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‘Mad Men’ ¿Un reflejo de nosotros mismos?

Por Luis Carlos Chacón J., 4/1/2011

Una mirada al retrato que los creadores de la laureada serie norteamericana hace sobre los publicistas y el mundo que los rodea.

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Aparte de escribir de cine, he trabajado en las oficinas de Bogotá de dos de los grupos de agencias de publicidad más importantes del mundo. Una industria que, desde mi punto de vista, está conformada en su mayoría por gente talentosa, pero que a la vez tiene personas con una sobrecarga de ego que hace que algunos desde afuera la consideren “frívola”. ¿Qué tan cierta es esta afirmación? Sólo se sabe cuando se ha estado dentro, muchos no han visto lo arduo de un oficio que al mismo tiempo se rodea de todos los elementos de moda.

Cuando llegó el momento de escribir sobre Mad Men (a petición de la revista FUCSIA) pensé en comparar la industria publicitaria de la época con la actual, a partir de mis experiencias, sin embargo, esto se queda atrás en el momento en el que se descubre que esta serie no sólo está “de moda”: con cuatro Globos de Oro y 13 Emmy ganados en tres temporadas, el programa ha sido elegido desde su inicio como la Mejor Serie Dramática de la industria de la televisión estadounidense.

Además, tiene una realización elegante basada en una ambientación cargada de detalles, nadie puede negar que todo sucede en el mundo chic de la Nueva York de los años 60. A esto hay que sumarle los temas que toca, como el feminismo, el racismo y la homosexualidad, con guiones profundos que en todo momento muestran un pensamiento abierto y a la vez discreto en todos los personajes.

Buena parte del guión cae en Jon Hamm, el actor que interpreta al enigmático Don Draper, que fue elegido por los internautas de AskMen.com como el hombre más influyente del 2009. Estos ingredientes han convertido a Mad Men en una serie de culto, con fans declarados de la talla de Barack Obama, Jack Nicholson o Meryl Streep, y que ocupa las páginas de las principales publicaciones. Con este éxito, ya está confirmada la quinta temporada de la serie.

Sin embargo, es claro que tantos adeptos no se ganan sin un discurso de fondo: ¿qué hay detrás de la fascinación que provoca un grupo de publicistas neoyorquinos de los años 60 que visten traje de franela y beben whisky desde por la mañana? En primer lugar, el telón de fondo de 1965, año en el que los Beatles volvieron a conquistar a Norteamérica con Help y Yesterday, los Stones iniciaban su ascenso imparable con Satisfaction, Cassius Clay ganó el Campeonato del Mundo de los Pesos Pesados y el drama de Vietnam hacía tambalear a la primera potencia mundial. Esa época que en Estados Unidos marcó la cristalización del capitalismo publicitario, una sociedad opulenta basada en consumir antes que en sentir.

Por otro lado, hay un cinismo que corre por las venas de todos los personajes. Don Draper es un director creativo aleccionador que se aplica para sí mismo otro tipo de códigos morales. Pete Campbell (Vicent Kartheiser) le pide a su mujer, Trudy (Alison Brie), que no lo deje solo nunca, tras haberla engañado mientras ella estaba fuera de la ciudad… así se van mostrando seres ambiciosos y competitivos, profundizando en temas como el acoso laboral, el papel de la mujer dentro y fuera del trabajo, los hogares rotos, el racismo o la infidelidad. Todos expuestos tal y como se daban en la época, sin filtros y sin juzgarlos.

Entonces, desde mi forma de interpretar el tema, Mad Men es exitosa gracias a que su creador, Matthew Weiner (que también está detrás de The Sopranos), no la pensó como una serie de época distanciada en el tiempo, cuyos personajes quedan lejanos, sino que explica al hombre contemporáneo, confuso y loco (mad, en inglés) ante una sociedad cada vez menos sensible, más consumista y siempre virtual. En el cabezote de la serie se muestra a un hombre cayendo al vacío, que no sabe dónde está y que se desvanece en una sociedad que ha perdido relación con la realidad.

Según Nietzche: “El mundo es un círculo que ya se ha repetido una infinidad de veces y que se seguirá repitiendo”. Mi recomendación para ver esta serie es pensarla como un reflejo de nosotros mismos, más que como un referente de la frivolidad del mundo publicitario; y que va a descubrir varios defectos de la sociedad actual dentro de una estética que no olvidará.