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Sexo y racismo

revista fucsia, 18/2/2009

Los estereotipos que se han tejido por siglos acerca de la sexualidad de la raza negra, son falsos en general y no tienen otro asidero que la estigmatización.

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Por Arnoldo Mutis

El advenimiento de Barack Obama como el hombre más poderoso del mundo supone para los miembros de su raza en todo el mundo, incluida Colombia, una nueva etapa en la lucha contra el racismo y la discriminación. Y si hay un aspecto que merece un vuelco en ese sentido, es la serie de mitos acerca de la sexualidad de los hombres y mujeres negros, a quienes se les atribuye una fogosidad sin límites, un desempeño olímpico en la cama, cierta ‘liviandad’ y otras peculiaridades que suscitan admiración o repudio.
 
Es vergonzoso que en pleno siglo XXI, la humanidad no haya terminado de comprender que el color de la piel es una mera circunstancia biológica que se repite en el tiempo, y que no establece diferencias ni categorías entre los seres humanos para ejercer su derecho a una vida en igualdad de condiciones. En el sexo también se cumple esa verdad, demostrada ya de sobra por la ciencia y los estudios humanísticos, y es así como son tenidos por ciertos los estereotipos más aberrantes o ridículos sobre la sensualidad de los afrodescendientes, en perjuicio de sus facetas valiosas y variadas, así como de sus aportes a la construcción de sociedades como la colombiana.

El impúdico tema del tamaño del pene, por ejemplo, es quizás el prejuicio más popular. Se dice que los negros ostentan miembros viriles de una mayor longitud que los blancos o los orientales. Empero, como lo confirma el cirujano plástico Fabián Blanchar, no existe ningún asidero científico para asegurar que la raza determina un órgano sexual grande o pequeño. Lo dice él, que ha tenido en su consultorio a más de un paciente moreno con un pene pequeño en busca de una cirugía de alargamiento.

La longitud de este órgano, como otras características físicas, en realidad está dado por la genética de cada persona, explica Blanchar.

Lo cierto es que un tema tan frívolo como ese, no es el meollo de este asunto. Ya quisiéramos que lo fuese, frente a la verdad compleja que ha dado origen a tantos conceptos funestos. Necesariamente, toca remitirse a la historia para encontrar la génesis de la discriminación sexual contra las gentes de piel morena.

Un poco de historia
Desde sus comienzos, la iconografía cristiana resolvió que el diablo era negro. Cómo no hacerlo si los amos del poder y la religión eran blancos y necesitaban recalcar que su raza era sinónimo del bien para cumplir sus ambiciones. En la Edad Media, en el Carnaval, surgió el cuerpo grotesco, negro, en contraposición al cuerpo clásico, blanco, símbolo de aristocracia, perfección y espiritualidad. A través de otras tantas manipulaciones, la figura afro fue estigmatizada y equiparada con la impureza y lo salvaje.

Luego vino el terrible tiempo de la esclavitud de los africanos, que tuvo su auge en Colombia durante la época de la Colonia y que es la razón por la cual hoy, sexualmente hablando, los negros en este país son discriminados o reverenciados. Se decía que los pioneros africanos traían de sus tierras una “pecaminosa” inclinación por los placeres carnales. Pero lo que no quedó muy claro en la historia oficial, es que esa libidinosidad desbordada era más bien una tendencia de los blancos, reprimidos por la doble moral cristiana, y quienes pudieron saciarse con sus esclavas negras, tratadas en esa ominosa página del pasado como objetos sexuales. Ello está muy documentado en archivos judiciales de esos días, que dan constancia de esclavas que se atrevieron a denunciar a sus dueños por violación. Así lo sostiene el antropólogo Jaime Arocha, quien luego de más tres décadas de estudios sobre los afrocolombianos, es una de las voces más autorizadas al respecto. Él cuenta cómo esa imaginería de tipo sexual que elaboraron los hombres blancos acerca de los negros pasó a las mujeres de los primeros, quienes por igual utilizaban a sus esclavos para saciar sus apetitos.

A raíz de esa problemática, pudo surgir el injusto mito de la mujer negra cachonda, cuyo único oficio, como por un imperativo categórico, sería la prostitución. No es extraño que muchas mujeres afrocolombianas hayan caído en ello, en una sociedad donde todavía la exclusión de su raza de las oportunidades de educación y ascenso en la escala social es un flagelo. “Es la dimensión que más se ha querido resaltar”, apunta Arocha, pero lo cierto es que muchos afrodescendientes desempeñan oficios dignos y en los que suelen ser calificados como los mejores, como sucede con los músicos, peluqueros, deportistas, cocineros y vendedores de frutas. Y son muchos, de igual manera, los que vencen las barreras de la injusticia social hasta alcanzar meritorios lugares en el campo profesional. Pero la historia de una niña negra meretriz vende mucho más que la de una diestra artesana del Chocó… Esa es nuestra sociedad.

De todas formas, los mismos negros de hoy, a fuerza quizá de oírlo y vivirlo, en especial cuando llegan a grandes ciudades, han terminado por creer en el mito de su sexualidad. Mucho más cuando ello les da la oportunidad de aceptación en los medios blancos o mestizos, donde son admirados porque si bailan bien y cocinan bien, entonces “tiran bien”, como lo apunta con desenfado Esperanza Biohó, creadora de la Fundación Colombia Negra. Esta bailarina, folclorista y gestora cultural afrodescendiente trabaja también desde hace años por derribar las barreras raciales en el país y sostiene que “lo mejor es el sabor de la propia piel”. Reconoce que “el hombre negro es muy cálido, fogoso, nada reprimido”, pero esas mismas calidades ella sabe que son normales por igual en hombres de otras razas, ya que la felicidad en el sexo está dada por la compenetración, los sentimientos, el nivel cultural y el ser de cada cual, no por la raza.

Algo cierto
De todas formas, esa fama del negro siempre dispuesto para la cama y el ritmo, no deja de tener su parte de verdad, como un efecto de la historia. Arocha recuerda que en la Colonia los negros esclavos vivían en un estado de cautiverio equiparable con el que hoy sufren los secuestrados de la guerrilla. En esa situación, dos eran sus mayores restricciones: el sexo y el movimiento, pues eran encadenados. Cuando por diversos medios como la sublevación o la compra de su libertad se veían por fin dueños de su destino, lo primero que hacían era darle rienda suelta a lo que tanto les habían prohibido. En el campo de la sexualidad, esa liberación contribuyó a darle más cuerpo a la estigmatización de su raza como vulgar y profana.

Lo irónico es que los antepasados africanos traían realmente de su África ancestral un sentido sagrado del erotismo, como lo recuerda el profesor Arocha. Aquellas culturas de donde provienen los negros, mulatos y zambos colombianos veían el sexo como un valor de vida y de alegría. Los orichas o deidades de Nigeria, Togo o Benín insuflaban en el espíritu de sus fieles la responsabilidad de ser felices a través de las expresiones sensuales. Además, otra elocuente demostración de que todo lo afro no es desenfreno carnal la da Arocha, al anotar que los mitos de iniciación sexual en la religión yoruba consistían en largos periodos de abstinencia. Esos y muchos otros secretos hablan de una riqueza erótica que bien podría servirle de lección a esta sociedad que se acostumbró a valorar a los seres humanos a partir del físico y no del alma, la cual, definitivamente no tiene color.

Mito de largo alcance
Las encuestas acerca del tamaño del pene según la raza no son dignas de mucho crédito. Ni siquiera las de pioneros de la sexología como Kinsey, a quien se le reprocha que sus encuestados medían en privado sus órganos para contestar a sus preguntas sobre el tema Mientras que surge un estudio de fiar resultan útiles algunos datos médicos veraces:

4 Los varones negros, no todos, suelen tener el ligamento suspensorio del pene, que lo fija al pubis, más largo, lo que determina su mayor tamaño. 4 El tamaño de un pene grande en erección en hombres negros, por lo general, es el mismo que cuando está flácido, porque a mayor longitud se necesita más sangre para cumplir esta función. En los hombres blancos es más pequeño y crece más con la excitación por que sus pieles son más retráctiles en la flacidez y más elásticas en la erección, de acuerdo con Masters y Johnson.