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Tauromaquia en Colombia o la era de la ira, por Lila Ochoa

Lila Ochoa, 25/1/2017

Lila Ochoa sale en defensa de la libertades individuales y del respeto por la diferencia en el marco de las recientes y fuertes protestas anti-taurinas en Bogotá.

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Mi infancia transcurrió en Cali. En mi familia la temporada de toros era parte de las celebraciones de fin de año. Crecí junto con mis primos y tíos con toreros, ganadores y aficionados. La época del año más esperada eran las vacaciones largas, eran los meses más maravillosa del año. Después de terminar el año escolar empacábamos maletas y nos íbamos en carro toda la familia. Mis  memorias giran alrededor de las navidades con las hayacas,  los buñuelos en el almíbar perfumado con azahar, los primos, los tíos y los abuelos.

Desde luego, el mejor plan eran las corridas de toros a la que nos invitaban los primos mayores. Después de los toros la costumbre era reunirse en la casa de amigos y comentar los incidentes. Alguna vez hablé con Palomo Linares y todas andábamos enamoradas de Paquirri. No nos dejaban quedar hasta muy tarde y nos tenían que sacar prácticamente arrastradas.

La fiesta brava es una tradición que nos trajeron los españoles y que forma parte de nuestra cultura, les guste o no a los animalistas.  Hemos construido nuestra nacionalidad con las tradiciones indígenas, africanas y españolas. Somos producto de esa mezcla y no veo por qué tengo que renegar de mi herencia. Si, lo disfrute como adolecente y lo disfruto ahora. Me gusta la música, el rito, los movimientos y no me da pena decirlo. Tengo que confesar que eso sí a la hora de la estocada final, cierro los ojos.

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No pretendo convencer a nadie, simplemente creo en la tolerancia y en la convivencia, en el derecho a vivir en paz. En la libertad de pensamiento, de expresión y de opinión. Así como respeto a un musulmán, a un protestante o a un cristiano y no pretendo que piensen lo que yo pienso o crean en lo que yo creo, así espero que los que se oponen a las corridas simplemente respeten y sigan con lo suyo.

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 Aunque ahora las nuevas generaciones no entiendan, es un arte centenario que seguramente va a desaparecer pero que para otras personas es parte de su bagaje cultural. Lo que no entiendo es por qué no se pueden respetar los colombianos tal como somos. En la diversidad está la riqueza de un país. Por qué los que están en contra de las corridas simplemente se quedan en su casa y no van a este tipo de eventos así como yo no voy a los conciertos de metálica o de rock en el parque. Me parecen unos eventos donde la música me desespera y el tema de las drogas no es lo mío. ¿Será que a los que no nos gustan ese tipo de espectáculos, nos toca salir a la calle a protestar y pedir que los prohíban? Tampoco me agrada el boxeo donde dos personas se destrozan mutuamente y no pretendo que lo prohíban. Como tampoco pienso que hay que acabar con el fútbol pues a James le dieron unos golpes que lo tienen incapacitado o por que las barras bravas hicieron desmanes.

Lila también se confesó y nos hablo de su lucha contra la diabetes y cómo esto le ha cambiado la vida.

El domingo llegué a la plaza después de un almuerzo delicioso y lo que encontramos al llegar fue una muchedumbre en pie de guerra. Los manifestantes gritaban, insultaban, le tiraban a uno botellas de agua y trataban de impedir el paso para entrar a la plaza. Durante la corrida que por cierto estuvo muy buena, empezamos a oír ruidos que parecían explosiones. Muertos de susto, pensamos que eran papas bombas, después nos aclararon que eran gases para dispersar a la gente. Si los animalistas son pacíficos como dicen porque lo único que vimos fue jóvenes tirando piedras, insultando, arrojando tinta de colores y orines. ¿Por qué ellos no protestan contra los malosos que los infiltraron? ¿Por qué no se hicieron a un lado y ayudaron a calmar los ánimos?

Si sientes que nadie entiende tu vínculo con los animalesaquí te contamos que es más parecido al de una madre y sus hijos de lo que nunca creímos. 

Creo que es hora de reflexionar. De entender que uno no es dueño de la verdad y que los demás son libres de pensar diferente y que todos tenemos que obedecer la constitución y las leyes. La ira no es disculpa para utilizar la violencia. La historia nos muestra lo que sucede cuando se intenta convencer a los demás a la fuerza. Las guerras de religión son apenas una de las muestras de la intolerancia de los seres humanos. Y esas guerras las está viviendo ahora el mundo en Siria, Líbano e Irak. ¿Será que los colombianos queremos a un Trump que lleve a la civilización 100 años atrás, que acabe con las conquistas de las mujeres, nos imponga una religión y volvamos al proteccionismo? La misma Revolución Francesa terminó con excesos y matanzas.

Lo siento mucho, pero los animalistas no son unos ángeles ni son los poseedores de la verdad. ¡Qué viva la libertad!

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