El azúcar, enemigo público N° 1

Fucsia.co, 30/3/2014

Miembros de a comunidad médica han condenado a este producto alimenticio. Obesidad, Alzheimer, diabetes y cáncer son algunos de los cargos que se le imputan. Pero el prófugo está oculto en todas partes, conquistando más adictos de forma secreta.

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Duelo que se respete pasa por la negación. Así sucedió con el cigarrillo: cuando se conocieron los primeros estudios científicos que vinculaban el hábito de fumar con el cáncer de pulmón, debido a la presión de las grandes tabacaleras, tuvieron que pasar alrededor de 50 años para que se produjeran las regulaciones pertinentes. Aunque hoy sean normales los espacios públicos “libres de humo”, tal medida era impensable en otra época. Ahora el azúcar parece ser el nuevo “tabaco”, el villano del momento, aunque los señalamientos son de vieja data.

En los años setenta el nutricionista británico John Yudkin expresó en su libro 'Pure, White and Deadly', que el azúcar, y no las cuestionadas grasas, era el principal responsable de enfermedades cardiacas, diabetes y obesidad, y lo acusaba de “estar matándonos”: “si llegara a revelarse que otro aditivo causa una mínima parte de estos efectos sería prohibido”, manifestó. Pero la industria de los alimentos, haciendo caso omiso de aquellos hallazgos, se alzó victoriosa con el boom de los productos bajos en grasa “que realmente tienen niveles escandalosos de azúcares”, escribió el cardiólogo Aseem Malhotra en el diario inglés The Guardian.

Ese texto del pasado es promovido en la actualidad con un cierto tono de “se los dije”. Porque debido a que los problemas de sobrepeso han adquirido dimensiones de epidemia, lo que está de moda es culpar a esa sustancia blanca, pura y mortal de todos los males. En su texto Suicide by Sugar, la especialista Nancy Appleton mencionó 143 motivos para evitarla. Y se convirtió en un fenómeno viral la conferencia “La amarga verdad”, que el pediatra endocrinólogo de la Universidad de California Robert Lustig dio en 2009 y que, hasta la fecha, ha sido vista por más de cuatro millones de usuarios. “En Estados Unidos estamos consumiendo en promedio unas 22 cucharaditas de azúcar al día. La American Heart Association afirma que deberíamos reducirlas a solo 6, en el caso de las mujeres (24 gramos aproximadamente), máximo 9, en el de los hombres, y 4, en los niños”, comentó el experto a FUCSIA. Para algunos, tales “cucharaditas” incluso deberían contemplar la miel y los jugos de fruta. “De los 600.000 productos disponibles en los supermercados norteamericanos, 80 por ciento tienen azúcar añadida. Lo peor es que hay 56 nombres para referirse a ella que la gente no conoce. ¿Cómo se va a reducir la ingesta si ni siquiera se sabe qué se está comiendo?”, observa.

Su voz se ha unido al coro internacional de protestas médicas que están impulsando a los organismos de control para que tomen medidas. Recientemente una campaña llamada “Action on Sugar”, emprendida en Londres, empezó a alertar sobre la urgencia de que las compañías bajen en un 30 por ciento la cantidad de azúcar añadida en sus productos. En su columna, Malhotra también protestó porque desde 2003 no ha habido una renovación real de las guías, aunque advirtió que un comité de expertos ha aconsejado a la Organización Mundial de la Salud revisar los límites. Una lucha que no será fácil, según el especialista, porque detrás están los intereses de una industria “que gasta millonarias sumas en campañas” con el fin de promover, como si fueran saludables, “comida chatarra y bebidas endulzadas para atrapar a los miembros más vulnerables de la sociedad”.


La lista de los males que causa el azúcar va más allá del sobrepeso y la caries:


“Las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, la diabetes y el cáncer matan a 35 millones de pacientes anualmente. Una mala dieta es más responsable que el cigarrillo, el alcohol y el sedentarismo combinados. ¿Pero cuál ingrediente debería ser perseguido? La evidencia sugiere que el azúcar”, explica el cardiólogo Aseem Malhotra.

“Conozco unas 170 dietas: está la que elimina las grasas y la que es fanática de estas. Pero en lo que todas convergen es en evitar el azúcar y los carbohidratos refinados”, analiza la nutricionista Carolina Camacho.

El médico Robert Lustig ha tildado a la fructosa de ser veneno, pues aunque se encuentra en las frutas, es sintetizada en un laboratorio. Ha sido asociada con la epidemia de sobrepeso infantil, demencia, Alzheimer, presión y colesterol altos.

Recientes estudios de Yale sugieren que por su culpa no se activa la parte del cerebro que le advierte al organismo cuándo está lleno. Los refrescos resultan más peligrosos, pues el mecanismo del hambre no registra las calorías de azúcar diluida, de manera que se toman muchas de más sin saberlo. Aun así, no hace falta estar gordo para presentar sus efectos como un daño hepático.

La obesidad es desencadenante de otros problemas como enfermedades cardiovasculares y diabetes. Esta última, a su vez, incrementa el riesgo de infarto, derrames, falla renal, amputación de las extremidades y pérdida de visión. Lustig advierte que el azúcar es once veces más potente como desencadenante de la diabetes que las demás calorías.

El Center for Disease Control and Prevention estima que si el 15 por ciento de las calorías que consume una persona provienen del azúcar, tiene un 18 por ciento más posibilidades de morir por problemas del corazón. Si la ingesta sube al 21 por ciento, el riesgo se duplica.

El azúcar genera pérdida de memoria, y en los niños incrementa el déficit de atención e hiperactividad. Altera el estado de ánimo.

La alta ingesta de azúcares hace que el organismo presente resistencia a la insulina y algunos estudios han demostrado que este factor se relacionaría con el cáncer. La dietista Kristin Kirkpatrick escribió en el Huffington Post que habría una asociación negativa entre un gran consumo de azúcar y almidón y las tasas de supervivencia de pacientes con cáncer de colon y de mama.

La ñapa: afecta el sistema inmune y causa alergias.

“La piel es el espejo del organismo y debido al exceso de azúcar se presentan desórdenes metabólicos que impiden excretar las toxinas de manera adecuada”, afirma Luis Miguel Parra, especialista en medicina antienvejecimiento. Altera la estructura del colágeno y aparecen más arrugas prematuras. Además, produce acné.

Expertos aseguran que los edulcorantes artificiales, por ser más dulces que el azúcar regular, aumentan la ansiedad de comer más alimentos con ese sabor. También han sido objeto de críticas por supuestos efectos secundarios.


Omnipresente

El azúcar es como una droga que está en todos lados, hasta en productos que no se asocian con el dulce, como la salsa para pastas o el aderezo de ensaladas. Una mayonesa baja en grasa, por ejemplo, es en un 22 por ciento azúcar. Los hombres de las cavernas no tenían el dulce al alcance de la mano, debían buscar la miel, y las frutas se daban por temporadas. En el presente, dejar este ingrediente de lado ya no parece ser una opción exclusivamente personal. Los abanderados de la cruzada antiazúcar sugieren abstenerse de adquirir alimentos que tengan este ingrediente entre los primeros tres de la lista y detectarlo, porque sus derivados terminan en la palabra “osa” como maltosa. Para el cardiólogo Aseem Malhotra raya en el cinismo asociar alimentos azucarados con el deporte y el estilo de vida saludable: “Mars es patrocinador del equipo de fútbol inglés y una de sus barras de chocolate contiene 8 cucharaditas de azúcar”.

En su página web, la Sugar Association defiende al azúcar como “un alimento esencial”, y expresa que gracias a ella, productos como cereales y yogures le saben mejor a los niños de manera que comen cosas más saludables. Sus detractores consideran que ese es precisamente el camino para generar la adicción.


Dulce adicción

El disco duro del ser humano de alguna manera ha sido programado para el sabor dulce, el primero que acepta, empezando por la leche materna. Pero para entender en dónde se complica este romance hay que tener claro que el término “azúcar” es usado como un genérico para referirse a los carbohidratos simples, que incluyen monosacáridos como la glucosa y la fructosa, y disacáridos como la sacarosa (compuesta por los dos anteriores) que es la que se usa en la mesa.

“Los carbohidratos son el combustible celular, la principal fuente de energía; el cerebro necesita 80 gramos al día. Se convierten en glucosa que es nuestra gasolina y por eso son esenciales en la dieta, sin caer en excesos”, advierte la nutricionista Carolina Camacho. “Sin embargo, el azúcar añadida, es decir la que se utiliza en la producción de alimentos y bebidas o la que es refinada y agregamos a nuestras comidas, no tiene valor nutricional y por eso se habla de que aporta calorías vacías, sin minerales ni vitaminas”. Tampoco causa saciedad, por el contrario, genera más hambre: en su mayoría este tipo de azúcares se absorben rápidamente, estimulando los niveles de insulina, encargada de transportarlos. “Esos picos se bajan enseguida y por eso el cuerpo sigue pidiendo”. Dada la cantidad que se consume hoy en día es muy difícil que se quemen como energía de manera que son transformados en grasa por el hígado.

Para el endocrinólogo Robert Lustig los azúcares generan una adicción y su consiguiente síndrome de abstinencia, comparable a lo que sucede con las drogas: activan el sistema de recompensas en el cerebro, se incrementa la dopamina, el neurotransmisor del placer, y cada vez se necesita comer más para obtener el mismo efecto. Experimentos en ratas demostraron que estas preferían el agua endulzada a la cocaína.


Tips básicos para una buena alimentación

1. Comer frutas enteras
, pues pese a su azúcar, “son fuente de fibra que reduce sus niveles de absorción”, señala Robert Lustig. Pero los jugos suelen perder esa propiedad y además engordan porque “terminamos tomándonos una cantidad de azúcar en la medida en que necesitamos de tres naranjas para llenar un vaso”, comenta Camacho.

2. Incluir en la dieta carbohidratos altos en fibra
(como pasta y arroz integrales, granos y vegetales), porque su absorción es más lenta y no se estimula tanto la producción de insulina, y acompañarlos con proteínas para una mayor saciedad. Las semillas y nueces resultan ser una buena alternativa de snacks.

3. Evitar al máximo el azúcar de mesa
, ya sea blanca o morena.

4. Disminuir la ingesta de alimentos procesados
(productos empacados) y apostarle a lo natural. “Y cuando se consuman sugiero revisar que no tengan más de 14 gramos de carbohidratos. Son comunes las galletas que se promocionan como saludables pero que de todas maneras pueden engordar”, opina Carolina Camacho.

5. Hacer ejercicio, este combate la ansiedad frente al azúcar.