personaje

Profeta en su tierra

, 2/11/2010

Yuri Buenaventura es considerado como uno de los cantantes de salsa más cotizado de Europa. Está en el país para promover el Festival Folclórico del Pacífico.

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Hace 22 años que vive en Francia y aún no pierde el acento porteño de quienes nacen en Buenaventura. Tampoco, ni por un instante, se ha amainado el amor por su tierra. Es más, tan importante es para él ese pedazo del Pacífico colombiano, que decidió interrumpir todos sus compromisos de los próximos seis meses para meterse de lleno en el cuento de transmitir la cultura de sus raíces al resto de Colombia y, por qué no, del mundo. Cuando Yuri Buenaventura camina por cualquier calle parisina, la gente lo reconoce, le pide autógrafos, lo llama “el mejor embajador de Colombia en Francia”. Él, consciente de esa fama, pero sin que lo encandilen sus destellos, dice orgulloso que nació en el barrio Viento Libre, hoy conocido como La Transformación, entre el retumbe de los cununos y los mitos de La Tunda en el manglar.

Se fue del país a los 18 años, a estudiar Economía en La Sorbona, porque pensaba que esa carrera le daría las herramientas necesarias para regresar y aportar algo a su ciudad. Apenas adolescente, no se imaginó que la vida le tenía destinado un futuro de son y de ritmo que lo alejaría para siempre de las fórmulas y los números.
Fue interpretando el bongó en los metros de París que Yuri, bautizado en honor al astronauta ruso Yuri Gagarin, encontró su verdadera vocación. De eso hace más de veinte años, que le han traído un sinnúmero de reconocimientos nacionales e internacionales.

Comenzó a principios de los años 90, cantando en los grupos Mambomanía y Caimán, con tal éxito, que a los pocos meses ya era reconocido en el París latino como uno de los mejores intérpretes de salsa. Su fama creciente lo hizo conocer al venezolano Orlando Poleo, quien por esa época dirigía la orquesta Chaworo. Con ellos, ofreció un concierto memorable ante cinco mil personas en el Festival Tempo Latino de 1996.

Fue él quien le puso salsa al clásico Ne me quitte pas, de Jacques Brel, una versión que entusiasmó tanto al productor de Radio Nova, Remy Kolpa, que no dudó en ayudar al colombiano con un poco de impulso publicitario en los medios de comunicación franceses. Desde entonces, sus logros hablan por sí solos: con su primer trabajo discográfico, Herencia africana, se convirtió en el primer cantante de salsa en ganar un disco de oro en Francia; también, por esa época, y gracias a su talento, entró a formar parte del sello PolyGram y comenzó a ser reconocido como uno de los latinos más influyentes en ese país.

Ha participado en festivales de música en todas partes del planeta, en donde se ha cruzado con grandes, que van desde la banda de metal Black Sabbath, hasta el famoso Ismael Rivera. De los primeros recuerda el profesionalismo; del segundo, su filosofía acerca de la solidaridad.

A forjar nación
Habría podido quedarse en Francia, lejos de los conflictos de violencia que azotan a su país y a su ciudad. Pero quien habla con él se da cuenta de que es un hombre agradecido con la vida y con el puerto que lo vio crecer. Por eso, suspendió los compromisos que tiene en Europa con su productora y disquera Buenaventura Vivo, y se vino por seis meses a Colombia para ayudar a forjar nación a través de la cultura y su experiencia.
Su primer objetivo es que el Festival Folclórico del Pacífico, que se realiza del 14 al 17 de este mes, no sea solamente un evento para locales. Para él, es fundamental que este tipo de eventos sean vistos por todos los colombianos para que se den cuenta de que todos somos parte de ese rico patrimonio cultural.

De la mano de su amigo de infancia, Harold Ordóñez, productor del show de salsa Delirio, entre muchas otras cosas, quieren invitar al Festival a artistas diferentes que puedan hacer que otro tipo de público se fije en la riqueza cultural que esconden las fiestas típicas del Pacífico. Ahora bien, es enfático cuando dice que la idea no es quedarse en la fiesta ni en la caricaturización de lo obvio. Los objetivos de Yuri son varios: por un lado, sembrar una semilla de amor y cambiar los lenguajes de violencia a través de su arte; por otro, que los ojos del mundo se fijen en este pedazo de mar, rico en tradiciones, donde las ballenas llegan a dar a luz; y, por último, que se dé un proceso de nación y no de capítulos individuales. No en vano, cuando le preguntan con qué canción se identifica, no elige una cualquiera, sino que recita un verso del Himno Nacional: “…en surcos de dolores el bien germina ya…”