Personaje

Gisele Bündchen, la chica de Ipanema

Revista FUCSIA, 20/7/2014

Es la diosa de Brasil, la modelo mejor pagada del mundo, la exnovia de Leonardo DiCaprio y la imagen de importantes marcas como Falabella. Con esta entrevista, FUCSIA honra su estatus de la más grande cover girl del planeta y su exitosa carrera.

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Brasil es fútbol. Es también zamba. Y es Gisele Bündchen. Dentro del gigante suramericano “ella es un dios”, reseñó alguna vez The Wall Street Journal. Aunque la sentencia suene exagerada, podría tratarse de pura cuestión de lógica: después de todo, del ser supremo se dice que está en todas partes y ella, a sus 34 años, tendría el mismo don.

La cuenta del número de portadas de revistas que ha protagonizado ya se ha perdido, pero para 2006 iba en 600 y seguía sumando, convirtiéndose en la mujer que más primeras planas ha llenado, solo superada por Lady Di.

No es casualidad que en honor a su omnipresencia la publicación W la haya declarado la más grande cover girl del planeta. Ese calificativo se confirmó recientemente con motivo de la Copa Mundial celebrada en su país, a través de una avalancha de reportajes en los que incluso le robó el show a Neymar, la figura del seleccionado anfitrión.

Tampoco es fácil decir con certeza a cuántas marcas ha representado, pues ha sido la cara de más de veinte al mismo tiempo, un logro que Forbes destacó como único. Y a esa lista acaba de ingresar Falabella, hecho al que la firma se ha referido como un hito en su historia “por contar con la modelo más importante del momento como imagen”, destacó Lucas Chávez-Alcorta, gerente de Marketing de la compañía para Colombia.

“Me gusta mucho la parte creativa de las campañas, entender el rol que cumplo en ellas, en las imágenes, en un comercial, porque hay una idea, una ropa determinada, un maquillaje especial... Una foto no es una foto mía, sino una colaboración de muchas personas y eso es lo que se refleja en ella”, comentó Gisele en un español fluido, uno de los cinco idiomas que domina gracias a su frenético ritmo de viajes, mientras movía su estilizada figura de 1,80 metros al ritmo de la pegajosa canción Happy, de Pharrell Williams, frente a la lente de su amigo Nino Muñoz. Para ella, hacer su trabajo es como ser “mitad actriz”.

Las alusiones a su deidad son un común denominador en su carrera. Vanity Fair publicó su perfil bajo el sugerente título “Y Dios creó a Gisele”. Este se unió al de Rolling Stone, que en 2000 la coronó como “La chica más linda del mundo”. Y para los ojos de la implacable editora de Vogue, Anna Wintour, la joven se convirtió en “la modelo del milenio”. Como si fuera poco, entró en el Libro de los Guinness Récords por ser la mejor pagada de todos los tiempos en su profesión. Otro eco de su popularidad es el alza en las cirugías de aumento de senos en su tierra natal, atribuidas en parte a la llamada G-Force.

Entre tanto, la fama sigue sin trasnochar a Bündchen. Noreen Flanagan, editora de Elle Canadá, cuenta que debido a su calidez y proximidad, Gisele produce la sensación de ser una especie de “mejor amiga”: “Nunca se oye que sea una persona difícil de tratar, a menos que a algún fan se le ocurra insultar a su esposo, Tom Brady, mariscal de campo del equipo de fútbol americano New England Patriots”.

La supermodelo asegura que aunque se siente orgullosa de sus logros no ha cambiado y, a diferencia de lo presumible en las celebridades, le gusta llevar una vida hogareña que incluye irse a la cama a las 10:30 de la noche. En lo cotidiano confiesa no ser tan glamurosa: no le gusta maquillarse, prefiere usar jeans y camisetas, y la hace feliz pasar tiempo con su familia, rodeada de animales, salir con sus amigos, y montar en bicicleta. “Si alguien habla con George, mi estilista desde que tenía 16 años, él le confirmará que siempre he sido la misma”.

 

Por una nariz

Aunque el diario The Independent se atrevió a denominarla “la más grande estrella en la historia de la moda”, para sus compañeros de adolescencia del colegio no era más que Oliva. Por ser larguirucha la comparaban con la novia de Popeye y ella, la capitana del equipo de voleibol, solo alcanzaba a imaginar un futuro jugando ese deporte. Pero era una buena estudiante y también le sonaba la idea de ser veterinaria, más aun por cuanto creció en un modesto hogar de dos habitaciones que no solo compartía con sus padres, una cajera de banco y un profesor, sus cinco hermanas, entre ellas su melliza, sino además con toda clase de animales rescatados, incluidos 14 gatos y dos perros.

Para sobrellevar la monotonía de Horizontina, un pequeño pueblo en el que la población local es en su mayoría de ascendencia alemana, carente entonces de buses y semáforos, las niñas Bündchen se metían en toda clase de actividades como ballet y gimnasia. Aceptaron inscribirse en un curso de modelaje que prometía finalizar con una excursión a un parque de diversiones en Sao Paulo.

 En ese viaje, a sus 14 años, fue descubierta: estaba comiéndose una hamburguesa Big Mac en un centro comercial cuando un cazatalentos de la agencia Elite se le acercó. “Fue la primera vez que alguien pensó que yo era bonita”. A esa edad dejó la escuela y para participar en un concurso regresó a la enorme ciudad con 50 dólares y un equipaje compuesto por ropa de segunda, heredada de las mayores de su casa, que por cierto le quedaba corta debido a su estatura. En un descuido le pasó algo que nunca ocurría en su villa natal: la robaron, y tuvo que pedir plata en la calle para poder llegar a su destino. Por suerte quedó entre las finalistas del certamen.

“Cuando empecé a trabajar en esto nunca imaginé que iba a permanecer haciéndolo por veinte años. Mi mundo era bastante limitado y yo muy ingenua. Pero ha sido una experiencia gratificante, en medio de las dificultades se aprende a ser fuerte”, reconoce hoy. Porque fue rechazada en varias ocasiones por culpa de su imponente nariz: “Las personas de narices grandes tienen grandes personalidades”, era el consuelo paterno. Estaba en lo cierto: Gisele analizó con cuidado qué ángulos le sentaban mejor y en 1997 fue elegida por Alexander McQueen para participar en su pasarela. El diseñador la bautizó “el cuerpo”.

 

Reina Midas

Durante una década, Gisele Bündchen se ha mantenido como la modelo mejor pagada. Ha sido la imagen de campañas para Dior, Dolce & Gabbana, Balenciaga y Versace. Desde 2000 y por seis años fue uno de los venerados ángeles de Victoria’s Secret, aunque habría acabado el contrato con la compañía de ropa interior porque aparentemente esta se negó a incrementar su cifra anual de cinco millones de dólares.

Forbes la incluyó en la lista de las mujeres más ricas del mundo del entretenimiento, y para 2009 se hablaba de que su fortuna rondaba los 150 millones de dólares. Solo el año pasado habría ganado 42 millones en razón de su colaboración con Chanel, Pantene y H&M, al punto que se ha vaticinado que será la primera modelo en llegar a ser multimillonaria.

Sin embargo, sus ambiciones van más allá del modelaje y se ha convertido en una exitosa marca: su portafolio cuenta con una línea de cosméticos amigables con el medio ambiente llamada Sejaa, una colección de lencería y accesorios y una marca de sandalias, Ipanema, que en los primeros tres años alcanzó ventas por 30 millones de dólares.

Gisele también se ha movido en el sector hotelero y tiene, junto con su esposo, residencias en Boston, Nueva York y Los Ángeles. El reconocimiento que ha obtenido en el modelaje le permitió debutar en el cine con la película Taxi, hacer sus pinitos como cantante y producir una serie ecológica de dibujos animados titulada Gisele & The Green Team. Tal es su influencia que el economista Fred Fuld desarrolló el “índice de acciones Gisele Bündchen” con el fin de medir el desempeño de las firmas que la eligen como su embajadora. Por ejemplo, cuando la cadena de ropa C&A en Brasil la contrató, sus ventas se incrementaron en un 30 por ciento.

En su aventura como mujer de negocios, sus hermanas han sido su mejor equipo, distribuyéndose los cargos de mánager, administradora de su página web, abogada y contadora. Tom Brady describió a su esposa en Vanity Fair como “una empresaria feroz y ultracompetitiva”. Pero ella prefiere bajarle el tono a esa afirmación: “El mundo es competitivo en todos los aspectos, en los deportes, la política, la moda. Pero yo no me comparo con los otros sino conmigo misma. Siempre pienso en ser una mejor persona”.

 

Pareja poderosa

Los paparazzi convirtieron a Gisele en uno de sus blancos favoritos a raíz de su largo y sonado romance con Leonardo DiCaprio. Aunque se ha rumorado que la modelo no soportó el carácter mujeriego de su novio, ella se ha referido a él como “una persona maravillosa”, a la que incluso le dejó de recuerdo uno de sus perros. Según The Independent, ella se habría quedado con otro gran regalo: la casa de playa en Costa Rica, donde renovó los votos matrimoniales con su esposo, se la habría comprado el actor.

Luego de un año de disfrutar de la soltería, empezó su relación con Brady, deportista estrella que contribuyó a su estatus de celebridad. Gisele, caracterizada por su discreción, tuvo que afrontar el escándalo de que la exnovia de su nuevo amor, la actriz Bridget Moynahan, estuviera embarazada de él. La pareja superó el impasse y en 2009 se dieron el sí en una ceremonia católica. Ella ha manifestado que quiere a su hijastro como a sus propios niños, Benjamin y Vivian. En la actualidad, el dúo Brady-Bündchen forma parte de la lista de las uniones con mayor magnetismo para atraer dinero: de acuerdo con Forbes, sus ganancias anuales son del orden de los 80 millones de dólares.

 

El retorno de las curvas

Cuando Gisele Bündchen pisó con fuerza las pasarelas se anticipó el inicio de una nueva era del modelaje: la supremacía de la chica atlética bronceada, en respuesta al estilo heroin chic, encarnado por Kate Moss. Se habló entonces del regreso triunfal de la modelo sexy. “Aunque realmente es delgada, es a la vez curvilínea”, opinó para FUCSIA Moya Luckett, experta en medios y moda del NYU’s Gallatin School of Individualized Studies. “Ella representa el epítome de Brasil, pero es muy europea, así que resulta interesante esa mezcla exótica y su cultura playera”.

Para Pamela Church Gibson, autora del libro Fashion and Celebrity Culture, el origen de su éxito “consiste en ser una de las escasas jóvenes lo suficientemente esbelta para los desfiles y al mismo tiempo una provocativa pin-up girl”. En ese sentido ha logrado algo inusual: credibilidad en el mundo de la alta costura, pese a no renunciar a un mercado más popular y orientado a lo masculino como el de los vestidos de baño de Sports Illustrated. Gisele ha sido comparada con las top models de finales de los ochenta, aunque no tiene los aires de diva propios de una demandante Naomi Campbell.

Luckett considera que “ser un ícono ya no es algo que se logre por medio de las páginas de una revista o los shows de diseñadores, así que las modelos deben tener otras carreras y reinventarse como celebridades, para seguir vigentes en sus 30 y 40”.

 La brasileña lo ha sabido hacer muy bien, y para corroborarlo admite que no buscó el modelaje para obtener reconocimiento o vivir rodeada de glamour y fiestas alocadas sino para crear empresa. De hecho, a los 22, abrumada por la fama, se alejó por un tiempo de las cámaras. “Esto es solo un cascarón”, ha dicho de su cuerpo. Aun así, lo cuida con esmero haciendo pilates, yoga o practicando kung-fu. Come poca carne y le gusta plantar sus propios vegetales. Y se programa para tener una hora al día solo para ella, en la que medita o lee. Claro que con la prioridad de sus hijos, ese momento puede ser a las cuatro de la madrugada. 

“Este trabajo me ha ayudado a ampliar mi visión”, es su conclusión, porque ahora se siente satisfecha de tener una voz que le ha servido para apoyar causas humanitarias y ser nombrada embajadora de la ONU para los temas ambientales.

Anna Wintour afirmó en una ocasión que Gisele Bündchen estaba transformando la definición del término “supermodelo”, y mientras lo hace “es maravilloso sentarse y observar”. Tanto es así que se creó una nueva categoría exclusiva para ella, über-model, la que va más allá...