Relaciones

El hijo de mami

, 10/12/2012

Puede tener más de 30 años, pero es mamá la que le lava la ropa, le llena la nevera y manda la parada. Que su mujer lo aguante no es tarea fácil.

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”¡Que viva mi suegra!… pero que viva bien lejos”, es uno de los tantos chistes en torno a la figura de la mamá del cónyuge. El cine está lleno de cintas como Una suegra de cuidado, que muestra la batalla entre Jennifer López y Jane Fonda en los papeles de nuera y suegra. Quizá son exageraciones caricaturescas, pero tanta mala fama puede tener en ocasiones cierta base en la realidad. Y al respecto, la mamá no sería la única responsable, sino también su hijo.


Cada vez es más común que las mujeres se quejen de que su esposo o novio sea un “mamito”: un hombre demasiado pegado a las faldas de su mamá. Al parecer, para muchos adultos es difícil dejar el nido, por la comodidad de vivir bajo el cuidado de sus padres. Y cuando por fin dan el salto hacia la independencia económica, muchos no terminan de “destetarse” y mantienen una relación de codependencia afectiva con su figura materna. Aunque no puede decirse que este tipo de vínculo solo se da entre madre e hijo, sí es bastante frecuente, al punto que ha sido más estudiado que cualquier otro. “De hecho, Freud popularizó el complejo de Edipo, ese apego del niño por su mamá. Se suele ver que ellas son especialmente cariñosas con los varones. Y es que venimos de una cultura en la que se desea un hijo hombre, por el asunto de que este debe mantener a la familia, con la idea de que él viene con un pan debajo del brazo, como dice el dicho”, explicó a FUCSIA la terapeuta Nelly Rojas de González, autora del libro La pareja, cómo vivir juntos. “Se estima que se abortan más mujeres que hombres, y pasa en distintas partes del mundo. Se tiene la idea de que el varón va a trabajar por la casa. En la cultura narco, matan por la mamá. A esto sumamos que en nuestra historia es común que el padre esté ausente”. 

La dependencia
Para que un hombre pueda tener una relación sana con una pareja, necesita ser autónomo tanto física como afectivamente. Solo de esa manera podrá darle prioridad a su nueva familia. En otras palabras, el llamado “destete” no solo significa dejar de tomar leche materna, sino que debe darse también a nivel psicológico y cuando esto no sucede es muy difícil que se críen hijos de manera equilibrada. Según expertos como la doctora Jacqueline Bodnar, también es natural que las niñas sean consentidas por sus papás, sin embargo “es raro escuchar a la mamá, o a cualquier otra persona, burlarse de ella y hacerle sentir que su adoración por su padre es algo tonto o muestra de debilidad”. Pero en una sociedad machista no pasa lo mismo con “los hijitos de mami”, que muchas veces son objeto de burlas por su apego.

“Ningún extremo es saludable, y cuando madre e hijo se niegan a romper el cordón umbilical que los une, es probable que se creen individuos incapaces de resolver problemas por sí mismos sin consentimiento de su figura materna, o que no puedan tener relaciones sentimentales estables con mujeres porque “como mamá no hay otra”, señala Rojas. Incluso hay teorías que hablan de mamás que feminizan a sus hijos con su conducta sobreprotectora obsesiva. “Lo que es cierto es que si la madre crea una fuerte dependencia sobre su hijo, este pierde facultades, se hace temeroso, obsesivo o inútil y no le queda más remedio que quedarse en casa de la madre”, resaltó el psicólogo Miguel Martínez Fondon en un artículo titulado Madres peligrosas.

Es normal que las mujeres consideren a sus niños como suyos, después de todo nacieron de ellas, pero hay algunas que creen que son “su bebé” de manera permanente, como una especie de posesión. Entonces aparecen las madres castradoras, que suelen ser generosas y amorosas con sus hijos, con un inmenso espíritu de sacrificio, que viven por y para ellos, pero que no los dejan desarrollarse como seres individuales. “Hay que preguntarse qué puede llevar a una madre a ser posesiva y dependiente de su hijo. Muchas mujeres reconocen que haber sido madres es lo único importante en sus vidas. A algunas, el hecho de tener un hijo las hace sentirse seguras consigo mismas. Pero ocurre que los hijos crecen y se van. Entonces, la madre se queda sola y lo que la hizo sentirse tan segura e importante ya no está en su vida”, comenta Martínez, quien conoce casos extremos de mamás a las que no les importa que sus hijos se enfermen con tal de tenerlos a su lado y que incluso ayudan a alimentar la enfermedad. Asegura que ha sabido de madres con hijos drogadictos que no los llevan a un centro de rehabilitación por el temor de perderlos si se curan. “Vi un caso de una madre que, anulando al padre, acostaba a su hijo de 27 años con ella cada vez que él sentía angustia. Muchos trastornos mentales tienen que ver con madres excesivamente protectoras y padres prácticamente anulados por una mujer posesiva”.

La tercera en discordia
Pero a veces las señales no son tan evidentes. Puede haber hombres aparentemente independientes, responsables en su trabajo, que incluso viven solos, pero que presentan conductas que no son de adultos: llaman a su mamá cinco veces al día para que ambos se cuenten los detalles de su rutina; ella le lava la ropa y se encarga de que su hijo “no pase hambre”, pues le llena la nevera y la alacena con regalos. Por lo general, quien detecta estas pistas es la otra figura importante de esta ecuación: la pareja del hijo, mejor conocida como la nuera. Y es frecuente que cuando ella encara la situación con su compañero, este responda con frases como “solo es por comodidad”, “es solamente un detalle de mi mamá”. Para Rojas, se trata de una codependencia afectiva: “El hijo se siente cómodo en ese papel y no le interesa cambiarlo. Lo normal es que tenga una actitud de negación y no reconozca su problema. Y hay que advertir que si la mamá le lleva un detalle alguna vez, está bien, definitivamente es un detalle. Pero si reiterativamente le lleva el mercado hay que estar alerta, pues quizá la madre quiere imponer sus condiciones o simplemente tiene miedo de perder a su hijo porque él intenta formar una nueva familia”.

Aunque Rojas asevera que no se puede generalizar por qué se presentan estas conductas, explica que la respuesta suele encontrarse en alguna carencia. “Paradójicamente, es posible que un hombre dependiente de su mamá no se haya sentido muy amado por ella, que haya sido rechazado y que por eso haga de todo por ganar su reconocimiento. Quizás ella lo manipula. Está el que se siente culpable de alejarse de su mamá porque ella le ha dado todo, teme lastimarla, sentirse desagradecido. También existe la mamá que se quedó sola y hace que alguno de sus varones tome el papel de compañero. Uno puede ver hijos que sostienen económicamente a su mamá y por eso ella no acepta que su nuera se los lleve”.

Y es que la relación suegra-nuera, cuando las dos buscan tener el control, hace cualquier interacción más complicada. “Es tan responsable quien pega como quien se deja pegar”, aclara Rojas. De acuerdo con los expertos, la suegra difícil se puede detectar porque no sabe respetar los límites, quiere formar parte de cada momento en el hogar de su hijo y se victimiza, manipula y llora cuando se siente apartada. Se muestra dependiente de él tanto en lo afectivo como en la cotidianidad. Además, se puede anticipar una futura dificultad cuando el hijo deje de lado lo que sea para contestar una de sus llamadas, ponga las necesidades de la madre antes que las de su pareja y escuche prioritariamente su opinión. No es casualidad que algunas encuestas demuestren que un cuarto de las parejas divorciadas reportan que la familia política tuvo que ver con el final del matrimonio. Según la página web Netmums, en un sondeo realizado a dos mil mujeres, muchas acusaron a sus suegras de tener la actitud de “yo sé más sobre todo”. El 24 por ciento expresó tener una relación mala o terrible con la mamá de su pareja. El 25 por ciento sostuvo que es controladora, y más del 30 por ciento, que es entrometida y fiscalizadora.

Los especialistas coinciden en que no solo la suegra, sino la nuera, quien debe tratar de tener con ella una buena relación, evitar los comentarios ofensivos sobre la suegra, no verla como una rival y escuchar sus consejos sin pensar que se trata siempre de una intromisión. Para Rojas, “cuando hay una situación conflictiva, lo mejor es que la nuera no hable directamente con la suegra sino con su esposo, que no sea ella quien entre directamente a ponerle límites porque quizá nunca se lo perdone y la relación se dañe para siempre”. No debe hacerse la víctima y lo mejor es que le haga ver a su pareja las conductas que no son apropiadas. “Y los hombres que usan la negación y no quieren reconocer su situación, deberían tratar de escuchar a su pareja de forma activa. No se trata de darle la razón, pero sí de validar lo que su esposa expresa, para llegar a acuerdos. Lo mejor es que revise si de alguna manera se siente culpable y que empiece a poner límites sanos dándole prioridad a su nueva familia. Si las cosas se complican, la pareja debe buscar ayuda para evitar hacerse daño o que sus hijos salgan lastimados”. Después de todo, como dice el refrán, “uno no solo se casa con el esposo sino también con la familia de este”.