Mientras la resistencia discursiva anticolonial va en alza, los países del sur global, entre ellos Colombia, encuentran en sus raíces, artesanos e historias un patrimonio cultural que encanta al mundo, se desmarca de la validación europea y le enseña a toda la industria
Por: Luz Lancheros
“Son flores y mil animales que me dicen, bienvenido al sur”, cantaba el vocalista de la banda chilena Los Prisioneros, Jorge González, en Tren al sur, un tema de 1990 que honraba no solo al país austral, sino a toda Latinoamérica. Los motivos descritos en la canción se encuentran en las obras de cientos de diseñadores del denominado Sur Global: naciones de América, África, Asia y Oceanía que sufrieron procesos de colonización. Economías que, en su mayoría, no suelen ser escuchadas en el concierto internacional. En otras palabras: los excluidos en un planeta dominado por el Norte Global.
El sur vive una revolución cultural en pleno vaivén de sus significados y credibilidad alrededor del lujo; ha vuelto la mirada hacia sus raíces, sus saberes, sus maestros y el arte de sus civilizaciones milenarias, y ha encontrado ahí una base para redefinirse y hacer visibles muchas historias que el olvido había ocultado.
Por eso no sorprende que, por ejemplo, la casa Louis Vuitton haya lanzado hace poco una colección inspirada en la riqueza y la complejidad de la India; o que hace dos años Dior realizara un desfile en aquel país tomando como base su diversidad cultural, y continuara acercándose al continente americano a través de cocreaciones con México y Perú para, precisamente, descentralizar la moda.
El trabajo de instituciones como el Museo Metropolitano de Nueva York avanza en la misma línea. En su más reciente gala abordó el tema del dandismo negro. Esta no solo sirvió para rescatar el trabajo de muchos creadores afroamericanos que permanecían a la sombra; también fue el escenario para que Diljit Dosanjh, el famoso cantante y actor de la etnia sikh (de la región del Punjab, en el norte de la India), se presentara como uno de los maharajás que gobernaron su país de facto, antes de la colonización británica.
Este relato de resistencia tradicional a través de la globalidad contemporánea es lo que, a su vez, cuentan marcas como la creada por el calcutense Sabyasachi Mukherjee, que lleva su nombre propio por bandera y ha colaborado incluso con la multinacional de belleza Estée Lauder. Con 25 años en el mercado, las prendas, los accesorios y las joyas de Sabyasachi son piezas orientales llenas de riqueza sartorial, artesanía y complejidad.
Aunque India es uno de los ejemplos más visibles de este fenómeno, no es la única que ha revisado sus raíces y dejado de lado la búsqueda de validación europea. En muchas otras latitudes se despierta el mismo interés, y el país que ha acogido estas creaciones y discusiones sobre el lujo es el más grande del Viejo Continente, con una identidad cultural dividida entre Europa y Asia. Rusia impulsa este movimiento en el marco de la Moscú Fashion Week, que, con apoyo estatal, creó el BRICS+: un espacio donde diseñadores y académicos del Sur Global pueden narrar sus propias historias de moda.
Latinoamérica, por supuesto, entra en la ecuación. “He entendido la importancia de contarles a los estudiantes rusos nuestro relato de una forma diferente y propia. Así, he podido constatar que ellos comprenden las diferencias históricas y estructurales de los distintos países y culturas que integran esta región. Creo que el mundo contemporáneo se está pensando desde otros lugares, y las tensiones en los modelos económicos y políticos lo demuestran. El sistema moda es subalterno de estos otros sistemas”, asegura a Fucsia el académico de moda y docente de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Santiago Romero, quien ha sido asistente y ponente en el BRICS+.
Como bien lo explica el profesor, en la tradición educativa se han presentado las artes, el diseño y los oficios europeos como referentes universales. Sin embargo, “desde hace algún tiempo los académicos hemos revaluado estas prácticas: hoy invitamos a tomar conciencia de la importancia de lo local y lo precolonial”, complementa Romero. Y ese cambio de mirada también está ocurriendo en nuestras latitudes.
Un adiós elegante a la colonia
Pero, ¿qué ha pasado con latinoamérica y cómo construye su propio ‘tren al sur’ en estos temas?sin duda, los cambios políticos, sociales y de mentalidad tienen mucho que ver en esta apuesta.
En 1997, un episodio de El siguiente programa, el espacio televisivo más irreverente del país, comandado por Santiago Moure y Martín de Francisco (en su versión animada), mostraba la ironía de buscar la aprobación. eurocentrista. En ese capítulo, el diseñador John Galliano venía a Bogotá para presentar su desfile en el Parque de la 93 y, despreciando las ansias de aprobación de la clase alta capitalina, secuestraba a Cerdo, un hombre de raíces populares, sin modales, sin conocimientos en moda, e íntimo amigo y mascota de los protagonistas de la serie, con el fin de imponer globalmente la moda ‘iguaza’. El propio Galliano lo dice con claridad: “yo vine a este horrible país a buscar una moda natural”.
De manera ácida y lúcida, en este episodio se exponía cómo Europa validaba lo que Latinoamérica despreciaba de sí misma, mostrando cómo funcionaban las tendencias: el diseñador europeo “se inspira” en esos lugares periféricos, en la estética de Chibchombia, y el estrato seis aplaudirá su genialidad, alimentada de lo que todos tenían ante sus narices
Pero hay países que sí han llevado a cabo un trabajo serio al creer en sus propios relatos de moda. Brasil lo hace a través de espacios como Inspiramais, donde crean sus tendencias; con ferias de calzado y marcas como Osklen, que venden relatos de lujo sostenible al crear bolsos con la piel del Pirarucú, del río Amazonas. Y en eso superan ampliamente al resto de naciones hermanas.
Colombia también hace la tarea. Desde hace algunos años, nuestras riquezas ancestrales han cobrado importancia dentro de los relatos de moda. En este proceso han sido claves actores e institutos como Inexmoda, que les han brindado un espacio de expresión a creadores como Alado, Diego Guarnizo o Juan Pablo Socarrás, entre otros, quienes tratan a nuestros artesanos como iguales; o a comunicadoras como Lina Bustillo, quien habla con propiedad sobre el lujo latinoamericano. Esa es una clara señal de que la visión sobre la moda se ha comenzado a descolonizar un poco.
El cambio de pensamiento también es notorio en los talentos locales, que ahora se preocupan más por la transformación social y cultural de su entorno, porque para ellos es más importante vender historias que tan solo una marca. Plataformas como El Dorado Edit comprendieron muy bien este renacer: les dan visibilidad a los procesos creativos de varias comunidades y a piezas de Tejidos Rebancá, David Cabra y Andrea Landa, entre otros diseñadores.
‘NO ME DIGAS POBRE’
Por ese mismo camino avanza con firmeza Manuela Álvarez, diseñadora que mezcla los saberes andinos y artesanales más allá del tropicalismo facilista, tan adecuado como relato para los compradores del Norte Global. “Lo que todos conocemos como lujo clásico es el resultado de muchísimos años de trabajo artístico en Asia, en Europa, pero a ese proceso hay que sumarle la calidad, las fibras y la maquinaria, con las que no contamos aquí. Por eso debemos enaltecer lo que sí tenemos, como la sabiduría manual. Y esta es muy apreciada en el lujo internacional, especialmente en la haute couture. En todos nuestros países se encuentran la habilidad artesanal y las manos sabias. El nuevo lujo latinoamericano está repleto de historias humanas. Es una sensación de exclusividad muy grande”, afirma Álvarez.
Así lo piensa, también, el diseñador valluno Felipe Pava, aunque sus creaciones provengan de la esquina opuesta. Él ha inventado un Caribbean Chic elegante que representa al mercado interno y externo del país: “Este es un relato que se va a seguir vendiendo. Es nuestro estilo, somos latinos y, nos guste o no, somos Tropical Chic. Hemos entendido que podemos ser un país con su propio lujo y con marcas que lo representen; por eso el mundo nos mira”
Es cierto, los lujos ya no son solo europeos. Y poco a poco se toman espacios culturales y mediáticos para contar historias borradas, historias que se resignifican. Historias complejas y llenas de resistencias. “Y no me digas pobre”, cantaba Jorge González de Los Prisioneros, “por ir viajando así, ¿no ves que estoy contento? ¿no ves que estoy feliz?”. Tal como lo descubren ahora los países del Sur Global.
Créditos fotos: Fotografía: Natalia Wills (@nataliagw)
Maquillaje y pelo: Wili Rios (@wiliirios_makeup)
Modelo: Ana Sofía de la agencia NV Modelos