bicentenario

Los viajeros en 1810

Selección de textos: Pablo Rodríguez, 11/3/2010

Las observaciones de algunos viajeros sobre las mujeres colombianas establecen una comparación con las de sus países y develan detalles sorprendentes acerca de las damas criollas.

Los viajeros de 1810 - Foto:

Por Pablo Rodríguez
“Las damas de alto rango de Bogotá son generalmente de pequeña estatura, pero bien formadas, y pueden vanagloriarse de tener pies tan lindos y tobillos pequeños como cualquier mujer del mundo; éstos están siempre cubiertos por hermosas medias finas de seda y calzado lujoso. Como las mujeres de España, caminan con gracia y dignidad y son, así mismo, coquetas y juguetonas con sus abanicos. El traje matinal parece de momento extraño, pero después pensé que les caía bien”.

Baile
“En general tienen muy buen oído para la música, pero hay una falta lamentable de maestros y buenos instrumentos musicales, debido a las dificultades y gastos enormes para subir un piano desde la costa hasta la capitales. Las damas bailan bien y con mucha gracia; las contradanzas españolas se prestan especialmente para exhibir las diferentes aptitudes del cuerpo. El vals es también un baile favorito. En mis visitas matinales a las damas las encontré sentadas sobre cojines colocados sobre alfombras al estilo oriental, y ocupadas bordando en tambores; una negrita esclava acurrucada cómodamente en un rincón del cuarto, estaba lista a las órdenes de su ama”:

En la calle
“Un extranjero, después de su llegada (a Bogotá), se sorprendió de encontrar en las calles a una hermosa mujer muy bien vestida fumando tabaco con la mayor despreocupación; aun cuando la dama tenía un lindo sombrero colocado coquetamente a un lado de la cabeza, con un hermoso collar de perlas, los dedos llenos de anillos, una bata de seda negra adornada con numerosos abalorios cubriendo su esbelta figura, su sorpresa fue todavía mayor al mirar hacia abajo y descubrir que estaba sin zapatos ni medias; los pies, aun cuando estaba descalza, estaban muy limpios y aseados. A estas damas les disgusta ir calzadas tanto como a un caballo le gusta andar suelto hasta que tiene cinco o seis años de edad y muchos de los jóvenes elegantes admiran a estas damiselas sin medias ni zapatos.

“De gustibus nondisputandum est: El fumar entre las damas de la alta clase, sólo se hace en secreto, pero me dijeron que hace cuatro o cinco años se veían a muchas fumando en los bailes públicos”.

Baile de disfraz
“Julio 30 (1824). Di un baile de disfraces y una cena a Su Excelencia el Vicepresidente, a los ministros y a todos los miembros del Congreso, así como también a toda la gente elegante de Bogotá. Con el fin de reunir entre los invitados a lo más selecto posible, dos damas de alto rango me dieron la lista de las personas que debía invitar. El baile de disfraz resultó muy lucrativo para todos los sastres, que estuvieron muy ocupados, por primera vez, en la confección de pantalones cortos. Nos causó gran hilaridad ver a un joven francés aparecer con un par de pantalones blancos de seda y un distinguido caballero presentó sus excusas por no asistir al baile debido a que los sastres tenían tanto trabajo entre manos que no pudieron terminarle sus calzones”.

A la francesa
“En la noche del día 7 de agosto de 1824, Su Excelencia el Vicepresidente Santander dio un espléndido baile y una cena a toda la gente conspicua y a todos los extranjeros de Bogotá; este alegre baile duró hasta las primeras horas de la madrugada. Había mujeres muy hermosas en este baile, muchas de ellas estaban divinamente vestidas “a la française”. En esta fiesta vi una gran cantidad de señoras con tapados, o vestidos con la cabeza cubierta, que permanecían en otra habitación y eran únicamente espectadoras de la fiesta. El Vicepresidente es un buen bailador y le gusta divertirse”.

Baño en el río
“En el verano, entre las 5 y 6 de la mañana, las damas de la alta sociedad salen a bañarse en su límpida linfa. La primera vez que fuimos a bañarnos en el río Mr. Cade y yo, topamos de improviso (¿podría jamás decir por desventura?) con un grupo de estas náiades, causándoles alarma, pero desde luego, nos retiramos sin detenernos siquiera a decir: ‘¿Importunamos?’. Debo apuntar, con todo, que no pudimos menos de volver la vista al efectuar la retirada, aunque se nos hubiera amenazado con el castigo de Peeping Tom of Coventry, y así pudimos ver flotando desgreñadas las largas trenzas de estas deidades cuya belleza se recataba apenas en un ligero peplo azul. Por lo demás, el baño se considera en toda la región como preservador de la salud”.

La bella Bernardina
“Las bellezas de aquí no son ni en sus medidas tan armoniosas, ni en el color de su cara y en su porte tan bonitas como las europeas, por más que sus ojos brillen intensamente y su pelo sea profundamente negro. Sólo en muchachas muy jóvenes se ven las mejillas sonrosadas, la mayoría tiene un color gris o moro en su cara. Sin embargo, claro está, también hay bellezas que aun en Europa llamarían la atención, por ejemplo la bella Bernardina, perteneciente a una de las mejores familias bogotanas, de 17 años y llena de vida y gracia, posee un hermoso cuerpo de estatura media y unos ojos increíblemente bellos. Ella sabía bien la ventaja de sus atributos.

“El pelo, de un negro intenso, caía sobre sus hombros tejido en trenzas graciosas; las mejillas resaltaban con rosas y lilas sobre una cara de un pardo suave y sus dientes, tan blancos como perlas, brillaban maravillosamente a través de sus labios. Ella era objeto de la envidia de todas las damas y fue admirada como la mujer más bella que jamás se ha visto en Bogotá”.

A la inglesa
“Tanto los hombres como las mujeres se visten a la inglesa; éstas van sin sombrero y llevan el pelo recogido en trenzas que les caen por la espalda. En general, en el vestir, hay más elegancia en Cartagena y más originalidad en Santa Fe. Las mujeres del pueblo conservan los vestidos con volantes y encajes que ya no se usan en Francia desde hace mucho tiempo; se suelen sonar con los puños de la chambra y tienen la extraña costumbre de guardar en el pelo el dinero y los cigarros”.

Mujeres liberadas
“Tanto bajo climas tan diferentes como son el de Los Andes y el de Los Llanos, las mujeres ejercen sobres sus maridos, ociosos y enervados, una influencia irresistible. Lejos de estar encerradas detrás de rejas, a las mujeres todo les está permitido: diversiones, visitas y bailes, sin que estén constreñidas por la vigilancia de sus maridos, que pocas veces las acompañan. Los esclavos en las regiones cálidas y las doncellas en las frías son las únicas personas que saben de sus idas y venidas, puesto que las acompañan”.