Relaciones

Hasta que las hormonas los separen

, 13/9/2012

Los estudios demuestran que los niveles de oxitocina y otras sustancias del sistema endocrino podrían predecir si un matrimonio tiene futuro o no.

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A la hora de elegir pareja para compartir una vida, hay quienes piensan que lo más importante es tener una buena comunicación. Otros opinan que la clave está en tener gustos comunes, y algunos se enfocan en compartir un mismo proyecto de vida, pero en la lista de consideraciones nadie contempla las hormonas. Sin embargo, estudios de los últimos años tienden a demostrar que estas sustancias forman parte de una ecuación más biológica que romántica para establecer si un matrimonio está destinado al fracaso.

Todo indica que es tan importante preguntarle a la pareja si desea tener hijos, o qué planes tiene para el futuro, como indagar acerca de sus niveles de oxitocina. Según explicó el científico británico Paul Zak a FUCSIA, se trata de la química del amor, y mientras que esta sustancia esté al tope, las parejas se sentirán embriagadas de pasión y afecto: “Las hormonas son sistemas de guía de los cuerpos, un reflejo de los procesos cerebrales involucrados en las relaciones sociales, incluyendo el matrimonio”. En su libro The Moral Molecule: The Source of Love and Prosperity, Zak asegura que los humanos tienen “cerebros monógamos, pero genitales promiscuos”. La oxitocina es responsable de la primera parte de su reflexión: “Eso significa que tenemos una gran masa de receptores de oxitocina que nos hacen sentir bien de estar con nuestra pareja romántica de largo tiempo. Esto se genera en el cerebro cuando se produce una señal de recompensa —similar a la que proporcionan drogas como la cocaína—, la cual nos transmite una sensación de relajamiento cuando vemos a los seres que amamos. Ambas señales nos dicen: “¡Quédate con esa persona!’”.

Pero, como en toda historia, no falta el villano del paseo que hace que los cuentos de hadas no siempre tengan un “y fueron felices por siempre”. En el caso de las hormonas se trata de la testosterona, que incrementa la libido e impulsa a las personas a tomar riesgos, a enfocarse en el presente y no en el largo plazo. “La misión de la oxitocina es interrumpida por la testosterona, que está presente tanto en hombres como en mujeres, aunque el género masculino tiene en promedio diez veces más de esta hormona que el femenino. Niveles de testosterona muy altos hacen que los hombres suelan tener más affaires”. De esta manera, en la ecuación, el balance entre estas dos sustancias determinará el resultado de la batalla entre monogamia y promiscuidad. “Estos niveles dependen de nuestra genética, cómo hemos sido criados y los eventos actuales de nuestras vidas”.

Para Zak, la clave para la duración de un matrimonio radica en hacer que suba la oxitocina, lo cual ocurre al tener relaciones sexuales o cuando se abraza o se acaricia al ser querido. Y si los niveles de oxitocina de una persona se elevan, responderá de manera más generosa y estará más dedicada a su pareja. “Afortunadamente, todo lo que uno tiene que hacer para desencadenar el efecto de la oxitocina es demostrarle a alguien que confías en él o ella. Cuando a una persona le demuestran confianza, eso hace que responda de igual manera y engañe menos”. Y mucho se ha dicho que la confianza es la base del amor.

La oxitocina hace que las personas sientan amor y empatía, y es muy difícil hacerle daño a alguien que genera estos sentimientos, “ambas sensaciones son la base biológica de la moralidad”. La predicción es clara: si una persona no produce en su pareja una liberación de oxitocina, es muy poco probable que continúen casadas, pues la señal de recompensa para estar juntos se ha perdido.

La oxitocina, casada con otras hormonas
La oxitocina, conocida como “la hormona del apego”, no sería la única confiable a la hora de pronosticar si la persona elegida será la definitiva. A finales de los años 90, un grupo de investigadores de la Universidad de Ohio usó como conejillos de indias a noventa parejas para analizar sus niveles de ciertas hormonas, especialmente las relacionadas con el estrés: la epinefrina (adrenalina), norepinefrina, ACTH y cortisol. La condición para participar en el estudio era que los pacientes fueran sanos, sin ninguna condición psiquiátrica, y que estuvieran en su primer año de matrimonio. El promedio de edad fue de 25 años y casi en su totalidad habían tenido relaciones de más de tres años antes de casarse.

Para llevar a cabo la investigación, los científicos pidieron a cada una de las parejas discutir sobre algunos temas que fueran problemáticos en su relación. En los treinta minutos de discusión los participantes permanecieron solos, mientras eran observados por el equipo médico. Durante el proceso se les tomaron muestras de sangre varias veces, antes y después del ejercicio, lo mismo que en la mañana y en la noche. La investigación concluyó diez años más tarde, cuando se contactó nuevamente a los participantes. El resultado: 17 parejas se habían divorciado, la mayoría de ellas en los primeros cuatro años de matrimonio. Al comparar esta información con sus análisis hormonales se encontró que los niveles de epinefrina, una década atrás, habían sido 34 por ciento más altos durante la conversación problemática que los de las parejas que continuaban juntas. Durante el día el nivel había sido 22 por ciento más alto, y en la noche 16 por ciento superior, sin que hubiera discusión de por medio. Algo similar sucedió con los niveles de ACTH y norepinefrina. En cuanto a esta última, las parejas que manifestaron tener problemas habían producido 34 por ciento más durante el conflicto, 24 por ciento más en el día y 17 por ciento durante la noche.

Una de las directoras del estudio, la doctora Janice Kiecolt-Glaser, explica que según los datos “en momentos de conflicto, las mujeres registran mayores niveles que los hombres en las hormonas que generan estrés”. De acuerdo con la especialista, los individuos con elevados niveles de estas sustancias no necesariamente tenían mal temperamento, y lo que puede mostrar el trabajo es que se trata de una reacción a la presencia del cónyuge.

En conclusión, niveles más altos de hormonas vinculadas al proceso que prepara el cuerpo ante situaciones de conflicto y confrontación están asociados, al parecer, con inestabilidad marital y poca satisfacción en la relación. Kiecolt-Glaser señala que las hormonas no se equivocaron: aunque las parejas con altos niveles mostraron estar felices en su primer año de casadas, las hormonas ya advertían que había indicios de que en el fondo “no se sentían muy bien”.