Cuatro meses

Por Adolfo Zableh Durán, 18/7/2018

"Un día, de tanto pensarte empecé a extrañarte menos, así que dejé de hacerlo porque una parte de mí no quiere dejarte ir, no aún, aunque sepa que es lo correcto."

Foto: Juan Moore - Foto:

Puse entre los dos un viaje de cuatro meses. Puse 11.000 kilómetros, los caminos que usaron para la guerra, un montón de partidos de fútbol. Para ver si te olvidaba, puse entre tú y yo el primer gol de Falcao en un mundial, viajes nocturnos en medio de la nada rusa, letreros en cirílico para que ninguno dijera tu nombre.

Para superarte puse ocho horas de diferencia, así nuestras rutinas no coincidirían; pero cuando acá amanecía, allá era de noche y te imaginaba durmiendo, lo que me hacía recordar la frase de una película que prometimos ver: “There‘s something peaceful, even comforting, knowing the people you love are asleep in their beds, where nothing can harm them”.

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Para establecer distancia contigo puse miniviajes dentro de ese viaje. Anduve en carros y aviones, trenes y barcos, bicicletas, sistemas de metro, anduve a pie. Todos los medios terminaron llevándome a algún lado, menos a ti. Visité a mi familia, me reencontré con amigos, vi un montón de caras nuevas, pero todas tenían algo de la tuya. Conocer otras personas me sirvió para entender que, si algún día me voy a meter con alguien, será contigo o con quien me haga sentir lo mismo, que ni idea qué sea. Solo sé que es diferente.

Quise desmarcarme de ti devorando medio mundo con una maleta de 25 kilos a cuestas, pero pesabas más tú. Pasé días sin hablar en español, días sin hablar en lo absoluto. Me crucé con mucha gente y visité sitios que nunca volveré a ver, a ver si apilándolos en la memoria lograba desplazarte. Fui hasta las locaciones donde graban Game of Thrones y ni así, siempre insistías en aparecer. Aparecías en todo, no solo en King’s Landing, también en los sueños, en las canciones, en los edificios históricos, en las conversaciones con los otros. Esperaba independizarme, pero en vez de eso lo único que logré fue que aparecieras ahí. Durante el tiempo que me fui, viví contigo cosas que en la realidad no pasarán.

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Sin importar lo que hiciera, seguías ahí con tus ojos perdidos, tu voz dulce, tu nombre chistoso. También con tu pelo negro cayendo en flecos sobre el costado derecho de tu cara, ese pelo tan negro que brilla como petróleo y que según la luz que le caiga se puede ver azul oscuro, como el de Mavis, el personaje de Hotel Transilvania. Dios, cómo me gustan las pelinegras. Tú me recuerdas que no debo perder mi tiempo buscando otros colores.

Un día, de tanto pensarte empecé a extrañarte menos, así que dejé de hacerlo porque una parte de mí no quiere dejarte ir, no aún, aunque sepa que es lo correcto. Este no es nuestro tiempo, pero quiero pensar que alguna vez coincidiremos. Tú me haces creer en el amor, en que por mucho que se separen sus caminos, las personas terminan reencontrándose si así lo quieren. Creo que estoy enamorado.

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