Descubrimiento de martes
Escogí llevar una vida solitaria y medio huraña, pero en el fondo vive un ser sociable que anhela estar en contacto con la gente.

Dice mi psicóloga que yo no me agrado y que tengo un deseo reprimido por vivir. Esto es que no solo no me acepto, sino que no hago mucho por mejorar lo que no me gusta de mí. Encima, significa que escogí llevar una vida solitaria y medio huraña, pero que en el fondo vive un ser sociable que anhela estar en contacto con la gente. Menudo descubrimiento para un martes en la mañana. Después de nuestras sesiones suelo salir liviano, amando la vida, pero después de esta salí contrariado y molesto, no con ella, sino con la situación.
Y es raro estar así porque no es que odie la vida, de hecho, creo disfrutarla. ¿Han visto cómo la gente se queja de los domingos? Yo los adoro, es imposible odiarlos, nunca, desde que vivo solo, me he aburrido en un día así. Es decir, nunca he considerado suicidarme porque aprecio la vida en general y la mía en particular. Creo también que vivir tiene sentido, aunque en el fondo quizá no lo tenga, lo que me pone en una situación incómoda según las conclusiones a las que hemos llegado: no me quiero matar, pero tampoco estoy disfrutando de la fiesta.
Entonces pasa que así me guste la vida, al tenerla atorada termino no apreciándola. No me siento parte de ella, no siento ni mi cuerpo, al que percibo como ajeno, como si fuera de alguien más. Entonces, si no valoro lo que soy y lo que tengo, si no aprecio vivir, mucho menos voy a valorar a los demás.
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Dice también mi psicóloga que soy tremendamente egoísta, lo cual es evidente para quienes me conocen, pero aun así valioso de descubrir porque las cosas más obvias son las que menos percibimos, no importa que las tengamos en nuestras narices. Para eso hay que pagarle a un especialista no para que vea características en nosotros, sino para que nos las diga. Las personas cercanas las ven todo el tiempo, las sufren incluso, pero no nos las dicen; solo se atreven a hacerlo en el calor de un conflicto para descargarse o para mandarnos a la mierda así sea por un rato.
Pero los descubrimientos que he ido haciendo son reales y no es fácil aceptarlos. La gente me tiene sin cuidado, o al menos he logrado convencerme de ello. Es por eso que me dedico a escribir, un oficio solitario donde lidio con la menor cantidad de personas posibles. Cuando me hablan me hago el que oigo, pero lo cierto es que no estoy ahí. No es que sea un mal tipo, es que no me importa lo que los demás sientan, el cielo o el infierno por el que puedan estar pasando. Durante años he silenciado ese sentimiento tan importante llamado empatía, que es el que en buena parte permite que vivamos sin matarnos los unos a los otros. Por eso también, por ejemplo, rara vez recuerdo el nombre de quienes conozco. ¿Para qué, si no son yo? ¿Saben cómo me relaciono con la gente? Solo si puede darme algo, algún servicio, principalmente comida, dinero o sexo. Sexo.
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El otro día pensaba en que quería volver a enamorarme, que sería bonito interesarme en alguien y tener esa complicidad que solo las parejas tienen. Luego me miré y entendí que así no quiera vivir acostándome todo el tiempo, es el sexo lo que uso para relacionarme porque es lo que me hace sentir vivo, y que así va a ser difícil lograrlo. Formar vínculos a través de él no lleva a ningún lado, porque si no se desarrollan otros lazos, después del orgasmo no queda nada. Yo recuerdo cinco, seis mujeres que me importaron, pero bastantes más con las que solo me unieron el deseo, y esa es una conclusión triste. Es decir, muy placentero todo, pero todas las relaciones terminaron desvaneciéndose, porque el sexo por el sexo es un pilar débil, casi destructivo. Muchas de ellas terminaron incluso odiándome por la forma en que me comportaba, porque cuando la relación amenazaba con evolucionar en algo más, yo ponía una barrera. Alguna vez le dije a una mujer que no quería que tuviéramos más sexo, pero que podíamos vernos para hacer otras cosas. Nunca más volví a hablarle.
Esto no para acá, y si lo que tengo es un problema, reconocerlo y escribir sobre él es una buena forma de enfrentarlo. Tiempo atrás tuve una psicóloga con la que quise acostarme. La deseaba montones, pero nunca dije ni hice nada al respecto porque me servía más como terapeuta que como amante. Con la actual no me ocurre eso y todo transcurre dentro de límites estrictamente profesionales. Eso, creo, ya es un avance.
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