Los 5 objetos más sexualizados de la moda: guantes, la segunda piel

Revista FUCSIA, 15/2/2015

Hacemos un recorrido por los cinco objetos que se han vuelto fetiches, y las razones por las que el sexo se ha valido y sigue valiéndose de esas prendas clásicas de la moda para desplegar sus encantos.

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Al cubrir las manos, los guantes distancian la carne de la carne; hacen que el tacto no pueda tocar; crean, como tantas veces se ha dicho, una segunda piel, una más fría, más áspera, más fuerte, quizás. Esa es la razón por la que a pesar de que los guantes nacieran como un artilugio de la cultura aristócrata y como capricho de la moda, fueran luego convirtiéndose en un verdadero fetiche.

Usados tanto por hombres como por mujeres, los guantes fueron objetos de estrictos códigos sociales. Un guante servía para cerrar un pacto de negocios entre dos señores feudales; era, si se le entregaba a un rey o a un obispo, señal de lealtad y compromiso, y finalmente fue el objeto más deseado entre los amantes para recordar ese ser querido, tanto que hubo un tiempo en que se crearon guantes perfumados, que inmortalizaban en su aroma esos pasados amorosos vividos. Dar la mano retirando previamente un guante era señal de honestidad y confianza, y dejar caer un guante en medio de una calle era signo innegable de coquetería y gusto.

Con el paso de los siglos y las modas impuestas en Europa por una corte u otra, los guantes fueron cambiando de longitud. En 1700, cuando las mangas de los vestidos femeninos se acortaron, inmediatamente detonaron un alargamiento de los guantes que llegaron a necesitar hasta 20 botones para poder traspasar el codo. Durante las primeras décadas del siglo XX, los guantes se hicieron más cortos y mutaron de la seda al cuero, pero fue solo hasta la época de las divas de Hollywood de los años cincuenta que volvieron a reaparecer como una declaración de estilo y verdadero signo de elegancia. Grace Kelly, Ava Gardner, Joan Crawford hicieron que los guantes volvieran a la vida y se catapultaran como símbolos de las divas. Cómo no pensar en Audrey Hepburn en Breakfast at Tiffany’s o en tantas de esas películas en las que sus guantes, largos o cortos, parecían una simple extensión de su superioridad estilística.

Esos fueron, sin embargo, los últimos años de gloria de los guantes. Una vez que la moda se desapegó de los códigos elegantes que rigieron durante las primeras décadas del siglo XX, los guantes pasaron al mundo utilitario, justificando su uso solo en tiempos de extremo frío. Se distanciaron tanto del mundo del glamour que al ver recientemente a Amal Alamuddin aparecer en los Golden Globes con un bello vestido de Dior y unos guantes largos blancos, nos pareció que su apuesta era anacrónica, casi un disfraz.

Pero el lugar en donde los guantes no han tenido que ser sometidos a los caprichos del estilo, en donde han podido permanecer inmutables ha sido en la imaginería de las dominatrices, en las prácticas sado y en los sex shops en donde el cuero es celebrado en extremo y en los que unos guantes refieren el poder del que domina y nunca es tocado.

Lee los cuatro objetos sexualizados restantes de la moda:

1. Pieles desnudas

2. Tacones inocentes

3. Piernas veladas

4. Corsés