¿Es necesario tanto sexo?

Arnoldo Mutis , 24/8/2015

Un nuevo estudio científico desvirtúa lo que siempre hemos creído y demuestra que hacer el amor con mayor frecuencia no necesariamente hace más felices a las parejas.

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El sexo es uno de los grandes placeres de la vida, y por tanto impera la creencia de que son más dichosos quienes lo disfrutan con mayor asiduidad. Mil mujeres encuestadas recientemente en Estados Unidos lo ubicaron en el primer lugar de las actividades que las complacen.

Años atrás, cuando se estudiaron las relaciones entre ingresos, actividad erótica y felicidad, con la ayuda de 16000 voluntarios, la conclusión fue que aumentar las relaciones sexuales de una vez al mes a una por semana, acrecienta la sensación de felicidad, del mismo modo en que le hace tener un excedente de 50 mil dólares en la cuenta bancaria. (Lea también Las características que hacen a un pene bonito)

"Unos creen que lo hacen mucho, y otros que muy poco", apunta el doctor Robert Weiss, master en bienestar social de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), y experto en adicción al sexo, quien además asegura que la preocupación por la frecuencia en la práctica del sexo es legítima y puede producir estrés, depresión, ansiedad, problemas de autoestima y hasta el fin de una relación.

  

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Ahora, los científicos están empeñados en remover un poco las aguas para probar que la ecuación 'a más cama, más gozo' no es tan directa. Quizá, alegan algunos, las parejas más contentas tienen más sexo pero, ¿cómo saber si su acoplamiento en la alcoba es la causa de su buena relación? ¿No será, se preguntan otros, que es su buen avenimiento lo que los lleva a hacer vida marital más a menudo, y no lo contrario? (¿Y si mi pareja siempre tiene ganas?)

Para despejar estas dudas, la Carnegie Mellon University, de Pittsburgh, Pensilvania, emprendió el primer examen científico (los anteriores solo se basaron en encuestas), sobre la conexión entre sexo y felicidad, y las conclusiones, publicadas hace poco en The Journal of Economic Behavior and Organization, desvirtuaron lo que se tenía por obvio.

El proyecto reclutó a 64 parejas adultas, casadas y heterosexuales entre los 35 y los 65 años. A partir de cuestionarios estándar que evalúan el estado de ánimo, los investigadores las interrogaron sobre cada cuánto tenían sexo, qué tanto lo disfrutaban y qué tan felices eran.

Luego, los matrimonios fueron divididos en dos grupos al azar. A una mitad se le pidió que siguiera con su vida sexual normal, mientras que a la otra se le solicitó que la incrementara. Así, los matrimonios que hacían el amor una vez al mes (el mínimo para ser incluidos en el estudio) debieron hacerlo dos. Y aquellos que procedían tres veces a la semana, debían subir la frecuencia a seis.

La práctica duró tres meses y los voluntarios, además, debían responder diariamente un temario sobre cómo estaban viviendo la experiencia y el modo en que ello afectaba su humor. (Lea también ¿Cómo conquistar a alguien más guapo que yo?)

Al final, varias parejas cumplieron con el pedido de doblar sus encuentros y hubo, en promedio, un 40 por ciento de incremento en las relaciones de todo el grupo. Pero, según sus respuestas, esto no los hizo más felices sino que, al contrario, se sintieron bajos de energía y menos entusiastas. Hombres y mujeres refirieron que los coitos adicionales no fueron tan buenos como los acostumbrados, de modo que no les prodigaron mucha satisfacción.

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El director de la investigación, George Loewenstein, le dijo a The New York Times que este desenlace no debería causar sorpresa, si se tiene en cuenta un principio simple: "Nada puede ser más desalentador que convertir algo en una obligación". Si las parejas se mostraron menos alegres por tener más sexo, explicó, fue porque lo estaban haciendo a pedido de otros. "Parece que hacer el amor por una razón distinta a que te gusta, o que quieres hacerlo, puede minar la calidad de ese momento y el humor resultante de ello", explicó Loewenstein, economista y una autoridad en economía conductual y neuroeconomía, campo interdisciplinario que busca explicar cómo se da la toma de decisiones en el ser humano.

Para este doctor en economía, de la Universidad de Yale, es posible que los estudios que asocian frecuencia sexual con felicidad hayan soslayado el real vínculo entre los dos: el deleite. Quienes se entienden en la cama disfrutan más, y es ese placer del acto lo que mejora su estado de ánimo, y no cuán a menudo sucede, declaró. (Lea también Cuando sólo se trata de sexo)

Tamar Krishnamurti, otra especialista que participó en la indagación, le dijo a The Guardian: "El deseo de tener sexo disminuye mucho más rápido que su goce una vez que éste se ha iniciado". ¿Qué se puede hacer? "En vez de enfocarse en incrementar la frecuencia de las relaciones para retomar el nivel que lograban al comienzo de su historia amorosa, las parejas pueden más bien trabajar en crear un ambiente que detone y haga más divertido su erotismo".

En fin, hay que concentrarse en la calidad, más que en la cantidad, si se quiere tener una vida sexual plena, puntualiza Loewenstein. No obstante las revelaciones de su trabajo, el economista piensa que los matrimonios de hoy hacen muy poco el amor, y que volverse más fieles a ello, de la manera correcta, puede resultar benéfico.

En efecto, cifras de la General Social Survey señalan que en Estados Unidos las parejas casadas hacen el amor 58 veces al año, en promedio, lo que es visto como bastante poco si se tiene en cuenta que los recién casados y los veinteañeros lo hacen un promedio de 111 veces anualmente.

Al respecto, el doctor Robert Weiss, autor de libros como Always Turned On: Sex Addiction in the Digital Age (Siempre excitado: Adicción al sexo en la era digital), recomienda, para comenzar, liberarse de los tabúes y de los prejuicios. "No se es hipersexual si se está por encima de las cifras, ni atrofiado si se está por debajo de ellas", aclaró en un mensaje electrónico para este artículo. También recordó que cada persona y pareja son diferentes y que no hay una norma para la conducta sexual mientras ésta no sea ilegal, ni afecte la autoestima o a los demás.

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Weiss fue enfático en que la excitación sexual humana es influenciada por múltiples factores como la edad, la salud física y emocional, la presencia de niños en el hogar, pérdidas recientes, medicamentos, desbalances hormonales, abuso de alcohol y drogas, recarga laboral, estrés, traumas por abuso y disminución de la atracción física, entre otros. (Lea también 25 datos curiosos sobre el sexo)

"Así es como somos y no hay nada inherentemente bueno o malo en eso", advierte, y recuerda que menos sexo no significa obligatoriamente menos amor. "Para muchas parejas que han estado juntas por largo tiempo es más significativo el sentido mutuo de confianza que las noches tórridas de sexo". Sin embargo, si la poca frecuencia se convierte en una seria preocupación, insta a hacer un poquito de esfuerzo. "Eso ayuda", dice, "en especial si la conexión emocional sigue siendo fuerte". También aconseja buscar la causa del problema y la ayuda de un consejero de parejas.

-¿Cómo reaviviar la pasión?-

1. Cambie. Saque el sexo de la alcoba y practíquelo en sitios inusuales como la cocina o la sala. En el tiempo libre, las salidas al campo, la playa o un motel, pueden aportar ese picante que le falta a la relación.

2. Sea galante. El deseo vive de detalles como planear una salida inesperada, hacer esas cosas que a su pareja le encantan (ver un partido o un recital), o darse regalos "porque sí".

3. Atrévase. Por miedo o vergüenza, el hombre y la mujer callan esas fantasías sexuales que tanto los encienden mentalmente. Es hora de hacerlas realidad para comprobar que el ardor no se ha extinguido.

4. Prográmese. Apartarse con su pareja del mundanal ruido para entregarse a momentos de intimidad física y emocional es muy conveniente. Una ducha juntos o un masaje, son propicios para ello.

5. Sea selectivo. Explore acerca de las distintas categorías de sexo que se pueden practicar: el quickie, sexo gourmet, sexo sin penetración, sexo sin orgasmo, es decir, un variado menú con opciones para cada momento y el carácter cambiante del deseo.


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