"Estoy 'mamada' de los videos de reguetón"
Fucsia.co, 29/10/2014
Sexistas, poco creativos y paladines de la perpetuación de estereotipos sobre lo que es ser una mujer perfecta. Así son los productos audiovisuales que acompañan a las canciones de este género musical.

Foto: Pinterest - Foto:
**Por Julia Alegre
Me asquean y me hastían cada vez más los videos musicales de reguetón. Me aburren mortalmente, cosa que, por otro lado, no es extraño en mí: tengo una capacidad innata de cansarme con facilidad de las cosas. Dejando a un lado mi particular modus operandi vital, y volviendo al tema que nos atañe, ando saturada de este tipo de productos audiovisuales ligados a este género musical.
Primero, porque la creatividad de los mismos es nula. Para quien no se haya parado nunca a deleitarse con uno, se lo resumo: mujeres despampanantes moviendo el culo como si no hubiese mañana, algunas más acertadas en sus meneos y otras que parecen de mi lado del charco, es decir, europeas sin sabor alguno; carros potentes de 800 mil cilindradas por lo menos, parados en medio de ninguna parte; una mansión que hace las veces de escenario y en la que podrían vivir 20 familias cómodamente, y el reguetonero de turno, interpretando su canción mientras se regocija de todo lo que le rodea. Este puede aparecer solo o acompañado por sus ‘amigotes’, todos ellos sacados de la misma fábrica de crear gamines.
El reguetonero, por cierto, no sabe lo que es vestir de forma acertada, o por lo menos sensata (tampoco sus amigos). Cuanto más extravagante, mejor: aretes de diamantes con un tamaño que casi supera al de la propia oreja; camisetas imposibles sobre las que se posan cadenas de oro que siguen el lema de “antes muerta que sencilla”, y las sneakers más estridentes que había en la tienda y por las que seguramente su portador tuvo que pagar medio ojo y parte del otro.

El segundo motivo por el que estoy ‘mamada’ de los videos musicales de reggaetón es por el sexismo que irradian. Dejando al margen las letras de las canciones (que darían para un post propio), la objetivización de las mujeres que aparecen en el video resulta obscena.Enfundadas en vestidos y faldas que dejan muy poco a la imaginación, por no decir las que aparecen ataviadas únicamente con lencería o un escueto bikini que muestra todos sus atributos, estas solo sirven para hacer bonito en el video. Su protagonismo radica en lo bien que saben posar, hacer caritas y bulto y toquetear con alevosía al reguetoner ocuando este se las acerca con el objetivo de dejar constancia de lo bien rodeado –físicamente hablando- que está en ese momento.
Tercero, por el ideario que venden sobre lo que buscan hombres y mujeres en el sexo opuesto a la hora de iniciar una relación, ya sea formal o esporádica. Seamos francos, los reguetoneros en su mayoría (quitemos a Maluma de esta ecuación por motivos evidentes) no destacan por ser los hombres más churros de este mundo. (Puedes ver el video de Maluma: 'El reguetón habla tanto de sexo como los boleros'). De hecho, suelen ser feos, raquíticos y de una altura cuestionable. Las mujeres que aparecen en los videos, por el contrario, son lo que aquí en Colombia se conoce como ‘mamacitas’: mujeronas de esas que te quitan la respiración, con curvas pronunciadas y rotundas y un rostro sensual que incita al desenfrenol.
Este tipo de estereotipos perpetúa la idea de que los hombres no tienen porqué ser atractivos para gustar al sexo opuesto, porque la mujer es tan materialista y banal que solo busca su dinero y status. Es decir, mientras ellas están cercadas por la presión que ejercen los cánones de belleza, ellos con tener una cuenta bancaria llena de ceros y un poco de simpatía y gracia (y ni eso), ya lo tiene todo hecho. Señores, a nosotras también nos gustan los churros, con el añadido de inteligentes, sinceros, graciosos…, porque la plata ya nos lo conseguimos nosotras solitas con el esfuerzo de nuestro trabajo.
Al final del día una no se acuesta, ni tiene sexo, ni se besa con los ceros, sino con el hombre. Eso sí, empoderado, económicamente independiente y que pueda pagar de vez en cuando una cena o un detalle, del mismo modo que lo haremos nosotras. Y con un mínimo de atractivo, por favor...
Al final del día una no se acuesta, ni tiene sexo, ni se besa con los ceros, sino con el hombre. Eso sí, empoderado, económicamente independiente y que pueda pagar de vez en cuando una cena o un detalle, del mismo modo que lo haremos nosotras. Y con un mínimo de atractivo, por favor...
Para terminar con mi batalla personal en contra de los productos audiovisuales que se asocian al reguetón, decir que mis medidas ni se acerca al 90-60-90 que impone la moda. No mido 1,80 metros, ni tengo un rostro de portada de Vogue. No ando en tacones a todos lados, ni me enfundo en minivestidos para gustar a nadie que no sea yo. Y estoy harta, cansada, mamada, de que la sociedad no pueda aceptar eso y de que el reguetón, como género musical que aglutina a millones de personas, refuerce un ideario equivocado sobre cómo debe materializarse la perfección en el cuerpo -y mente- femenino.
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Acerca del blog:
El síndrome de la mujer pensante
Ni somos el sexo débil, ni se nos ha forjado para dejar el cerebro en casa, privado de toda actividad. Vivimos en una época de transformación, de inmediatez, de información y de libertad. Es el momento de hacer alarde de todas las posibilidades que se nos brindan; de apostar por una sociedad que no invalide la crítica constructiva proveniente de una mujer por tratar temas susceptibles y duros que, indudablemente, la repercuten. Este es el espacio para la ironía, el análisis, la contestación, la liberación... El todo y el nada.
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Julia Alegre es una periodista española especializada en Cooperación Internacional y Acción Humanitaria. Actualmente desarrolla su trabajo como redactora en Fucsia.co.
JAlegreB@semana.com
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