Hillary Clinton: ¿lista para la batalla o el retiro?

, 19/8/2014

Una avalancha de libros que hablan sobre esta exprimera dama y congresista, en los que está lejos de aparecer como heroína, amenaza con hacer pedregoso el camino hacia una posible candidatura presidencial.

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Hace 18 meses que Hillary Clinton dejó su cargo como secretaria de Estado y desde entonces asegura que ha disfrutado tener más espacios para ella misma y su familia. Se volvió adicta a la serie política House of Cards, se ocupó de ordenar su clóset y en ocasiones hasta practica aeróbicos acuáticos y yoga.

También está emocionada con la idea de convertirse en abuela, pues dentro de poco su hija Chelsea tendrá su primer bebé. Hace pocos días un tabloide anunciaba que ella y su esposo, Bill Clinton, habrían mantenido su separación en secreto y que solo funcionaban como un equipo en pro de las aspiraciones de volver al poder. Sin embargo, la exprimera dama afirmó en el diario londinense The Times que ahora más que nunca les gusta pasar tiempo juntos, hacer caminatas, pasear a los perros o ver televisión.

Podría parecer la descripción de un feliz retiro. Aun así, la evidencia indica lo contrario: recientemente publicó Hard Choices (Decisiones difíciles), las memorias de sus cuatro años al frente de las relaciones internacionales de Estados Unidos, y un grupo aparentemente independiente de dos millones de seguidores llamado Ready for Hillary la ha apoyado durante la gira promocional de este trabajo editorial, ofreciendo toda clase de souvenirs alusivos a una hipotética campaña presidencial con miras a las elecciones de 2016.

Esta obra, que llega al mercado más de una década después de su biografía Living History, no tiene pinta de ser una mera colección de episodios diplomáticos que impartan lecciones para la posteridad. Más bien es una manera de abonar terreno, como lo han hecho muchos de los aspirantes a la Oficina Oval, entre ellos Obama, quien siendo senador escribió The Audacity of Hope.

Las 600 páginas de recuento sobre los 112 países que visitó (una travesía que supera la de sus predecesores) son una especie de enciclopedia mundial que sugiere que contaría con una preparación en política exterior que envidiaría cualquier presidente, incluido su marido. Pero como lo reseñó Peter Baker en la crítica que hizo del libro para The New York Times, con este “aprendemos acerca del progreso de Botswana y los retos de la República Democrática del Congo, pero poco, en realidad, acerca de Hillary Clinton”.

Quizá el apunte más íntimo de la señora Clinton tiene que ver con su exjefe, el actual mandatario: reconoce que luego de que ambos se enfrentaran en una dura contienda por la candidatura demócrata en 2008 quedaron ciertas heridas y que por eso encontrarse para hacer las paces fue “como una primera cita incómoda entre dos adolescentes”. Con la intención de dejar pruebas del talante de su relación, confiesa que en una oportunidad Obama la sacó con carácter urgente de una reunión solo para decirle en privado que “tenía algo en los dientes”.

Pero hay quienes piensan que esa supuesta camaradería está bastante lejos de la realidad y que entre las dos primeras familias norteamericanas habría más bien una fuerte rivalidad y hasta odio. Así lo revela Blood Feud: The Clintons Vs. The Obamas, el best seller que le ha robado el protagonismo al libro de Hillary, cuyas ventas cayeron en un 43,5 por ciento tan solo en su segunda semana en las estanterías. Según su autor, Edward Klein, los actuales residentes de la mansión presidencial no quieren que sus anteriores inquilinos vuelvan a habitarla.

Y en lugar de la anécdota jocosa del residuo dental, narra un episodio en el que la entonces secretaria de Estado llegó a clavarle su dedo incisivamente en el pecho al mandatario para hacerle entender un argumento. “Obama estaba más asombrado que molesto por el ataque impulsivo”, describe el periodista, quien invierte varias líneas en explicar las explosiones de ira de Hillary desde su infancia, cuando solía romper lámparas y hasta narices.

Klein advierte que el presidente número 44 de Estados Unidos no tiene la mínima intención de que ella sea la número 45, y apuesta a que romperá un pacto implícito de ayuda mutua que habría acordado con los Clinton: en 2012, Bill accedió a apoyar su reelección a cambio de su aval para la futura candidatura de su esposa. Para el exmandatario habría sido difícil aceptar la propuesta: “Detesto a ese Obama más que a cualquier hombre que haya conocido […]. He tenido dos sucesores, él y Bush, y he oído más a Bush solicitándome consejos, que a Obama, quien siempre se hace el intimidante cuando me habla”, fueron sus palabras de acuerdo con el relato, pues no había podido reponerse de las acusaciones de racista que le hizo el gobernante en el pasado.

Luego de alcanzar su meta, Obama se hizo el de la vista gorda. Cuando Bill le señaló que Hillary sería “posiblemente la candidata más calificada de la historia”, solo se limitó a responderle que Michelle, la primera dama, sería también una gran aspirante. Cada vez que el expresidente le echaba en cara la prosperidad económica de su gobierno, su interlocutor fingía mirar su BlackBerry. La conclusión de la exsenadora: “No hay que confiar en ese malnacido”. Su esposo añadiría: “Obama está convencido de ser brillante y le encantaría clonarse. Piensa que nosotros somos demasiado siglo XX”. Michelle no se queda atrás en sus críticas a Hillary y la habría apodado “Hildebeest”, en referencia a un ñu del parque Serengeti, en África.

En términos de apariencia, el propio Clinton le habría pedido a su mujer hacerse un estiramiento facial para obtener mayor éxito en campaña, y comoquiera que ella, furiosa, se rehusara, él mismo visitó al esteticista.

Aunque la hoja de vida de Klein incluye publicaciones prestigiosas como Newsweek y Vanity Fair, han despertado suspicacias el anonimato y los diálogos rebuscados de sus fuentes. Él se defiende alegando que muchas de estas han sido empleados de las familias presidenciales que no hablan fluidamente el inglés, como las manicuristas de Hillary, que supuestamente son de Islandia y a quienes ella acude porque cobran barato.

Lo cierto es que su editorial original, Harper Collins, no se atrevió a respaldar esta nueva obra pese a que él se ufana de haber realizado una labor investigativa de diez años. En 2005 ya había salido a la luz su libro The Truth about Hillary, en el que insinúa que Hillary es lesbiana y que Chelsea fue el producto de una especie de violación. Ahora revela que a sus 66 años ella no goza de buena salud y que ha ocultado sus problemas cardiacos. En cuanto a Obama, hace un par de años escribió The Amateur y no se cansa de referirse a que las tensiones de su matrimonio llegan a tal punto que él y su esposa incluso suelen dormir en cuartos separados.

Para los seguidores de los Clinton se trata de una andanada conservadora y se dice que su equipo ha tratado de que los medios ignoren este tipo de textos. Sin embargo, eso no impidió el revuelo que ha causado The First Family Detail, de Ronald Kessler, el periodista que destapó el escándalo de los agentes del Servicio Secreto de Obama que contrataron prostitutas en Cartagena. Mientras Hillary se empeña en decir que hace mucho dejó atrás el tema de Monica Lewinsky, Kessler vuelve a referirse a las infidelidades de su marido, esta vez con una amante cuyo nombre en clave es “Energizer”. Se trata de una mujer despampanante, que reparte galletas a los empleados y que entra “como Pedro por su casa” en el hogar al marcharse la señora Clinton. El autor cuenta que la seguridad de la exprimera dama avisa a la de Bill cuando ya está de regreso, sin remordimiento, pues ella tiende a ser hostil con los oficiales encargados de protegerla, “quienes consideran un castigo esta asignación”.

A esta colección literaria se suma Clinton, Inc., de Daniel Halper, que cataloga a Hillary de haber sido una marihuanera. Añade que los Kennedy tampoco la quieren y que ella convirtió el episodio Lewinsky en su gran oportunidad para ganarse la simpatía popular. Al expresidente lo describe como un mujeriego calculador y traicionero, y completa la “Santísima Trinidad” con Chelsea, en sus términos una niña mimada que vive en un apartamento de más de 10 millones de dólares pagado por sus papás, porque ella se la ha pasado estudiando en lugar de atender un trabajo real. Juntos funcionan como una maquinaria que usaría técnicas de difamación para amedrentar a sus adversarios.

Estas afirmaciones no parecen el tipo de publicidad que una posible candidata necesita. “Esas biografías no la sorprenden. Los chismes, rumores y a veces las mentiras son parte de ser una celebridad política. De hecho, debería preocuparse si nadie estuviera hablando de ella”, explicó a FUCSIA Ellis Cashmore, autor del libro Celebrity Culture. “Su esposo cambió el panorama en su primera campaña presidencial, en los años noventa, cuando sus asesores se dieron cuenta de que la cultura de las celebridades lo envolvía todo, desde la religión hasta la educación. Después de Bill, los políticos están preparados para este tratamiento mediático y para que sus vidas privadas sean investigadas con detalle forense”.

Haciendo honor al título de su libro, Hillary Clinton ha dejado claro que todavía tiene una decisión difícil de tomar. De lanzarse al ruedo y ganar la contienda, llegaría a la presidencia a los 69 años. Pero como lo expresó a The Times, “ha habido muchos abuelos en la Casa Blanca, así que decir que una abuela está descalificada es ridículo”.