y le gusta vivir en un ámbito privado en el que no admite invasiones. Ama su hogar, la belleza y el orden. Es una esposa excelente y no hay nada ni nadie a quien su mirada no traspase, ni engaño que se le escape. Una mujer Escorpión puede decir exactamente en quién se puede confiar y a quién se debe vigilar. Será posesiva, pero se negará a dejarse poseer, tiene un gran sentido de la justicia y es una consejera sagaz. En una tormenta, una mujer Escorpión, con su razonamiento frío y sereno y su fuerza de acero, será una verdadera tabla de salvación”.

No es que en las dos horas de conversación en mi casa, el famoso instinto de la mujeres Leo me hubiera permitido calar a fondo la personalidad de esta mujer a la que lo anterior le va como anillo al dedo, sino que así la describe Linda Goodman en su libro El zodiaco y el carácter.

También comprobé –sin ayuda de Linda– a lo largo de una charla fluida, salpicada de análisis y recuerdos, de anécdotas y comentarios al margen, de entendible discreción frente a temas polémicos que Lina María Moreno tiene una personalidad atractiva y compleja, nutrida de copiosas lecturas, de releer constantemente a filósofos como Baruch Spinoza a cuya Ética vuelve con frecuencia porque “siempre da una luz, aun en los momentos difíciles”. Con sutileza contestó mis preguntas y no diría que rehusó ningún tema: todo lo que ella pueda opinar sobre el país y sus contingencias está aquí, porque, a buen entendedor…

Dicen que una niñez feliz marca la vida adulta. ¿Cómo recuerda la suya?
Como una infancia francamente feliz. Crecimos, mi hermano y yo, con una amplia libertad y una educación liberal en el mejor sentido de la palabra. En mi casa se hablaban todos los temas y había una invitación permanente a discutir, a disentir, a tomar decisiones y a asumir los riesgos que éstas conllevan. Esto nos hizo independientes.

¿Sus padres no fueron muy normativos?
Mi papá es ingeniero civil, de la ‘gloriosa’ Escuela de Minas de Medellín, con una formación académica rigurosa que combina la ingeniería con las humanidades. Es un liberal de corazón y mente. Mi mamá no terminó bachillerato; era brillante, con gran sentido del humor y una alegría desbordante; culta y muy buena lectora. Más que normativos, yo diría que ellos, sin imposiciones, nos inculcaron valores.

¿También heredó de su padre el amor por la naturaleza?
Así es. Él cultiva orquídeas y azaleas, y es fundador de la Sociedad Antioqueña de Orquideología. Recuerdo que en Medellín cuando se reunía el Club de Orquideología, algunos se burlaban diciendo que había reunión de los ‘orquidiotas’, porque se embobaban, literalmente.

¿Qué le dejó su educación con las monjas del Sagrado Corazón?
Valores fuertes, nada mojigatos. Tuve la fortuna de estar en el colegio cuando las monjas empezaron a entender que el compromiso no era solamente con Dios, sino también con la sociedad. Gracias a esto, empezamos a escuchar palabras que hablaban de compromiso social y a mirar hacia afuera, a otros contextos y a otra realidad.

¿Usted es mamá consentidora, regañona, las dos cosas, o todo lo contrario?
Cuando nació Tomás, tomé una decisión: ser mamá. Unos días antes de casarse, una amiga me dijo: vas a llorar tus ojos cuando lo dejes en el altar. Lo dejé y sentí una alegría muy grande. Soy una mamá incondicional en cantidad y en calidad, absolutamente consentidora. También Uribe ha disfrutado enormemente la paternidad, le ha dado a nuestros hijos la disciplina necesaria para enfrentar la vida, que no es sinónimo de castración y de represión.

Pero, ¿no negará que Uribe es bravo?
Él sí es bravo, pero tiene algo a su favor: si bien se sube con facilidad también se baja rápido. Reconoce cuando se equivoca y sabe pedir perdón, y sigue adelante sin resentimientos. Él es formativo y querendón.

Sé que ama su casa de Rionegro. ¿Todavía llegan los patos migratorios?
Afortunadamente siguen llegando, pero a veces pasan meses sin que yo pueda ir a verlos. Disfruto mucho la casa, la luz, el clima y los verdes de Rionegro.

¿Qué significó para usted el traslado a Bogotá? ¿Cómo se sintió?
Al principio fue duro. La capital tiene otras dinámicas, otros ritmos, otras formas de relacionarse, otras ofertas diferentes a las de Medellín que, aunque es una ciudad abierta, con acceso a muchas cosas, en más de un aspecto sigue siendo provincia.

Pero, ¿no le parece que lo provinciano guarda algo muy íntimo, muy bello?
Cuando a Heidegger se le ofreció una cátedra en la universidad de Berlín la rechazó y escribió su texto Por qué permanecemos en la provincia. Permítame contestar esta pregunta con dos frases de ese texto: “…la totalidad de mi trabajo está sostenido y guiado por el mundo de estas montañas y sus campesinos”. Y: “En el campo nunca se puede estar a solas. Pues la auténtica soledad tiene la fuerza primigenia que no aísla, sino que arroja la existencia humana total en la extensa vecindad de todas las cosas”. Yo también quiero volver a la intimidad y la belleza de las montañas, a la sencillez del campesino, al uso de las cosas que conformaron mi vida cotidiana.

Después de vivir ocho años en Bogotá, y no se sabe si más, ¿usted aspiraría a volver a Medellín?
Sí, aspiro a volver a mi casa. Agradezco profundamente haber llegado a Bogotá a la edad en que llegué, porque, y no lo digo despectivamente, Bogotá me asombra, pero no me deslumbra. Es una ciudad fascinante, en la que me he sentido muy bien recibida, muy bien tratada y respetada, pero quiero volver a lo mío, a la provincia.

¿Por qué le noto un respingo cuando le digo que talvez son más de ocho años?
No me ponga a contestar por Uribe, sólo recuerde que él hace ya mucho tiempo dijo que no era sano para la democracia perpetuarse en el poder.

Usted tiene fama de ser franca y decir lo que piensa. Lleva ya casi tres décadas acompañando a un político de tiempo completo. ¿Cómo ha vivido las veleidades de la política, la volubilidad de la opinión pública, en las que el enemigo de hoy es el amigo de mañana?
En Medellín, hace 25 años, me inquietaba ver al señor que por la mañana entraba a una sede política y en la tarde a la del frente. Me preguntaba en qué campo se jugaba la política: si en el de los principios o en el de los intereses. Sigo pensando, aunque sé que es una utopía, que debe jugarse en el campo de los principios y que la política como ejercicio de lo público es una de las ocupaciones más altas del espíritu humano; lo que la desfigura son sus prácticas. Tengo la esperanza de que en nuestro país estas prácticas empiecen a cambiar.

¿Porque finalmente la justicia está operando en el país en todos esos temas que se han destapado?
Creo que el proceso actual puede marcar una nueva dinámica en la política colombiana si no lo circunscribimos a un proceso en el que se ponen en juego sólo las filiaciones políticas. No podemos quedarnos en lo mediático, sino ahondar en el análisis. Me hago continuamente la pregunta sobre cuál es el país que queremos construir y deseo que lo que estamos viviendo nos permita construir la respuesta.

Investigados hay muchos miembros de los llamados partidos uribistas. ¿No le parece que son partidos conformados con un claro oportunismo político?
Le contesto con una caricatura de Vladdo en la que aparece el presidente Barco con un texto que dice algo así como: “¡Huy!, no me di cuenta de que el país se paramilitarizó”. La caricatura es del año 88 u 89. Quizás el oportunismo no es sólo político… Cuando Vladdo denunciaba esa realidad, los gobiernos, las instituciones y los ciudadanos, incluida yo, permanecíamos en silencio. Y lo mismo ha sucedido con casi todo lo que nos ha pasado durante muchos años.

¿Será porque este es un país conformista, al que no le gusta que le saquen la basura de debajo de la alfombra?
No sé si es sólo conformismo. Recuerdo una escena de la película de Víctor Gaviria, Sumas y restas. El marido entra a su apartamento después de estar tres días perdido y lo recibe su señora, la típica paisa de faldita y collar de perlas, que le dice: “¿cómo estás mi amor?”. Allí entendí que todos hemos tenido un papel en lo que nos ha pasado, porque hemos callado. Veíamos a nuestros esposos, a nuestros hijos, a nuestros vecinos involucrados con cualquiera de las violencias que nos han acosado y callamos. Nunca preguntamos ni nos preguntamos nada. No sé si es conformismo, miedo, o que la dinámica en este país es tan fuerte que no queda tiempo para analizar lo que sucede.

Sin embargo, dizque somos el país “más feliz del mundo”…
No creo en absoluto que eso sea cierto. Por el contrario, creo que es un mecanismo de defensa para sobrevivir, para no pensar lo que realmente está mal en nuestra sociedad. Para hablar de temas recientes, en la entrevista que hizo la CNN a uno de los americanos rescatados, él decía que el castigo que le impusieron a un compañero fue amarrarlo a una tabla con una soga dispuesta de tal manera que si se movía se ahorcaba. Como éstas, hay mil historias de horror, sobre las que no se habla ni se analiza. No nos preguntamos cómo y en qué momento le hemos dado cabida a tanta crueldad en nuestras vidas. No creo que mientras ella exista podamos hablar de felicidad.

¿Qué preguntas se hace usted?
Me pregunto cómo es posible que un proyecto político como el de las guerrillas colombianas, profundamente atravesado por prácticas crueles, pueda tener aceptación en nuestro país y reconocimiento en el exterior. Me pregunto cómo es posible que durante años los paramilitares hayan asesinado a miles de personas sin que el país se conmoviera, y que al escuchar hoy sus relatos siga sin conmoverse. Me pregunto cómo hacer el duelo de tanta crueldad, para poder iniciar un camino hacia el país que queremos construir.

¿Y, usted, qué se responde? Uribe lleva seis años en el Gobierno, ¿qué cree que ha logrado?
Curiosamente, Margarita, son más las preguntas que me hago que las respuestas que logro encontrar. La vida le dio a Uribe una oportunidad única, cual es la de gobernar por ocho años. Admiro su capacidad de hacerle frente a los problemas e, incluso, a las equivocaciones, sin esconder información y con transparencia. Esta actitud genera confianza y sienta precedentes, lo cual creo que es un logro de su gobierno que se refleja, por ejemplo, en la mecánica de los Consejos Comunitarios.

¿Cómo ve los Consejos Comunitarios?
Alguna vez Manuel Marulanda dijo que había entrado a la guerrilla porque le robaron unas gallinas y unos marranos. A mí se me ocurre pensar que no fue por lo que le robaron, sino porque no encontró en las instituciones, al momento de poner el denuncio, quién escuchara su queja. Por el contrario, los Consejos Comunitarios son un ejercicio para escuchar a las comunidades, una especie de herramienta micro para responder a sus necesidades. En ellos el Estado y sus instituciones dejan de ser algo distante y nebuloso, y adquieren un rostro y un compromiso directo. Por otra parte, su carácter público permite que en la Guajira los ciudadanos sepan lo que está pasando en Nariño o en Putumayo, y así se establece un cruce de país muy interesante y productivo. Quizás así los colombianos aprendamos a escucharnos unos a otros, pues por el momento sólo oímos el eco de nuestra propia voz.

Usted, ¿qué concepto tiene de la Seguridad Democrática?
Hace unos meses estuve en San Francisco, Antioquia. Fue difícil y doloroso ir al municipio donde le hicieron un atentado a Uribe y donde murió un sacerdote. En esta nueva ocasión la gente me saludaba con frases como: “dígale al Presidente que muchas gracias, que ya vamos saliendo; que ya podemos ir por carretera a Medellín; que nos estamos comunicando…”. Al escucharlos, supe que más que un valor y una política, la seguridad es una obligación del Estado y un derecho de los ciudadanos. También que la seguridad no es únicamente un hecho policivo, sino, y sobre todo, la expresión del respeto a la vida y a la dignidad de las personas.

¿Cree que hay sensibilización en torno al tema?
Sin duda, aunque todavía en numerosas ocasiones persistimos en el uso de un lenguaje agresivo que dinamiza la violencia. No nos hemos dado cuenta aún que lo que acontece en toda sociedad nace del lenguaje y a él regresa. Cuando utilizamos expresiones como la de “fumigar a la guerrilla”, o la de “tierra arrasada”, o algunas frases populares propias del vocabulario cotidiano, convocamos y provocamos a la violencia al empobrecer la capacidad que tiene la palabra de generar encuentros y desencuentros sin necesidad de desencadenar agresiones.

¿Usted cree en el diálogo?
Creo en el diálogo entendiéndolo como el respeto debido a la dignidad y a la vida del otro. Respetarlo es reconocerlo como otro distinto a mí, e incluso contrario, y cuidar de su vida.

Cambiando de tema, ¿cómo ve la posición de la Iglesia frente a asuntos como los embarazos adolescentes y el aborto?
La influencia de la Iglesia católica en nuestras vidas, en la historia del país y en su compromiso con la paz es clara. Está en todo su derecho de sentar posición frente a estos temas, pero también creo que podría ser un poquito más abierta y flexible al debatirlos.

Para decirlo de una forma un poco brutal, ¿usted cree que la Iglesia tiene derecho a meterse entre las sábanas de la gente en temas como sexo, control natal y anexos?
La Iglesia se guía por unos principios morales que no han sido en ningún momento impedimento para que en los 245 municipios donde tenemos el programa de Derechos Humanos en Salud Sexual y Reproductiva, el apoyo y acompañamiento de la Iglesia haya sido claro y de frente.

¿Cómo maneja usted el tema de los medios? ¿La oficina de Prensa de Palacio le pasa resúmenes, o lee usted periódicos, revistas, oye radio, ve noticieros?
Le voy a responder como decía Maturana: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. No veo noticieros. Escucho radio solamente cuando voy en el carro. Casi no leo revistas. En la mañana ojeo algunos titulares. Prefiero mirar la ciudad, los grafitis, ciertas vallas, el tejido humano con sus características, significados y actitudes; todo eso construye el lenguaje que me envía la ciudad, y que yo me complazco leyendo para formar mi propio criterio.

¿O sea que en los temas de ataques al Presidente, de confrontaciones, de comentarios, descalificaciones y polémicas no se informa directamente? ¿Por higiene mental o por escapismo?
Aunque no recurra a los medios tradicionales de información, estar en la Casa de Nariño implica conocer todos esos temas que usted menciona. Pero por higiene mental evito el exceso y el tremendismo que la mayor parte de las veces acompaña a estos acontecimientos en los medios de comunicación del país; además, como dije anteriormente, no me gusta quedarme en la corteza, y por lo general la información que se divulga apenas araña la superficie.