¿Por qué fingimos orgasmos?

Por: Andrea Domínguez, 19/7/2017

¿Por qué muchas mujeres fingen lo que podría ser un verdadero clímax del placer con sus parejas? Abrimos el baúl de los secretos femeninos.

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Orgasmo femenino, tesoro escondido en algún lugar de la psiquis.

Todos te buscamos afanosamente, pero eres como el sueño para el insomne: cuanto más te acosan más esquivo te pones. A ti hay que endulzarte el oído, montarte trampitas, convencerte para que salgas de la cueva y por fin te dejes venir en una placentera oleada rítmica. Y como eres “la cereza del pastel sexual”, si no te podemos tener, al menos fingimos tenerte. Pero, ¿por qué desplegar todas esas artes histriónicas en lugar de concentrarse en las artes amatorias que eventualmente lleven al hallazgo del tesoro?

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Con la venia de las que se arriesgaron a compartir su historia con FUCSIA, aun bajo la protección de un sondeo anónimo, abriremos el baúl de los secretos y contaremos por qué algunas mujeres, en algún momento de sus vidas o de su relación con una pareja, han actuado ese maremoto sensorial que es un orgasmo.

“Para que la pareja quede contenta; para terminar rápido; para alcanzar algo de excitación; para no hacer sentir mal a mi compañero(a); por cansancio; por salir rápido del ‘tema’; por sentir el poder de decidir cuándo terminar con el encuentro sexual; por sentir que el orgasmo nunca va a llegar”. Estas son algunas de las respuestas reveladas en ese pequeño sondeo y que coinciden con los datos estadísticos de los informes realizados por especialistas.

¿Eres sexualmente incompatible con tu pareja?

Según un estudio publicado en la Revista de Urología Colombiana en 2015, realizado con 303 mujeres de 18 a 39 años de edad en Antioquia, 43 por ciento de ellas ha fingido orgasmos, 49 por ciento no lo ha hecho y 6,9 por ciento no sabe o no responde. Y una investigación anterior, realizada en 2008 en Bogotá por el doctor Alonso Acuña Casas, arrojó que el 60 por ciento de las entrevistadas admitió haber simulado el orgasmo. Es decir, cifras similares.

Si vamos más atrás para revisar la biblia de la sexualidad de los años 1970, el Informe Hite, encontramos que un gran porcentaje de hombres no sabía entonces cuándo su pareja tenía o no un orgasmo, y que mientras el 90 por ciento de ellos llegaba al orgasmo durante el coito, el 70 por ciento de las mujeres lo alcanzaban de esta forma. O sea, las cifras sobre la frecuencia del orgasmo y del hecho de fingirlo varían de estudio en estudio y de época en época, pero se mantiene alta la cifra de mujeres que alguna vez, o continuamente, actúan.

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Fingir: ¿por qué?

La psicóloga de pareja y terapeuta sexual Frauky Jiménez explica que en diversas investigaciones se han tomado cuatro causas principales para la simulación del clímax sexual femenino: el engaño altruista, el miedo e inseguridad, el aumento de la propia excitación y el aplazamiento sexual. ¿O sea?

“En el engaño altruista las mujeres mienten porque quieren agradar a su pareja o para no lastimar su ego. Pero también hay otras causas: el miedo o la inseguridad hace referencia a los casos en los que la mujer decide fingir porque experimentar el orgasmo le produce una sensación negativa (culpa, miedo, un recuerdo de un abuso, etc.), o porque no poder alcanzarlo la hace sentir insegura y quiere evitar el juicio de que ‘algo está mal’ en ella por el hecho de no lograrlo”, explica. Según Jiménez, un número menor de mujeres también finge porque la simulación del propio orgasmo les resulta excitante y les ayuda a alcanzar uno verdadero. Y finalmente, está el aplazamiento sexual: cuando la mujer finge el orgasmo para terminar rápido con el encuentro sexual. En este caso, según la doctora, suele haber problemas más de fondo. Ellas raramente inician el contacto sexual; no disfrutan ni el principio, ni el trayecto, ni el final del encuentro; acceden al sexo para evitar que sus parejas se enojen y fingen el orgasmo para terminar lo más pronto posible con la “tarea”. “En estas parejas, muchas veces ya hay un desencanto mutuo, pues ni a ella le agrada tener esta intimidad con él, ni a él le interesa si ella está disfrutando o no”, explica.

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Como un unicornio

El hecho de fingir es en sí un problema, porque aleja aún más a la mujer de la posibilidad de experimentar un día un orgasmo real. Puede que la pareja no lo note, o peor aún, no se interese por saber si está o no fingiendo, pero también es probable que un compañero sensible se percate de que hay algo inverosímil en esos jadeos alocados. En ese caso querrá saber por qué el otro no alcanza el orgasmo, por qué le miente, si ella ya no se siente atraída hacia él o si no lo logra “porque tiene otro”. Ahí entonces, sobrevienen otros problemas de pareja, como la falta de confianza, el resentimiento y la frustración de ambos.

Antes de llegar a ese punto, es necesario trabajar como pareja por mejorar la temperatura entre las sábanas. O si no, cabrá esperar la frustración constante, la infidelidad inminente, la separación implacable. “Es verdad que el engaño altruista tiene mucho que ver con nuestra cultura machista: la mujer actúa para satisfacer al otro, se preocupa primero por su pareja que por ella misma. Pero en otros sentidos, nuestra sociedad ha avanzado y esto quiere decir que puede ser que una mujer finja durante un tiempo, pero si no se corrige la situación, si entre los dos no trabajan por la satisfacción sexual mutua, es probable que se presente una ruptura o la aparición de un tercero en la relación”.

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En el sondeo citado arriba, realizado entre ocho entrevistadas bajo compromiso de anonimato, seis reconocieron haber fingido y dos dijeron que jamás lo habían hecho. Las que aceptaron sus simulacros lo atribuyen a motivos altruistas, al extremo cansancio o a la rutina, que les baja la libido ocasionalmente.

Pero una de las dos mujeres que jamás lo han fingido se aventura a explicar con gran lucidez la actitud de sus congéneres: “Creo que lo hacen para complacerlos, para hacerlos sentir buenos polvos, cosa que es absurda porque si no les dicen, ¿cómo van a mejorar en sus técnicas? Me parece que es bueno orientar a la pareja y decirle qué le gusta a uno para poder llegar al orgasmo, pero a varias mujeres les da pena o sienten que ellos deben monopolizar la dinámica. Muchas piensan que su destino es sencillamente no tener orgasmos y que solo se los pueden dar ellas mismas. Creo que ven los orgasmos durante la relación sexual como algo mítico que jamás podrá suceder, como ver pasar un unicornio”.

¿El único fin?

¿Y a todas estas, qué tan importante es llegar o no al orgasmo? Los expertos están de acuerdo en que este no debe ser un medidor del éxito de un encuentro sexual, especialmente cuando se habla de la satisfacción femenina. Pero tampoco es como para mandar el orgasmo al cuarto de San Alejo. “El orgasmo, como pico máximo de placer, tiene la capacidad de generar unas sensaciones poderosas a nivel físico y emocional que están seguidas de un descanso y una liberación también importantes. La mujer, a menos que padezca de anorgasmia por motivos biológicos, psicológicos o clínicos, no tiene por qué privarse del orgasmo. Si este no forma parte de su vida sexual, es importante detectar por qué y trabajar para mejorar esa situación”, comenta Jiménez.

Lo fundamental, como en todo lo que tiene que ver con la sexualidad, es el propio conocimiento. Ningún médico, ningún estudio, ninguna teoría sabe más sobre la verdadera satisfacción de una mujer que ella misma. Solo ella sabe si se está engañando, si está buscando su propio placer tanto como el del otro y si está en la compañía adecuada para poder abrirle a la búsqueda del orgasmo.

¿Ya casi?

A ver: ¿qué puede haber más enfriador que un parejo obsesivamente interesado en saber si su amante está próxima al orgasmo? A muchas mujeres la presión que ponen sus parejas, permanentes u ocasionales, para que ellas “les entreguen” un orgasmo como si se tratara de algún trofeo de Fórmula 1, les apaga el motor de la pasión.

Por un lado, es positivo que el hombre muestre interés en el placer de su compañera, claro que sí. Pero este debe ser un genuino deseo de satisfacerla y no apenas un acto inquisitorial que, en un cerebro femenino acorralado contra las almohadas, puede sonar a algo así como: “¡¿Pero por qué no eres capaz de tener un orgasmo si he hecho de todo?!”.

Y puede que el parejo en cuestión efectivamente haya hecho de todo. Sin embargo, a veces, simplemente, su majestad el orgasmo se rehúsa a aparecer. O la mujer estaba cansada y solo accedió al encuentro sexual para no decepcionar a su pareja; o ella tenía un “guardadito” desde la hora del desayuno cuando pelearon por las cuentas y ahora solo puede pensar en la discusión; o el niño pequeño que no para de toser en el cuarto de al lado no la deja centrarse en el placer. Son muchos los motivos por los cuales las mujeres se distraen o no se sintonizan en la misma onda erótica que sus parejas. Y esto tiene que ver con cómo estamos constituidos, tanto cultural como biológicamente, hombres y mujeres.“Las mujeres tenemos un sistema límbico más activo y una emocionalidad más activa también.Esto hace que necesitemos mayor estímulo emocional y no solo físico para erotizarnos. La pareja debe ser consciente de esto y saber que hay que nutrir el aspecto sentimental de la relación: tener tiempo para conversar, salir a comer, cortejar. Es decir, nutrir el deseo. Si una mujer está todo el día estresada, corriendo, pagando cuentas, atendiendo los niños, pendiente de la comida, responsable de su trabajo en la oficina, pues lo último que le interesa es el sexo”, dice Jiménez.

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En ocasiones, es necesario trabajar para que la mujer oriente de manera más exitosa a su pareja en la cama. Pero otras veces, la terapia se centra en que la mujer conozca su propio cuerpo y, mediante ejercicios diarios, pueda despertar su propio erotismo y volverse más receptiva al encuentro sexual.Aunque puede ser un poco exagerado, los antiguos yoguis decían que el cortejo a una mujer debe empezar 72 horas antes del encuentro sexual porque ella tiene que desconectarse de su programación maternal o cuidadora (tenga o no hijos) antes de sentir la sensualidad. Puede ser que en la era de relojes frenéticos en que vivimos, sea impensable un cortejo de tres días, pero mucho ayudará, según expertos y mujeres consultados, que los romeos no empiecen con sus ronroneos sexuales cinco minutos antes de ir a la cama cuando su dama ya está en el quinto sueño.