Con alma ancestral

Fucsia.co, 11/10/2017

Los cinco diseñadores y marcas elegidas para presentar sus propuestas en las pasarelas de B Capital de la mano de FUCSIA nos cuentan cómo fue su experiencia de creación de la mano de indígenas wounaan y emberá en el Chocó y cómo capitalizaron la técnica de las chaquiras en sus colecciones.

ISABEL HENAO Su punto de inspiración fueron las flores de cayena que las mujeres emberá usan como coronas en sus festividades. - Foto:

Ir a un lugar desconocido —si bien está en el propio país—, ser testigo de los contrastes sociales, de la pobreza, del desplazamiento y salir enriquecido. Así describen su experiencia de cocreación en el Chocó Manuela Álvarez (MAZ), Carolina Sepúlveda (Aldea), Isabel Henao, Adriana Tavera y Diana Molina, gerente de Angel Jeans (una marca del proyecto Neos Moda), quienes fueron elegidas para ir a esta región del país a conocer la técnica de las chaquiras y a sus autores, los indígenas emberá-chamí y wounaan-phour.

La invitación fue extendida por la revista FUCSIA que, con el respaldo de Club Colombia, Artesanías de Colombia y su programa de Atención a la Población Desplazada (APD), permitieron que estos creadores tuvieran el privilegio de vivir tres días de un taller experiencial intenso (módulo final del programa Maestros Ancestrales creado en conjunto con el Inalde) en el que este arte manual fue protagonista.

Al impacto inicial de estar frente a dos comunidades que han sufrido en carne propia la guerra, que han sido marginadas de sus tierras y obligadas a sobrevivir una realidad impuesta (dejaron de pescar para vivir y ahora tejen para comprar el pescado) sobrevino un profundo agradecimiento: estas personas, colombianas pero con una cultura diferente —mucho más antigua y sabia que la nuestra—,ofrecieron con sincera generosidad sus conocimientos sobre una técnica artesanal que quizás no ha sido suficientemente valorada en el país. “Éramos absolutos extraños para ellos y nos abrieron, literalmente, las puertas de sus casas con la intención de enseñarnos sus cosas, su cultura”, dijo la diseñadora de la marca MAZ, Manuela Álvarez, luego del viaje.

“Cuando llegué a la región vi rostros de mujeres, hombres y niños con curiosidad y con ilusión, con color en sus almas y atuendos, pero también con incertidumbre y desconfianza, algo normal en comunidades que han sido abusadas, engañadas y despojadas”, confesó la creadora de joyas Adriana Tavera. Ella se sintió honrada de que los emberá y los wounaan hayan sido tan pacientes y desprendidos con sus saberes para hacer realidad la colección que presentará —junto con las otras tres diseñadoras y la marca de jeanswear— en la pasarela FUCSIA-Maestros Ancestrales en B Capital, el evento de moda en formatos no convencionales que tendrá lugar del 18 al 20 de octubre.

Intercambio de saberes

El intercambio fue muy interesante, aunque complejo, debido a la barrera del lenguaje (la mayoría de las artesanas hablan muy poco español). Logramos encontrar un camino de fácil entendimiento para ambas partes por medio de dibujos y señales. Fue un aprendizaje increíble haber trabajado con ellas en Chocó; todo lo que teníamos en mente mutó a través de sus manos. Haber vivido esta experiencia todavía sigue siendo irreal para nosotros”, cuenta la diseñadora Isabel Henao sobre esos días.

Cada creador trabajó con un grupo de indígenas, casi todas mujeres, pues son ellas las encargadas de transmitir la técnica de generación en generación. “Les presenté mi colección y ellas me mostraron los accesorios que realizan con chaquiras. A partir de ahí, concretamos los tipos de tejidos que íbamos a usar para la elaboración de las piezas que lleva la colección. Como lo mío es más de formas y lo de ellas de técnica, me preguntaba cómo se podría lograr cierto diseño (geométrico, por ejemplo) a partir de su técnica, y ellas, a medida que iban desarrollando las muestras, me preguntaban si la forma que hacían tenía concordancia con la propuesta”, explica Carolina Sepúlveda, diseñadora de la marca Aldea.

Así fue el proceso en cada equipo. Indígenas y diseñadoras ‘negociaron’ un punto medio que les permitiera a las primeras trabajar en lo que saben sin transformar radicalmente su técnica —lo que equivaldría, básicamente, a empezar de cero— y a las segundas lograr introducir, a su estilo, el saber hacer de las artesanas sin transgredir su cultura. “Algunas veces me adapté a la técnica y a sus posibilidades pero sin dejar mi estética, respetando la forma y el color como valores de mi propuesta y buscando en lo primario el equilibrio”, confiesa Adriana.

“Tenía muy claro desde el principio qué era lo que quería hacer con esta técnica; sin embargo, eso significaba sacarlas un poco de lo que tradicionalmente realizan, porque era la manera en que me funcionaba para mi estilo de diseño. Yo sabía que eso iba a ser un primer gran reto. Tuve que explicarles, mostrarles muchos referentes y que definiéramos cuál era el método más propicio para lograr ese objetivo: hacer que se viera como lo que yo quería en la referencia y como me lo imaginaba en mi cabeza, y lo que ellas buscaban y podían darme. Teníamos que lograr un punto medio”, cuenta Manuela.

Artesanía + diseño

Luego de este gran reto sobrevino el periodo de creación y fusión de saberes: los del diseño y los de la artesanía. “Una de las cosas que caracterizan mi estilo es que es muy liviano y fluido; esta vez no será tanto. Como la técnica que estamos trabajando es con chaquiras, estos dos conceptos se alejan automáticamente porque los materiales deben tener otras características para poder aplicarla”, revela Carolina. Sin embargo, para ella sigue siendo una colección orgánica y eso hace que, independiente del material, lo liviano y lo fluido aparezca, así sea de forma conceptual.

A Isabel Henao integrar artesanía y diseño le pareció un proceso muy natural, pues realizó con las chaquiras lo que usualmente hace con otro tipo de materiales: crear apliques y detalles para las prendas. Entre tanto, Adriana Tavera fusionó en sus accesorios la técnica ancestral con el arte (se inspiró en el arte cinético y en especial en la obra de Jesús Soto, por su movimiento y color) y el diseño, y combinó el material (las chaquiras) con otros como cuero, plata, lino y algodón, que son parte del ADN de su marca.

El caso de Manuela fue diferente. “Mi estilo es superminimalista, con estructuras, es un ‘sartorialismo’ masculino feminizado, es paño, es textura… es cero chaquiras. Pero cuando Artesanías de Colombia nos compartió su investigación de la región y en especial de estas comunidades indígenas, encontré una cantidad de referencias fantásticas, como por ejemplo que los hombres que hacen cestería en la región incluyen al final, en el borde, un recubrimiento de chaquiras. Ahí supe que sí me podía conectar. Y lo hice con los cuellos y los puños de mi camisería masculina en los que realicé todo un bordeado de chaquiras a mano. Así pude conectar mi marca con la estética de ellos”, admite Manuela, quien bautizó su colección Sastrería Emberá.

Los resultados de esta cocreación podrán ser vistos en una pasarela inédita pues habrá una única y gran protagonista: la chaquira, que se verá en cinco versiones completamente diferentes. Estas cinco colecciones serán el testimonio de que lo artesanal se puede traducir al lenguaje de la moda y esto asegura el futuro no solo de la técnica, sino también del sustento de quienes la ejecutan.

Pero es solo un primer paso; para darle continuidad a este tipo de iniciativas, hacen falta más manos. Cuantas más marcas y diseñadores se sientan atraídos por esta u otras técnicas ancestrales de nuestro país, mejores condiciones de vida tendrán los autores y sus familias. “Esta es la razón por la que hemos puesto todo nuestro empeño y esfuerzo en este proyecto. Soñamos con una cadena de producción sostenible que transforme radicalmente sus circunstancias actuales de vida”, subraya Isabel. “Tenemos una obligación con ellos, la obligación de generarles un cambio, así sea aportar un pequeño grano de arena; eso puede hacer la diferencia”, concluye Manuela.