Entrevista
Herencia, oficio y amor: la historia detrás de Nora Lozza
Una conversación entre madre e hija sobre legado, diseño y la complicidad de construir juntas una marca con alma.

En el universo de la moda, donde las tendencias van y vienen, existen marcas que se sostienen sobre pilares más profundos: el oficio, la familia y el amor por lo bien hecho. Nora Lozza es una de ellas. Fundada en 1986 por la diseñadora homónima —una ingeniera industrial con sensibilidad estética y una visión pionera en la marroquinería colombiana—, la marca nació del deseo de crear piezas con identidad, calidad y propósito, incluso mientras criaba a dos hijos pequeños y enfrentaba los desafíos de emprender en un país donde el diseño aún no tenía el lugar que hoy ocupa.
Décadas después, su hija Catalina Lozza asumió la dirección creativa con la misión de actualizar el lenguaje visual de la marca sin perder la esencia artesanal que su madre forjó desde los cimientos. Hoy, madre e hija trabajan juntas entre cuero, bocetos y decisiones estratégicas, hilando generaciones y miradas en torno a un mismo sueño. Esta entrevista es una conversación íntima sobre cómo se construye un legado con manos firmes y corazones abiertos.
Nora, fundaste tu marca homónima en 1986, estableciendo un estándar de elegancia y artesanía en la marroquinería colombiana. ¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaste al iniciar tu empresa mientras equilibrabas tus responsabilidades como madre?
Uno de los mayores desafíos al iniciar la marca fue diseñar un producto que realmente se diferenciara de lo que existía en ese momento en el mercado. Quería ofrecer algo con identidad propia, que reflejara elegancia, calidad y un nivel de artesanía que elevara la marroquinería colombiana. Lograrlo exigía una mirada distinta y un compromiso profundo con el detalle.
Al mismo tiempo, equilibrar ese sueño con mis responsabilidades como madre de dos hijos pequeños —uno de tres años y otro recién nacido— fue quizás el reto más grande de todos. Había días en que sentía que el tiempo no alcanzaba, pero sabía que estaba construyendo algo que también era para ellos: un legado.

Tu formación en ingeniería industrial y tu experiencia en Italia han influido en la calidad y el diseño de tus productos. ¿Cómo integraste estos conocimientos en la creación de tu marca y de qué manera involucraste a tu familia en este proceso?
Afortunadamente, mi formación en ingeniería industrial me brindó las bases necesarias para iniciar la marca con una estructura sólida: planificación, control de producción y procesos bien definidos. Esa organización, sumada a una profunda pasión por crear, fue clave para avanzar paso a paso, enfrentando los desafíos con determinación y mucho amor.
Mi experiencia en Italia también marcó un antes y un después. En ese momento, los italianos eran —y siguen siendo— un referente mundial en diseño, arquitectura y manufactura. Aprendí de su rigurosidad, su búsqueda constante por la perfección y su respeto absoluto por los oficios. Fue una escuela de excelencia que alimentó mi visión y reafirmó el compromiso con la calidad como valor no negociable.
Desde el inicio, involucré a mi familia no solo como apoyo emocional, sino como parte activa del proceso. Aunque los roles han cambiado con el tiempo, la esencia de Nora Lozza siempre ha sido familiar: construida desde el hogar, con raíces profundas y la mirada puesta en el futuro.
Catalina, asumiste el rol de directora creativa de la marca en 2012, aportando una visión contemporánea a la empresa familiar. ¿Cómo influyó tu crianza y la observación del trabajo de tu madre en tu decisión de continuar con el legado de la marca?
Mi madre, en particular, me enseñó con el ejemplo silencioso de quien prioriza la excelencia como forma de vida. Su obsesión por crear el mejor producto, con la mejor calidad y con un profundo respeto por su equipo, me marcó profundamente. Asumir la dirección creativa de Nora Lozza fue, para mí, un privilegio. Era como construir sobre una estructura sólida, generosa, ya levantada con esfuerzo y convicción.

Catalina, al integrar diseños modernos y tendencias actuales en la marca, ¿cómo equilibras la innovación con la preservación de la identidad y los valores que tu madre estableció desde el inicio?
Para mí, la innovación no es una ruptura con el pasado, sino una forma de honrarlo. Cada vez que integro un diseño moderno o exploro una tendencia actual, lo hago desde un lugar de profundo respeto por la esencia que mi mamá imprimió en Nora Lozza: la excelencia artesanal, el amor por los materiales nobles y el compromiso genuino con las personas que hacen posible cada pieza.
Me gusta pensar que mi rol es traducir esos valores al lenguaje del presente, permitiendo que la marca evolucione con autenticidad, sin perder su alma.
Para ambas, trabajar juntas en una empresa familiar puede presentar tanto oportunidades como desafíos. ¿Cómo han manejado la dinámica madre-hija en el entorno profesional y qué han aprendido mutuamente en este proceso?
Ha sido un gran reto —y tal vez lo más complejo— consolidar una visión compartida para Nora Lozza. Lo más valioso en este proceso ha sido aprender a confiar, a soltar el control y a respaldar las decisiones que cada una toma desde su posición en la compañía. Trabajar juntas ha significado reconocer que nuestras fortalezas son distintas: mi mamá es una líder nata, con una visión empresarial clara y un amor profundo por la estructura y el equipo. Yo, en cambio, he encontrado mi fuerza en desarrollar el universo de la marca, en imaginar el producto y en trazar una estrategia que garantice su crecimiento y permanencia en el tiempo.
Unir esas dos miradas —una desde la raíz, otra desde la proyección— ha sido un ejercicio de respeto, escucha y aprendizaje.
Nora, con casi cuatro décadas en la industria de la moda, ¿qué consejos le darías a otras madres que buscan emprender en el mundo del diseño y la moda, basándote en tu experiencia personal y profesional?
Mi consejo para las madres que sueñan con emprender en el mundo del diseño y la moda es que crean en sí mismas y luchen por sus sueños. Emprender no es un camino fácil —los retos y dificultades llegarán, sin duda—, pero también son esas pruebas las que forjan el carácter, la resiliencia y la claridad para seguir adelante.
Si hay pasión y amor por lo que haces, eso se siente, se transmite y, con el tiempo, se convierte en una fuerza imparable. La clave está en ser constante, en no perder de vista el propósito y en entender que el éxito no llega de un día para otro. Se construye con dedicación, paciencia y, sobre todo, con el corazón puesto en cada detalle.
Como madre, sé que equilibrar los sueños personales con la familia puede parecer desafiante, pero también puede ser profundamente inspirador. Los hijos crecen viendo ese ejemplo de valentía y entrega, y eso también es un legado.