Conversaciones de moda: Ingrid Wobst y Carolina Castro sobre el mundo del modelaje

Por Claudia Lucía González, 15/3/2018

Íngrid Wobst y Carolina Castro fueron exitosas modelos en la década de los noventa. Ahora, como formadoras de nuevos talentos, hacen un detallado desfile por su mundo, que es tan fascinante como complicado.

CAROLINA CASTRO / ÍNGRID WOBST. - Foto:

Son la perfecta representación de la belleza y la diversidad del país. La rubia, una paisa muy bogotana con apellido alemán, y la morena, que nació en Bruselas, con pinta latina y sangre vallenata, caminaron por las pasarelas de la moda desde que eran adolescentes. Juntas trabajaron de la mano de Tony Marques en una de las agencias más prestigiosas del país.

Después de protagonizar carátulas de revistas, campañas publicitarias y desfiles de diseñadores colombianos, Íngrid le sacó tiempo a la Facultad de Economía y se fue a estudiar Cine a España. Carolina, especialista en Comunicación y Mercadeo de Moda, vivió en Nueva York y París, y en ‘la Ciudad Luz’ conoció de cerca el glamour de Jean Paul Gaultier y fue su relacionista pública por casi una década. La vida las volvió a unir hace cinco años en Grupo4, la empresa de moda, estilo y talento de la que son socias fundadoras.

Íngrid Wobst (I. W.): Empecé a modelar por casualidad. Caminando en la calle me propusieron hacer un comercial y un desfile. Fue Linda Gómez quien trajo la agencia John Casablancas a Bogotá. Después todo esto terminó siendo mi estilo de vida.

Carolina Castro (C. C.): Mi hermana era modelo y en un desfile en el que participaba, una de sus compañeras canceló. Ella dijo: “Llamen a mi hermanita. Tiene 14 años pero mide 1,75”. Le vi ventajas como opción profesional, para viajar y trabajar con gente talentosa. La figura del mánager fue importante durante todo el proceso, porque es fácil que las modelos se pierdan en este mundo.

I. W.: Después de Linda Gómez estuve con Mauricio Sabogal y finalmente con Tony Marques en Stock Models. Nos eligen no solo por ser mujeres bonitas. Las personas deben saber hacia dónde van, buscar el camino correcto y construir una carrera. Tengo muchos años de modelo y empresaria, y nunca he tenido siquiera una conversación difícil.

C. C.: Para construir ese camino debe haber una evolución personal, conocer las fortalezas propias y tenerse confianza. Esto no es para personas sensibles al rechazo. Si a un cliente no le gustó tu look, no quiere decir que no sirvas o que te falte algo. Para eso está el mánager, para ayudar a decidir e incluso a negarse a un trabajo, así signifique mucho dinero. Las agencias son filtros necesarios entre las modelos y los clientes.

I. W.: Cuando trabajamos con Tony en Brasil, Chile, México, Portugal o España nunca corrimos peligro gracias a la forma en la que se proyecta la profesión, la puntualidad para los castings y cómo te comportas. En Europa, andaba de tenis, jeans y camiseta. Solo cuando iba a alguna cita de trabajo me cambiaba. Tener esto claro detiene cualquier tipo de propuesta fuera de tono.

C. C.: El ambiente en Colombia es muy sano, nunca tuve propuestas indecentes. Aunque ahora que trabajamos desde el otro lado con Tony en Grupo4, nos ha contado que en la época del auge del narcotráfico le tocó filtrar mucho más. Lo hacía tan bien que nosotras ni nos dábamos cuenta. En Nueva York también era muy profesional, trabajaba las horas asignadas y me iba tranquila para mi casa; en París fue igual. En Milán es más pesado, los contratos con las modelos se mezclan con una movida de rumba. Hay coqueteo con los fotógrafos y cuando me di cuenta de que debía entrar en ese juego, preferí dejarlo. Si se fueron buenas oportunidades por mi decisión, ¡pues bien idas!

I. W.: Vivimos de la imagen y alrededor de ese tema se han tejido otras historias, como que las que son flacas son anoréxicas o bulímicas. Las modelos tienen unas estructuras óseas especiales o características físicas como las de un atleta de salto largo. Para desfilar y llevar cierto tipo de ropa debes medir más de 1,78 y tener talla 6. Muchas que cumplimos con esos parámetros genéticamente no tenemos que cambiar nuestros hábitos de alimentación. Hoy, a los 43 años, todavía tengo que comer más para no adelgazar porque así nací. Y eso que en nuestra época eran más curvilíneas... Claudia Schiffer y Cindy Crawford eran los modelos a seguir.

C. C.: Eran una buena talla 8, saludables y con curvas. No se puede asociar esta profesión con los desórdenes alimenticios porque no es la generalidad. En este trabajo una modelo que sufre de anorexia no se ve sana y no la contratan. Está débil, con la piel pálida, se le empieza a caer el pelo y además tiene problemas psicológicos y emocionales.

I. W.: Yo era flaca. Las otras tres famosas de esa época también eran rubias, de labios carnosos y tetas grandes. Nunca me dijeron que me operara. Ahí está la decisión de cómo vas a manejar tu carrera. Te pones silicona y te vas por ese camino, o no caes en el juego. Esa es la diferencia. No hay ni buenos ni malos, simplemente es la elección de cada cual.

C. C.: Cuando volví de Francia me preguntaban mucho si me iba a aumentar el busto. Y en las entrevistas decían que había triunfado sin operarme. Me sorprendía, porque eso no era lo de resaltar.

I. W.: Vivimos en el país de “sin tetas no hay paraíso”.

C. C.: Eso ha cambiado, ahora hay una mentalidad más moderna y abierta. La globalización ha permitido que estemos menos lejos del resto del mundo, de los cánones de belleza, de la apertura a la diferencia. La definición de modelo no es: persona con cara bonita que posa en fotos. Es “ejemplo a seguir”. Uno tiene la responsabilidad de lo que proyecta, no solo en la parte física.

I. W.: El movimiento del #MeToo es una revolución. Hay unos casos más límite, sobre todo los de Estados Unidos. Hay otra opinión entre las francesas porque su manera de interactuar en esa sociedad es diferente. Alguien me dijo el otro día: “Bonita, pásame eso”. En Colombia esos términos se usan y estoy segura de que no es un abuso. En Estados Unidos alguien dice: “Hey, baby, come here” y le pueden meter una demanda.

C. C.: Me parece muy bien que se abra el debate y que las mujeres pierdan el miedo de enfrentarse y decir no. Es una oportunidad para que se enteren del poder que tenemos en la sociedad, con la sensualidad, el carisma y los encantos. Tampoco hay que caer en la mojigatería de que todas somos víctimas.

I. W.: Estamos educando mujeres y hombres, porque todos somos vulnerables. Formamos personas que puedan decir no, pero también que digan sí cuando quieran y que eso se respete. A veces uno quiere decir sí, y no está mal.

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