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Midorexia, o sobre cómo tener más de 40 y nunca haberte sentido mejor

Fucsia.co, 20/2/2018

Entérate de todos los detalles acerca de este "síndrome" de la mediana edad. Prueba suerte y puede que tú y Heidi Klum, Jennifer Aniston o Gwyneth Paltrow tengan mucho en común.

Midorexia, o sobre cómo tener más de 40 y nunca haberte sentido mejor. (Foto vía Getty) - Foto:

Cada vez es más y más difícil definir lo que es envejecer, con instagramers de moda y estilo que rondan los sesenta años y modelos con cuerpos envidiables posando en bikini tal y como lo hacían hace tres décadas. Como ellas, tal vez tú ya hayas pasado los cuarentas, pero nunca te habías sentido mejor. De hecho, te miras al espejo y te lo crees porque te devuelve una imagen juvenil, con unos glúteos de acero y un abdomen definido que no habías tenido ni a los veinte. Además haces hot yoga, a cuarenta grados centígrados, y aún así has conseguido hacer todas las posturas cuando ni en tu más tierna infancia se te daba bien una parada de manos.

Si encajas en ese perfil eres una de ellas, midoréxica perdida, estupenda declarada, riéndote de las gurús del estilo que recomiendan que las faldas no suben por encima de la rodilla pasados los treintas…¡a ti que no te vengan con esos cuentos!

Que sí, tienes edad suficiente para tener juanetes, pelos grises y el comienzo de problemas digestivos regulares, el paso de los años es algo inevitable. Pero, con los cuidados adecuados se puede llegar a estar igual o incluso más atractiva a los cincuentas que a cualquier otra edad, en eso consiste la midorexia.

La palabra apareció por primera vez hace dos años y la acuñó la columnista inglesa Shane Watson que la define como "la creencia de que serás atractiva para siempre y que, de hecho, ahora eres más atractiva que nunca, una circunstancia que sería un crimen no explotar antes de que sea demasiado tarde". Para Watson, "una midoréxica es una persona que cumple cincuenta y sale corriendo a comprar su primeros pantalones de cuero, a pesar de no haberlos llevado nunca en su juventud". Ella, que se identifica como tal, confiesa que en su caso fueron unas plataformas.

Pero ¡ojo! La midorexia es diferente a la clásica crisis de los cuarentas en las que ellos y nosotras intentamos negar la evidencia, y se compran una moto o cambian su pareja de toda la vida por una de veinte años menor. No, aquí de lo que estamos hablando es de una conversión religiosa de último minuto que te hace creer firmemente que estás en la flor de la vida (no que se te está pasando el arroz y tienes que disparar el último cartucho). Y esto no es estar en negación, es una ceguera temporal enraizada en lo más profundo del amor propio.  

Bajo ese orden de ideas, los midoréxicos tanto ellas y ellos, no demuestran angustia ni ansiedad, no tienen prisa, realmente están convencidos de que tienen todo el tiempo del mundo y que viven la mejor de las edades posibles. Sobre todo viven bajo la convicción de que son más simpáticos que nunca en su vida, que están en mejor forma que en su mejor momento y que sus poderes de seducción están intactos, si no más potencializados.

Llámale como le llames, lo cierto es que cada vez más hombres y mujeres dejan de fijarse en su edad para vivir –y vestir, y comer, y viajar, y hacer deporte– como quieren sin dejarse llevar por las sentencias caducas que pretenden vincular tu fecha de nacimiento con tus intereses. La midorexia es ponerse una minifalda, es viajar sola al otro lado del mundo para explorar y descubrir nuevos olores, sabores y culturas, es no conformarte con hacer yoga si tu cuerpo te pide a gritos una clase de zumba. En definitiva es poner por delante tus deseos frente a lo que se considera que “se debe hacer a partir de cierta edad”. ¿Qué importa que los veintes te suenen ya lejanos y que estés casi rozando los cuarentas, cincuentas o sesentas? 

Gwyneth Paltrow de 45 es un ejemplar de libro de midoréxica, al igual que Jennifer Aniston de 49, Heidi Klum de 44 y Madonna de 59. Sus vidas no han cambiado un ápice desde los veinte, su actitud parece no haber notado el paso del tiempo y sus cuerpos, a decir verdad, tampoco.