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Compras oficiosas y sin oficio

Revista Fucsia, 21/10/2008

¿Quién no ha comprado enseres innecesarios seducido por un anuncio de televisión o una moda pasajera?

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Por: Revista Fucsia
 
Conozco personas que son el mejor ejemplo de coleccionistas de adminículos sin oficio, que a la postre terminan siendo usados para colgar ropa, arrumados en el cuarto útil de las cosas inútiles, en un rincón de la biblioteca, debajo de la cama o de adorno en la casa de un reciclador.

La lista es grande y muchas de las cosas que compramos y que nunca usamos, no siempre son de larga duración. Hay una buena cantidad que traemos a la cocina cuando mercamos: salsas importadas que se vencen, enlatados que se esponjan, alimentos naturistas que se ponen amarillos y pastas, muchas pastas, que terminan recubiertas por un hongo verde asqueroso.

Y esto sucede, porque siempre dentro del grupo de amigos hay un vendedor de lociones, ropa importada, fantasía, planes compartidos, productos de catálogo, tratamientos de Herbalife, de Yanbal, etc. Un sinnúmero de aparentes soluciones a nuestras necesidades básicas modernas que siempre son las mismas: sentirse bien, viajar, cocinar a gusto, aprender inglés, estar a la moda, hacer deporte o vivir a tope.
Además, la naturaleza femenina y la de los ejecutivos del Tercer Mundo, es comprar y comprar, para aparentar, consumir, sin darte cuenta de que te vas llenando de vainas que no sirven para nada.

La bicicleta estática: les apuesto que la tiene en un rincón del apartamento y que de su manillar cuelga un bolso, una cachucha, o hay ropa oreándose para organizarla en otro momento.

Los tenis para trotar: esa ‘inversión’ de 300 mil pesos para hacer deporte sigue casi nueva; no tiene quiebres en la lona y la suela está más rígida que una piedra. Pero son bonitos y vale la pena tenerlos para cuando trote… unas… dos veces al año.
El curso de inglés: una de la preguntas más incómodas es si habla inglés; consciente de ello ha comprado cursos desde cuando los vendían en casetes, pasando por los Cd hasta los modernos Dvd. Y tiene una colección de cajas arrumadas en la biblioteca para un día regalarlos a una sobrina.

Los cursos de lectura rápida: es lo mismo que el curso de inglés, pero emparentado con los libros que se compran, no se leen, no se prestan, ni se tiran. Son para aparentar tenerlos o saber cómo es la tapa.

La máquina de abdominales: lo mismo que la bicicleta estática, pero debajo de la cama o al fondo de clóset.

El kit de gimnasia pasiva: tengo una amiga treintañera que tiene dos, uno en el apartamento y otro en la oficina; lo peor es que en ambos lugares le da pena usarlos.
La afeitadora eléctrica: la barba es una vaina para quienes les aparece, y cada que sale un aparato eléctrico marca Philips, fijo que lo compran, como quien renueva el iPod, sin advertir que tiene dos que nunca usa en el cajón del baño. El rostro sin pelo, sigue siendo territorio de Gillette.

Las enciclopedias: ¡por Dios! Vivimos en la era digital y todavía hay vendedores que encuentran compradores con el argumento de que el libro nunca pasará de moda y que qué mamera leer en computador.

La aspiradora de cojines: este aparato siempre va rumbo al baúl del carro o al cuarto útil, quienes lo han comprado se han dejado seducir por la gente de Televentas del canal Discovery, donde el amo de casa gringo disfruta aspirando su auto los domingos en la mañana.

El esmoquin: bien dice el dicho, que la diferencia entre el esmoquin de un mesero en un matrimonio y el de un invitado es que el del primero es propio y el del otro es alquilado. Quienes infringen esta regla les da por comprar un encarte y ocupar un abultado lugar en el clóset.

El wok y el machacaajos: hay una horda de cuarentones que ama preparar sus alimentos, y les ha dado por comprar todo tipo de ollas y alicates, que usan dos veces al año a cambio de sentirse preparados cuando el grito de cocina haga su llamado.
Alicate abrenueces: por lo general es comprado en BBB o en At Home. Sirve de adorno en la sala. ¡Cuidado: que los niños lo cojan de juguete!

Cuando la simpática del grupo llegue otra vez con un catálogo de ventas que incluya, además de lo anterior, una escalera, una bombilla sin cables ni pilas, cremas reductoras finlandesas con plástico incluido, una faja para trotar, o unos cojines baratísimos con figuras indias: piense en que su apartamento es pequeño y que ya está bien de tanta pendejada.