editorial

Una mujer excepcional

Revista Fucsia, 15/9/2008

En febrero, cuando escogimos los nombres de 15 mujeres para ponerlos a consideración de nuestras lectoras en el concurso anual ‘Mujer Colombiana 2008’...

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Revista Fucsia
 
En febrero, cuando escogimos los nombres de 15 mujeres para ponerlos a consideración de nuestras lectoras en el concurso anual ‘Mujer Colombiana 2008’, los de Íngrid Betancourt y Clara González de Rojas surgieron, por la fuerza de sus circunstancias, como un homenaje a todas las mujeres víctimas del flagelo del secuestro. La carta que Íngrid le escribió a su mamá y a sus hijos meses antes de ser liberada me impresionó profundamente. Leyéndola se me aguaron los ojos y mi corazón de madre no podía pensar en nada distinto a la crueldad que entraña el secuestro, especialmente para una mamá. No creo tener la fuerza que tuvieron Yolanda Pulecio o doña Clara González de Rojas para resistir esa prueba. Ellas representan a todas esas mujeres anónimas que tienen que soportar el dolor del secuestro sin ningún reconocimiento por parte de la opinión pública.

Les aclaro que todas aquellas postuladas a nuestra convocatoria son mujeres valiosas, como la columnista Claudia López o la presentadora de noticias afrocolombiana Mábel Lara; mujeres que nos hacen sentir orgullosas de ser colombianas, he de decir que ésta fue una competencia muy dura. Como quiera que la votación se efectúa por carta o vía Internet, en la mayoría de los casos las personas votan en completa libertad, dejando de lado intereses creados, y las finalistas son mujeres extraordinarias, merecedoras todas de admiración.

Dado el calibre de las personalidades que fueron incluidas en el concurso, no deja de sorprender que la ganadora a juicio de nuestros lectores, por una mayoría abrumadora, fuera doña Lina Moreno de Uribe, cuya figura logró concitar el favor de un gran número de votantes a pesar de las recientes controversias acerca del presidente Álvaro Uribe y su gobierno.

Y es que el de ‘Primera Dama’ es tal vez uno de los papeles más difíciles que le puedan tocar en suerte a una mujer, pues no es fácil combinar las causas en las que uno cree con los requisitos que exige esta responsabilidad. Y Lina Moreno es un ejemplo de cómo se puede ser fiel a los principios sin caer en la banalidad del poder. Ella es la misma desde el primer día que entró a la Casa de Nariño: discreta, tímida y sencilla. La Lina Moreno de ayer es la misma Lina de hoy. Consagrada a su trabajo sin necesidad de hacer alarde de ello, está comprometida a fondo con la gente y le dedica todas sus energías a resolver los miles de problemas que llegan diariamente a su despacho. Ella antepone su sensibilidad social, su sentido de familia y de patria al poder y a las influencias. Es ajena a la ‘pantalla’, al protocolo y a las reuniones sociales. Tiene un mundo propio que gira alrededor de su familia, unos pocos amigos y su casa de Rionegro.

En su papel de Primera Dama se dedica a servir y hace pocas concesiones, no permite intromisiones en su vida privada y para mantener su estabilidad y su equilibrio no se interesa por las noticias. He tenido la ocasión de trabajar con ella en algunos proyectos y de viajar a su lado para conocer de cerca el trabajo de algunas comunidades artesanales. Soy testigo de primera mano de la admiración y el cariño que despiertan sus visitas y puedo afirmar que se ha ganado la admiración y el cariño de los colombianos con su sencillez y su trabajo. Por eso, sus seis años en la Casa de Nariño han dejado en el país una huella indeleble. Lina Moreno simboliza, como ninguna, a la ‘Mujer Colombiana’.


Lila Ochoa
Directora Revista FUCSIA