Lina Aristizábal, columnista invitada Fucsia

Desromanticemos esta vaina

Por Lina Aristizábal

27/5/2022

Nada existe sin su opuesto. Para que haya belleza, debe haber fealdad. Y la maternidad, como todo, está llena de las dos.
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Ser mamá es un camino de rosas y espinas. Sentirse y verse profundamente amada frente a los ojos de les hijes, con esa dulzura y pureza, llena de vida. Es ver lo divino y recordar nuestra esencia. Y si se tiene une muchachite que llega todos los días a la casa con flores para su mamá: la dicha.

Pero también es duro. Durísimo. Y nadie nos habla de esta otra cara. Llegamos al embarazo con mucha ilusión. Listas para la novela romántica de la barriga, el momento en que te ponen al bebé sobre el pecho o la lactancia, y ¡oh sorpresa! Nada es nunca como nos lo venden.

Crear y cargar una vida por 9 meses es muy difícil. Significa ceder tu cuerpo, verlo cambiar, cambiar muchos hábitos, sentir malestares y cansancio, vomitar, pararse muchas veces al baño en la noche porque la vejiga está tan espichada que no da; dolor al cambiar de lado en la cama o pararse de ella y ni hablar de las hormonas que nos llevan de cero a mil emociones por minuto. ¡El embarazo es tremendo voltaje!

Ahora, frente al parto. Por un lado, no creo que haya sentido un dolor más intenso en toda mi vida que el que sentí pariendo. Y sí, a veces ese primer encuentro no es como el que nos pintaron y resulta que no es un amor a primera vista, sino en construcción constante. Y te cuesta una depresión posparto llegarlo a ver e integrar. Por otro lado, la recuperación es lenta y a veces muy difícil porque abrirse de esa forma genera heridas en muchos niveles. Lo otro es la lactancia, el coco de la mayoría de mamás. Nos dicen que es un momento de conexión profunda entre mamá e hije, entonces, básicamente las que no quieran o puedan lactar no van a tener conexión con sus hijes. Es triste la culpa que esto genera en tantas madres. A ellas les digo, tranquilas, esos momentos de conexión se pueden crear como una quiera, yo los creo desde el yoga porque ahí es donde me siento más cómoda.

La lactancia también es muy dolorosa: se pueden agrietar los pezones y arder terriblemente, pueden formarse piedras de leche en las tetas que después quitar duele tanto como un parto y eso si estamos de buenas y no nos da mastitis. Y también implica sacrificios, dejar los lácteos, por ejemplo, para evitarle cólicos al bebé.

Y yo pensaba que esa era la parte difícil, ¡Ja,ja,ja!. Después viene el cansancio, el no dormir que tiene tremendos efectos sobre todos en la casa, los duelos por las mujeres que dejamos de ser, la vida que queda atrás, las culpas, los miedos.

Desromanticemos la maternidad, mostremos todas sus caras. Criar ya es de por sí un ejercicio muy difícil como para llenarnos de culpas innecesarias.

Sobre mí

Soy Lina Aristizábal. El cartón que me dieron dice que soy politóloga y periodista. En mi corazón soy una madre, yogui y aprendiz de ceramista. Escogí hacer yoga como un camino de sanación y encuentro. Doy clases de yoga para todo tipo de personas, hago sesiones de reiki, doy clases de cerámica y en mis pocos tiempos libres hago platos de cerámica con amor.

Soy una mamá real que siempre te dirá las cosas como son, desde el amor. Soy una persona que diariamente se reta a sí misma para demostrarse que se puede vivir en unión con nuestra esencia divina. ✨En YOGA✨

* Las opiniones dadas por Lina Aristizábal no representan la opinión de la revista Fucsia.

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