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Sexomia: Pasión en brazos de Morfeo

, 31/8/2011

Una peligrosa compulsión que lleva a los que la sufren a mantener relaciones sexuales dormidos tiene alarmados a los científicos.

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Carolina Rae se despertó un día con un fuerte ardor vaginal que la llevó de urgencias a consultar al ginecólogo. Luego de examinarla, el doctor le dijo que su molestia se debía al rozamiento propio de las relaciones sexuales. Lo malo era que hacía cuatro meses que ella había terminado con su novio y, en medio de una larga tusa, no había vuelto a tener encuentros de ese tipo con nadie.

Desconcertada, volvió a casa, pero tuvo que regresar varias veces a donde el especialista, con menos ardor, pero con nuevos síntomas alarmantes: raspones y chupetones en diferentes partes del cuerpo que lo único que delataban era una intensa actividad erótica. El médico creyó que a lo mejor estaba siendo víctima de lagunas mentales producidas por el alcohol y las drogas. Sin embargo, la paciente insistía en que su rutina nocturna no había variado en mucho tiempo. Si ella no era una Diana Cazadora, cuyas noches de rumba terminaban quién sabe dónde con quién, era probable entonces que alguien estuviera drogándola con alguna sustancia para violarla.

Como lo cuenta en su relato en la página web Lapsus, Carolina ahora sí se alarmó y se sometió a exámenes de toxicología que tampoco dieron con el origen del problema. Era evidente que estaba teniendo sexo por las noches, pero no tenía memoria de nada de ello al despertar. Como el asunto se le salió de las manos, el ginecólogo la remitió a donde un siquiatra especializado en trastornos del sueño. En un interrogatorio preliminar, ella le contó que vivía en la misma casa de su ex novio por la sencilla razón de que era su primo, hijo de una tía que la estaba hospedando en su reciente traslado a la ciudad. El romance, precisamente, se había acabado porque los amantes sabían que la familia no les iba a dar su bendición. Pese a que contar la historia le producía cierta tristeza, Carolina insistía en que no habían vuelto a darse ni siquiera un beso.

La solución fue observar “en vivo y en directo” con la ayuda de una minicámara lo que pasaba luego de que Carolina se iba a la cama. A la mañana siguiente, ella despertó con los mismos síntomas y corrió al consultorio a ver la grabación junto al doctor. Asombrada, pudo ver con sus propios ojos cómo se levantaba dormida, salía del cuarto, caminaba por un corredor y entraba en una habitación vecina a la suya. ¿Quién dormía allí? Su primo y ex amante, con quien había retomado la pasión de otros días, pero en brazos de Morfeo.

El siquiatra pudo entonces darle un diagnóstico. Sufría de sexomnia, un trastorno del sueño bajo el cual los pacientes tienen sexo mientras duermen sin darse cuenta. Cuando se levantan no recuerdan nada e ignoran que su rara enfermedad puede acabar con su relación sentimental o llevarlos a la cárcel sentenciados por acoso o abuso sexual.
Fue precisamente una acusación en ese sentido la que sentó un precedente al respecto de la sexomnia. Hace cuatro años, Jan Luedecke, un joven canadiense de 23 años, intentó tener sexo con una mujer a la que había conocido en una fiesta. Ella tuvo que reaccionar con violencia para detenerlo. Él paró en seco sus impulsos como si despertara de un sueño y presentó disculpas. Ello no fue suficiente. Su amiga terminó llevándolo a una corte de Toronto bajo cargos de violación. El veredicto señaló que no hubo tal, por cuanto Jan sufría del mismo mal que Carolina cuando se dieron los hechos.

Desde entonces, se han incrementado las investigaciones sobre esta dolencia tanto en Europa como en Norteamérica y Brasil, aunque ya en 1996 Shapiro, Fedoroff y Trjanovic, tres especialistas canadienses, la habían identificado como una condición médica, un subtipo de parasomnia o trastorno del sueño, como el insomnio y el sonambulismo.
La sexomnia, que afecta por igual a hombres y mujeres, ocurre durante la última etapa del sueño, la más profunda, en la cual los ojos se mueven rápidamente y el cuerpo
queda completamente inmóvil. En esta perturbación, este último factor no se da y los que la sufren exhiben desde simples gemidos hasta coito. Hay para quienes la enfermedad no conlleva un grave problema, porque no es muy frecuente o porque no representa un perjuicio para su compañero o compañera sexual.

La enfermedad muestra su faceta tortuosa cuando la pareja de quien la padece se ve forzada a tener relaciones o a realizar actos que le desagradan. Los canadienses pioneros en las investigaciones al respecto cuentan el caso de un hombre casado cuya esposa se hartó de la manera brusca en que él pretendía que tuvieran sexo durante sus ataques de sexomnia. El asunto terminó en divorcio.

El sexo sueño, como también se le llama a este raro trastorno, puede poner en riesgo la salud y la seguridad de quien lo sufre. Los médicos mencionados, quienes por varios años se han dedicado a la nada fácil labor de recoger casos por todo el mundo, mencionan lo que le pasó a un esposo australiano cuya mujer se le “escapaba” por las noches. A la mañana siguiente, ella no se acordaba de qué le había pasado. Cierto día, el desconcertado marido encontró rastros que le dispararon las alarmas: muchos
preservativos en los alrededores de su casa. Resolvió entonces espiarla y en la primera oportunidad que tuvo la descubrió teniendo sexo en el jardín con varios desconocidos aprovechados. El diagnóstico de los médicos fue sexomnia, para consuelo del despechado, quien terminó por comprender que se trataba de una conducta inconsciente, suscitada por varias circunstancias.

En algunos casos su origen es genético. En otros, es el resultado de trastornos emocionales o de consumo de alcohol. Hay quienes tienden al sexo dormidos a causa de otros desórdenes del sueño como el insomnio grave. Como lo explica el doctor Carlos Schenk, del Centro Regional de Trastornos del Sueño de Minnesota, las afecciones del dormir tienen una incidencia notable en comportamientos sexuales inadecuados, que no siempre son sexomnia. El síndrome de Kleine–Levin, por ejemplo, es una rara anomalía que consiste en ataques recurrentes de somnolencia y sueño que duran entre 16 y 24 horas. Cuando el paciente se despierta, puede tornarse bastante hipersexual y más desinhibido.

De todas formas, la sexomnia es más frecuente y empieza a cobrar fuerza en una cadena de científicos interesados en que su existencia como enfermedad se difunda, debido a que muchas de sus víctimas no se atreven a hablar por temor a ser calificadas de pervertidas. De hecho, los sentimientos de culpa, vergüenza y periodos de depresión, afectan a quienes la sufren. Tal es el caso del sicólogo Michael Mangan, quien creó un sitio en Internet (www.sleepsex.org) para que los afectados por la enfermedad cuenten con confianza sus casos ante interlocutores seguros. Sus aportes además, pueden contribuir a las investigaciones sobre su tratamiento, que hasta el momento ha encontrado buenos resultados en la terapia sicológica y medicamentos como el clonazepam.

Los médicos recomiendan consultar a un especialista al menor indicio de que se sufre este o cualquier otro trastorno del sueño, para no caer en la incómoda situación de Carolina, quien, a propósito, le tocó cortar su historia por lo sano yéndose a vivir lejos de la casa de su primo, luego de anunciarle el fin de los revolcones furtivos.


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