columna

Mis mil amigos de ‘Facebook’

Revista Fucsia, 15/9/2008

Los amigos de uno hablan de uno, o eso es lo que yo intuyo en Facebook. Aquí algunas revelaciones.

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Revista Fucsia
 
Hay un nuevo pasatiempo que he institucionalizado dentro de mi jornada laboral en esta tranquila agencia de publicidad de media tabla, que desgrana mis neuronas cuarentonas tratando de que nuevamente sea creativo, pero cada vez la situación empeora.
Pero bueno, todo hay que mirarlo con mente positiva.

Se trata de husmear en Facebook para ver quién es amigo de quién, e ir construyendo la verdadera red social de nuestra farándula o jet-set criollo.
Un día un amigo me dijo que la única lección valiosa aprendida en un curso de seis meses en Harvard fue mantener bien aceitada su red o cadena social para salir adelante. El tema me sonó tanto, que he pretendido hilar la mía, pero los eslabones dan lástima: no hay nadie influyente entre mis conocidos.

Eso más o menos es lo que se ve en Facebook. Confieso que siento morbo (en el buen sentido de la palabra) al ver las fotos de mis conocidos; mirar quién tiene un amigo famoso o quién es el ingenuo que todavía cuelga todas las imágenes del colegio, la universidad, las fiestas o las vacaciones. Hay algo retorcido en esta confesión social, tal vez el inventito de Zuckerberg me sacó el voyerista que llevaba adentro.

Por ejemplo, veo que los colombianos han armando una serie de aldeas chib-chombianas bien simpáticas con tintes regionalistas, algo de política y una buena dosis de influencia mediática. Hay un amplio grupo de uribistas que tiene varios amigos con los mismos apellidos: Hoyos, Correa, Jaramillo, Gómez, Restrepo, etc., etc.

Más o menos son los mismos que engrosan los grupos fajardistas, quienes se multiplican como gremlins en el ciberespacio. Todos ellos conocidos de Eafit, UPB o la Escuela de Ingeniería. Por lo general, no hay mucho famoso, de carácter nacional, en esas listas.

Hay otra aldea –diría yo de posmodernos– que tiene muchos contactos en el exterior, quienes trabajan en rutilantes multinacionales, o viven en ciudades alemanas, canadienses o australianas algo estrambóticas, tipo Dusseldorf, Quebec o Perth. Esos se reenvían columnas de Daniel Samper hijo, de Gustavo Gómez y les parece ya muy pasado de moda Sánchez Cristo. Hablan de las nostálgicas tardes de domingo en Andrés… o de sus primeros porros en Neusa. Por lo general sus críticas a lo que suene a colombiano los hace ver más intelectualoides en la Web.

Pero el elemento que más me llama la atención es el esfuerzo que todo el mundo hace en Facebook para verse global en la fotico que pone en su página. El retrato debe ser al aire libre, practicando un deporte extremo (sólo se valen motos grandes y caballos árabes), o con escenarios que dejen un segundo plano, en el que se vea una pirámide egipcia, la Torre Eiffel, la estatua de La Libertad, etc. Cuanto más extremo sea el fondo mejor hablará la foto.

Otra cosa que no entiendo, es cómo una persona puede tener ¡2.112 amigos! Ese es el caso de la página de Facebook de Samper Ospina. Tal vez esa no sea su página oficial y unas fans le montaron toda esa plataforma de delfín político. Y tengo un amigo que ya llega a tres mil contactos, tristemente, soy uno más de ellos.

Pero lo que más me deprime son los jueguitos a los que nos retan en Facebook: no he podido pasar de 100 puntos en bolos, tengo el lenguaje de una porrista y en mi evolución no paso de mandril.

Tal vez todo eso es lo que me hace un resentido con esa vaina que nos envolvió a todos.