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Gabardina: ícono militar, glamuroso y centenario

Revista FUCSIA, 5/11/2014

De las trincheras de la guerra pasó a convertirse en estrella del cine, las pasarelas y los clósets. Así es la historia de la gabardina, un clásico de la moda imperecedero que celebra su primer siglo entre los mortales.

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La Primera Guerra Mundial está cumpliendo cien años y por estas fechas no solo se conmemoran sus batallas, líderes y armamentos, sino que un símbolo de la moda ocupa un sitio de honor: la gabardina. Aunque esta prenda ganó su estrellato en la gran pantalla engalanando la figura de personajes como Humphrey Bogart en Casablanca, y Audrey Hepburn, en Breakfast at Tiffany’s, su primer rol protagónico fue en el campo bélico. Tanto es así, que su nombre en inglés, trench coat, nació de la palabra “trenches” que traduce “trincheras”, lo que deja claro cómo el vestir y la industria militar se han influenciado mutuamente. “El secreto de su éxito radica en su practicidad. La guerra es un buen terreno de pruebas para la duración y flexibilidad de la ropa”, expresó a FUCSIA la profesora de Estudios Culturales de University of the Arts London, Jane Tynan, autora del libro British Army Uniform and the First World War: Men in Khaki. Inicialmente los soldados iban ataviados con capotas demasiado pesadas, especialmente en medio de condiciones en las que había barro y lluvia. Puedes ver la galería: 1 prenda, 5 pintas: la chaqueta militar La experta agrega que en el pasado los uniformes mostraban colores muy vistosos que solían recordar las banderas patrias y que se asociaban al honor, aunque a su vez facilitaban el volverse objetivo del enemigo. Pero el pragmatismo, por estar la vida en juego, terminó ganando la partida: “El trench coat llegó a ser parte de la tecnología de la supervivencia en combate”. La nueva propuesta de las marcas británicas Burberry y Aquascutum revolucionó la esfera guerrerista con atuendos más amigables en aquellas circunstancias, pues eran livianos e impermeables. Además, se impuso la tonalidad caqui (término que hace referencia a “polvo”), idónea para el camuflaje en medio de un escenario fangoso. Ya en 1879 el sastre Thomas Burberry había desarrollado un textil de algodón ligero más cómodo, al que denominó gabardinee, inspirado en las batas de lino que usaban los pastores ingleses contra el mal tiempo. Su tejido compacto, compuesto a partir de cien hilos entrelazados por centímetro, ofrecía resistencia ante la intemperie, pero a la vez dejaba espacios microscópicos para favorecer la ventilación. Años más tarde patentó su creación y según cuenta la Voguepedia, “maharajás y doctores empezaron a adorar el abrigo multipropósitos. ‘Tráiganme mi Burberry’, era la instrucción que el rey Edward VII daba a sus sirvientes”. Este precursor del trench coat fue llamado el Tielocken y habría hecho su debut durante las Guerras de los Bóeres en Sudáfrica. Con la llegada de la primera conflagración mundial, quedaron en el olvido las tradicionales y rígidas telas encerradas y recubiertas para repeler el agua que limitaban el margen de maniobra. El cambio permitió diseñar un traje militar que exhibía un aire de distinción: entre sus beneficios, contaba con charreteras que mostraban el rango oficial, solapa ancha abotonada en el pecho para ofrecer protección adicional, un cinturón con hebillas para anexar equipamiento necesario, bolsillos que mantenían los mapas secos, un escudo antihumedad sobre la espalda superior para permitir que el agua se deslizara y un pliegue trasero que ampliaba la movilidad. En 1917 su uso empezó a hacerse más extensivo, el ejército creció en tamaño y fue indispensable para la oficina militar que firmas civiles de confección produjeran en masa los uniformes. Para cuando los combatientes regresaron finalmente a sus hogares, la prenda ya era un símbolo de heroísmo, y de esa manera el gran sobreviviente de la guerra, de la mano de Burberry, se infiltró desde entonces en los guardarropas para constituirse en un esencial que no pasa de moda. Pese a que el trench coat dio el salto al cine vistiendo a los protagonistas de las películas de gánsteres y detectives, no solo ha cargado con un halo de masculinidad sino que su carácter unisex le permitió también cubrir el cuerpo de divas y convertirse en sinónimo de erotismo, que en ocasiones sugiere desnudez bajo su abrigo. Prueba de ello son las provocativas campañas publicitarias de la marca en las que a modelos de distintas generaciones como Rosie Huntington-Whiteley, Cara Delevingne y Kate Moss les ha bastado deslumbrar con solo lucir esta prenda. Y si bien la gabardina tiene gran vitrina en el mundo de las cámaras y las pasarelas, las calles son testigo de su evolución. Así lo evidencia la página Art of the Trench de Burberry, que muestra a mujeres con estilo vistiéndola en situaciones cotidianas. Por eso, como concluye la profesora Tynan, el trench coat es un clásico “que permite a la vez la experiencia de la tradición y la vanguardia”, tan actual que su lanzamiento no parece un acontecimiento centenario.