Tienes derecho a estar triste después de una ruptura
Revista Fucsia, 18/9/2014
No hay que rehuir del duelo. La psicóloga clínica Isa Fonnegra describe las etapas de este proceso que tiene unos estadios naturales. En la medida en que estos se vivan con paciencia se logra que la herida duela menos y la cicatriz avance.

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“Los muebles nunca son un problema en las separaciones. Por más embebidos que estén de significados, siempre sirven y esa utilidad de algún modo les permite seguir viviendo, rehacer sus vidas en condiciones y contextos nuevos. Pero las fotografías, como la mayoría de esas nimiedades simbólicas que las parejas acumulan a lo largo del tiempo, pierden todo cuando el contexto que les da sentido se disuelve: no sirven literalmente para nada, no tienen ninguna posteridad. En un sentido, solo les quedan dos destinos: la destrucción o el reparto. El error de Rímini había sido no decidir nada... de modo que las fotos quedaron ahí, estancadas en la indeterminación, como amuletos que, retirados de circulación, no tuvieran otra cosa que hacer que acumular energía y sentido”.
Este fragmento de la hermosa y dura novela, El pasado, del argentino Alan Pauls, retrata una primera condición que, según la experta en duelo, Isa Fonnegra, es normal cuando una pareja se ha separado. Evitar. No solo es un proceso de evitar al otro sino que hay un shock emocional tal que a nivel intelectual se conoce y se acepta la decisión, pero a nivel emocional no se asimila.
Es un aturdimiento, una anestesia. No hay fuerzas para recoger o repartir las fotos, es difícil entender que algo se ha terminado, pero el problema radica en que para poder emprender un verdadero proceso de duelo y de recuperación será necesario salir de ese letargo, tomar decisiones. “El primer paso hacia la recuperación consiste en reconocer que la ruptura se produjo y que es un hecho real e irreversible. No es posible hacer un duelo si la pérdida no se ha consolidado”, explica la psicóloga clínica. Así, el duelo de Rímini, el personaje de la novela, empezará cuando decida botar o devolver las fotos. “Admitir exige aceptar, y aceptar exige cortar el vínculo”.
Lee también: Kit de supervivencia para superar la 'tusa'
Claro que es normal que emprender cualquier acción tome un poco de tiempo. El dolor amoroso es un momento en el que no somos los mismos, un periodo de transición, un no lugar, un espacio de detención en donde hay que dejar que la tristeza aparezca. “La sociedad le rehúye a la tristeza. La publicidad y el mercado están llenos de mecanismos de defensa para evitar estar triste; cuando un niño llora, surge de inmediato la compensación en forma de colombina y así la tristeza se suprime tanto de nuestras vidas que le tenemos miedo y nos parece mala y extraña. Pero en situaciones como esta uno tiene que llegar a saberse triste, a respetar y asumir eso”, asegura la experta autora del libro La separación de las parejas.
Vivir el duelo, llorar un rato, estar en casa y consentirse es una experiencia emocional imperativa y poderosísima. No elaborar los duelos, evitar la reflexión y entregarse a una acción inmediata como salir de fiesta y buscar una nueva pareja hacen que las personas repitan patrones, porque no se han dado el tiempo de entender qué es lo que anda mal con sus vidas y el amor. Hacen también que luego las pequeñas penas arrastren un dolor insospechado y purguen dolores del pasado y, lo más difícil aun, que las personas busquen fuera de ellas mismas que alguien les cierre una grieta interna que nadie más que ellas pueden cerrar.
Si bien la etapa de evitar es normal al principio, después de un tiempo prudente, que debe ser proporcional al tiempo que duró la relación y las expectativas que se habían puesto en esa persona, debe llegar la de la confrontación, la más dolorosa porque la realidad ya se ha aceptado. “Equivale a aceptar la muerte psicológica del otro como mi pareja, hay que desligarse interiormente de este y asumir la nueva soledad. Pero estos momentos, aunque dolorosos, son fuente de profundos y sabios aprendizajes. Difícilmente podemos lograr, en el carnaval, los niveles de introspección que nos trae la tristeza”.
Luego vendrá la tercera etapa, el restablecimiento del equilibrio y el control. La herida deja de doler y la cicatriz avanza, la pena amorosa da tregua al espacio mental y caben otras ideas en la cabeza. “Para llegar a este restablecimiento habrá, sin embargo, que pasar por procesos difíciles como recordar –aunque existe una errónea creencia de que evitar los recuerdos ayuda a sanar– y readaptarse a las nuevas circunstancias”, explica Isa Fonnegra, para quien recurrir a antidepresivos para sentirse mejor ante la llamada “tusa” es un error si no se está enfrentando un verdadero caso de depresión: “Hay que diferenciar esta de la tristeza y entregarle las lágrimas a ese amor que se ha ido, con paciencia”.
Este fragmento de la hermosa y dura novela, El pasado, del argentino Alan Pauls, retrata una primera condición que, según la experta en duelo, Isa Fonnegra, es normal cuando una pareja se ha separado. Evitar. No solo es un proceso de evitar al otro sino que hay un shock emocional tal que a nivel intelectual se conoce y se acepta la decisión, pero a nivel emocional no se asimila.
Es un aturdimiento, una anestesia. No hay fuerzas para recoger o repartir las fotos, es difícil entender que algo se ha terminado, pero el problema radica en que para poder emprender un verdadero proceso de duelo y de recuperación será necesario salir de ese letargo, tomar decisiones. “El primer paso hacia la recuperación consiste en reconocer que la ruptura se produjo y que es un hecho real e irreversible. No es posible hacer un duelo si la pérdida no se ha consolidado”, explica la psicóloga clínica. Así, el duelo de Rímini, el personaje de la novela, empezará cuando decida botar o devolver las fotos. “Admitir exige aceptar, y aceptar exige cortar el vínculo”.
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Claro que es normal que emprender cualquier acción tome un poco de tiempo. El dolor amoroso es un momento en el que no somos los mismos, un periodo de transición, un no lugar, un espacio de detención en donde hay que dejar que la tristeza aparezca. “La sociedad le rehúye a la tristeza. La publicidad y el mercado están llenos de mecanismos de defensa para evitar estar triste; cuando un niño llora, surge de inmediato la compensación en forma de colombina y así la tristeza se suprime tanto de nuestras vidas que le tenemos miedo y nos parece mala y extraña. Pero en situaciones como esta uno tiene que llegar a saberse triste, a respetar y asumir eso”, asegura la experta autora del libro La separación de las parejas.
Vivir el duelo, llorar un rato, estar en casa y consentirse es una experiencia emocional imperativa y poderosísima. No elaborar los duelos, evitar la reflexión y entregarse a una acción inmediata como salir de fiesta y buscar una nueva pareja hacen que las personas repitan patrones, porque no se han dado el tiempo de entender qué es lo que anda mal con sus vidas y el amor. Hacen también que luego las pequeñas penas arrastren un dolor insospechado y purguen dolores del pasado y, lo más difícil aun, que las personas busquen fuera de ellas mismas que alguien les cierre una grieta interna que nadie más que ellas pueden cerrar.
Si bien la etapa de evitar es normal al principio, después de un tiempo prudente, que debe ser proporcional al tiempo que duró la relación y las expectativas que se habían puesto en esa persona, debe llegar la de la confrontación, la más dolorosa porque la realidad ya se ha aceptado. “Equivale a aceptar la muerte psicológica del otro como mi pareja, hay que desligarse interiormente de este y asumir la nueva soledad. Pero estos momentos, aunque dolorosos, son fuente de profundos y sabios aprendizajes. Difícilmente podemos lograr, en el carnaval, los niveles de introspección que nos trae la tristeza”.
Luego vendrá la tercera etapa, el restablecimiento del equilibrio y el control. La herida deja de doler y la cicatriz avanza, la pena amorosa da tregua al espacio mental y caben otras ideas en la cabeza. “Para llegar a este restablecimiento habrá, sin embargo, que pasar por procesos difíciles como recordar –aunque existe una errónea creencia de que evitar los recuerdos ayuda a sanar– y readaptarse a las nuevas circunstancias”, explica Isa Fonnegra, para quien recurrir a antidepresivos para sentirse mejor ante la llamada “tusa” es un error si no se está enfrentando un verdadero caso de depresión: “Hay que diferenciar esta de la tristeza y entregarle las lágrimas a ese amor que se ha ido, con paciencia”.