Cuidado del bebé y del planeta

Fucsia.co , 12/5/2016

Con las constantes noticias de los problemas ambientales de nuestro planeta muchas mamás se han puesto en la tarea de adoptar prácticas ecológicas para el cuidado de sus hijos. Una manera de proteger el mundo que les dejamos y de darles conciencia frente a la importancia del medioambiente.

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Mucho se ha hablado sobre el calentamiento global y las medidas que podemos tomar para reducir nuestro impacto en el medioambiente. Cambiar el carro por la bicicleta, reducir el consumo de energía eléctrica y reciclar son solo algunos de los hábitos que constantemente aparecen como soluciones a este problema. Sin embargo, muy poco se habla del impacto ambiental que puede generar un bebé.

Traer un hijo al mundo es una experiencia que transforma la vida. No solo porque el amor y el vínculo entre una madre y un hijo es uno de los sentimientos más profundos que experimenta el ser humano, sino también porque el día a día se llena de rutinas que deben garantizar el cuidado de nuestro hijo, pero que también deben ser prácticas y ahorrar tiempo.

Por esta razón, durante décadas las mamás han optado por usar pañales desechables, comprar compotas procesadas y dar una vida útil de muy pocos meses a ropa y juguetes, lo que genera una cantidad inmensa de basura. Si un niño gasta en promedio seis pañales diarios, es posible que antes de que aprenda a controlar esfínteres haya consumido 6.000 pañales no biodegradables. Una cifra que se vuelve mucho más aterradora si se multiplica por los millares de niños en el mundo.

¿Cómo podemos cuidar de nuestro bebé y también de nuestro planeta? Muchas mamás con conciencia ambiental han intentado reconciliar estas dos orillas y han encontrado varias soluciones. A pesar de que muchas podrían asustarse con la idea de los pañales de tela o de hacer la comida de sus hijos, tenemos el testimonio de tres madres que han logrado adaptar estas prácticas. Para ellas, lo más importante es informarse y tener conciencia frente a cuáles son las mejores opciones que se ajustan tanto a sus rutinas como a su preocupación por el planeta.

“Se pueden hacer muchas cosas sencillas”

Para Claudia Bautista, una de las razones por las cuales ha aplicado prácticas de conciencia ambiental en la maternidad es que “nuestros hijos son los que van a tener que lidiar con un escenario tipo Twelve Monkeys si nadie se preocupa o intenta modificar costumbres”. Por esta razón, ha adaptado varias prácticas ecofriendly en su día a día como mamá: “Uso pañales de tela clásicos, que yo misma lavo a mano y que remojo inicialmente con el agua de la tina en que he bañado a mi hija el día anterior.

Compro frutas y verduras que se producen cerca de Bogotá para alimentarla —aunque no siempre son tan orgánicas como me gustaría—, preferiblemente de cosecha, no compro compotas u otros alimentos prefabricados y le preparo en casa sopas, papillas y demás. Tengo una silla para llevarla en mi bicicleta y trato de andar en ella más que en el carro de mi esposo.

Finalmente, soy parte de una larga cadena de ‘herencias’ de ropa que le llega a mi hija y yo hago circular posteriormente para que otros bebés la usen, compro la menor cantidad de ropa posible y trato de hacer lo mismo con los juguetes”. Frente al uso de los pañales de tela, es franca: “Puede ser complicado, pero se hace más sencillo a medida que uno investiga… además, el saldo pedagógico de perderles miedo a las sustancias que expulsa el cuerpo de un hijo es altísimo y muy útil para la vida”. Para ella, hay muchas cosas sencillas que se pueden hacer, aun si uno es una mamá que no cuenta con mucho tiempo: “Darle pocas carnes rojas —sabemos de los estragos en el planeta que genera su producción—, comprar vegetales orgánicos, preferir los alimentos que están en cosecha y procurar que sean productos de orígenes cercanos al lugar en que uno vive. Perderle miedo al ‘segundazo’ y darle mucha más vida a la ropa de los niños, que se les queda pequeña con tanta rapidez; evitar comprar cosas con envases plásticos y tratar de usar las cosas el mayor tiempo posible, en lugar de desecharlas por cuestiones de presión social”.

“Produce satisfacción y motivación”

Juanita Bautista es de las mamás que se han dado cuenta del daño irremediable que le causan los pañales desechables al planeta. De manera divertida anota: “Sería chévere echarle gasolina a un pañal desechable y ver qué pasa: yo creo que esas cosas son inmunes a lanzallamas”. Entre sus prácticas se encuentra: “Usar pañales de tela, ropa de segunda, no comprar juguetes y cuidar los que le regalan para después compartirlos, hacer compotas con las frutas y verduras que menos huella de carbón tengan (preferimos el plátano colombiano al melocotón chileno), usamos trapitos y compresas lavables en vez de toallitas húmedas, limitamos el uso de desechable al mínimo (a pesar de que sí usamos pañal desechable para la noche y los viajes)”.

Para ella: “Hacer todo esto produce satisfacción y motivación. Es importante liderar dando ejemplo y sin pontificar mucho. El mejor consejo que podría darle a una mamá que busca ayudar al medio ambiente es que se goce a su bebé y se goce esas prácticas, que nunca las vea como un tormento”.

“Lo simple es más fácil de lo que pensamos”

Diana Restrepo ha vivido tanto en países del Primer Mundo como en países subdesarrollados y ha podido ver con sus propios ojos cómo el consumismo desbordado y la falta de conciencia le hacen daño al planeta. Por esta razón cree que es importante volver a lo simple y enseñarles a sus hijos que “lo natural es lo esencial y que con prácticas, comportamientos y rutinas cotidianas podemos contribuir al planeta”. Entre sus prácticas se encuentran la lactancia materna exclusiva, la preparación de todos los alimentos en casa, idealmente orgánicos (no conservas de fruta o verdura comerciales, no paquetes, no azúcares), evitar al máximo el uso de productos cosméticos (talcos, cremas, champú de empaques plásticos), recoger agua de la ducha para bañar a su hijo, no comprar juguetes ni ropa nueva en el máximo posible e implementar el reciclaje en casa: “Mi hijo de 2 años ya sabe que hay tres canecas y pregunta en cuál va cada cosa, aunque no diferencia bien entre materiales, sabe que hay tres recipientes y tiene la precaución de preguntar”.

Para ella, aplicar todas estas prácticas fue complicado al principio, pero después entendió que solo necesitaba un esfuerzo extra para organizarse y luego fluyeron como parte del día a día. Su postura es muy clara: “Hay que seguir el instinto maternal y confíar en él. Es importante no dejarse llevar por los mitos de que todo hay que comprarlo y tenerlo. Vídeocámaras para el cuarto, sensores de movimiento, calentador de pañitos húmedos, ropa por toneladas comprada fuera y con meses y años de anticipación, y el deseo desesperado de suplir todo con juguetes y regalos… Lo simple es más fácil de lo que pensamos”.