Editorial

¿Están los medios pasándose de la raya?

Lila Ochoa, 12/12/2011

Los periodistas deben cuidarse de traspasar la línea entre lo público y el derecho a la intimidad de las personas. Entérate aquí.

Foto por Juan Antonio Monsalve/11 - Foto:

Primero fue el escándalo de las grabaciones de News of the World, uno de los periódicos del magnate Rupert Murdoch, en Inglaterra, donde desapareció una niña y la policía descubrió que los mensajes de su celular habían sido borrados por un periodista, lo que hizo creer a sus padres y a las autoridades que todavía estaba viva. Los papás fueron acosados sin compasión por la prensa, sin saber cómo reaccionar ante una situación terriblemente dolorosa y sin experiencia en el manejo de los medios, pues no eran celebridades.

El actor Hugh Grant fue arrestado hace unos años en Los Ángeles por sostener relaciones sexuales con una prostituta en un automóvil. Como él sabe perfectamente el significado de lo bueno y lo malo, aceptó que los periodistas se inmiscuyeran en su vida, aunque se sorprendió de que entraran a su apartamento a fisgonear. Pero cuando su exnovia, una mujer del corriente, tuvo un bebé de cuya existencia nadie estaba enterado, excepto los padres de la joven, se le rebosó la copa. Asustado de encontrase con los paparazzi, decidió conocer a su hija en el hospital, donde una nube agazapada de fotógrafos lo esperaba. Sintió entonces que su vida era insoportable, no entendía cómo se había filtrado la noticia y decidió entablar una demanda.

Según los medios, las celebridades se arriesgan a que su vida sea expuesta al público por el hecho de serlo. Me pregunto si es culpa de los medios o del público que, llevado por una curiosidad morbosa, quiere enterarse hasta del último detalle. Nos deleita leer acerca del divorcio de Fulanita o la infidelidad de Zutanito, o las aventuras sexuales de los personajes, creyendo que no hacemos nada malo.

A nadie le gusta ver su vida privada expuesta. No es aceptable que, por el afán por atraer lectores o espectadores, el periodismo crea que puede transgredir las normas, traspasar los límites de la intimidad. Y es peor aun cuando se trata de personas del común, que por circunstancias de la vida se ven envueltas en una situación complicada.?Un ejemplo cercano es el caso de la fiscala general de la Nación, Viviane Morales, a quien tres periodistas acaban de criticar duramente, no por su desempeño, sino por su vida privada. Me pregunto qué derecho tienen de hacerlo, si ocupar un cargo público no da licencia para invadir la vida íntima de una persona. Y aunque no utilizan estratagemas para descubrir sus secretos, ni los fotógrafos la están acosando a la salida de su trabajo, “sin querer queriendo” nos estamos acercando al amarillismo.

A diario oímos en la radio cómo algunos periodistas acosan a entrevistados inexpertos, que terminan crucificados, en algunos casos con su honra en duda, mientras que aquellos personajes que, por razón de su trabajo están acostumbrados al fogueo en los medios, se defienden como leones así sean deshonestos. Los periodistas no son jueces, una entrevista no es una audiencia pública y, que yo sepa, el linchamiento está prohibido por la ley.

En Inglaterra se cuestiona este tipo de periodismo ‘tóxico’, acusado de prácticas ilegales como interceptar teléfonos, comprar a la policía, y otros. El escándalo le costó caro a Murdoch. James, su hijo, directivo de las editoriales de su propiedad, tuvo que renunciar a su cargo. Murdoch perdió el gran negocio de fusionar dos compañías satelitales, News of the World tuvo que cerrar después de 120 años de circulación y su editora, Rebecca Brooks, la reina de Fleet Street, conocida por su habilidad para conseguir chivas, renunció a los 12 días de haber estallado el escándalo de las ‘chuzadas’ a la niña desaparecida, miembros de la realeza y familiares de los soldados en Afganistán.

En este momento se lleva a cabo una investigación dirigida por Lord Leveson, juez de la causa para examinar la cultura, las prácticas y los principios éticos de los medios, que inspecciona en particular las relaciones entre la prensa y el público. Pero el verdadero cuestionamiento no solo se debe plantear a los medios por su periodismo tóxico, o al público por insensible y morboso; hay que cuestionar también a las personas que se convierten en fuente de noticias no verificadas, a la enfermera que se roba una historia clínica para venderla, al policía que acepta dinero para interceptar un teléfono.?La ley está hecha para impedir que esto suceda, pero si las instituciones que deben proteger a la gente son responsables de las filtraciones, “apague la luz y vámonos”. Al final, se trata de algo tan sencillo como tener ‘decencia’, pues todos, de alguna manera, estamos expuestos, y la lección es la de jugar limpio.